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OPINIÓN | Enrique Anaya: Siguen con la payasada de una nueva Constitución en El Salvador

En definitiva, de nada sirve hacer espectáculos para promocionar un proyecto de Constitución que depende, única y exclusivamente, del ánimo con el cual despierten al presidente de la República, alguien que, además, no cree, ni le gustan, ni entiende los aspectos elementales de un sistema constitucional (que necesariamente es democrático, con vigencia de derechos fundamentales y funcionamiento de la separación de poderes).

Por Enrique Anaya
Abogado constitucionalista

PUESIESQUE…Bien es cierto que en la historia salvadoreña, ser vicepresidente de la República era, en esencia, un cargo meramente decorativo, pero hoy día, asemeja que el actual vicepresidente, Félix Ulloa, lucha cotidianamente por tener presencia mediática y atención pública: sin embargo, la realidad es que el régimen opta por esconder o invisibilizar al vicepresidente durante algunos lapsos, ya que cada vez que habla dicho funcionario pone en evidencia ya sea el carácter autoritario de la actual administración presidencial, ya sea la incapacidad de los funcionarios del Ejecutivo o del Legislativo, incluso él mismo.


Ahora bien, los esfuerzos del vicepresidente por mostrarse tanto como servil al régimen como usar la careta de intelectual solo se reducen a pésimos malabares de un bufón, ya que se sabe -sobre todo por quienes son realmente detentadores del poder- que el señor Ulloa es carente de cualquier influencia real en el poder político del país.
Así, ahora que el vicepresidente sabe que no alcanzará su sueño orgásmico de ocupar la presidencia de la República (pues el líder mesiánico busca permanecer en el poder por tiempo indefinido), le ha tocado consolarse con la quimera que le llamen “padre de la Constitución”; y, por eso, en semanas recientes ha retomado la ilegítima labor de promocionar una nueva Constitución, así sea que le llamen reforma constitucional.


Por supuesto, al presidente de la República le da igual -incluso, le estorba, le incomoda- eso de la Constitución, al fin y al cabo, si apenas puede leer y lo que lee no lo entiende, así que mejor, para mantener entretenido al vicepresidente, de vez en cuando le autoriza y manda que haga algún espectáculo relacionado con el proyecto de nueva Constitución.
Eso sí: que decepcionante es para el régimen que el vicepresidente, para su espurio proyecto de nueva Constitución, no ha logrado convocar a ningún constitucionalista salvadoreño, ¡a ninguno!


Bueno, en la comisión ad hoc que armó no participó ningún constitucionalista salvadoreño e, incluso, la mayoría de los abogados que inicialmente se integraron a tal comisión se arrepintieron y salieron huyendo de la misma, por lo que ahora forma aquélla un grupo de graduados en licenciatura en ciencia jurídica que nadie sabe cuál es su especialidad, pero sí sabemos que constitucionalistas no son.


Y, para mayor lloriqueo del vicepresidente, resulta que el proyecto de Constitución que le hicieron lo entregó al presidente en una ceremonia nocturna, prácticamente secreta, lo que demuestra el desinterés del presidente en eso de la Constitución: de todos modos, para él, ni caso le piensa hacer.

Pues resulta que el vicepresidente retoma el proyecto de nueva Constitución y dice que lo quiere “socializar” y, para ello, se inventa una serie de presentaciones en supuestos foros universitarios, en los que tampoco participan constitucionalistas.


Pero, seamos honestos: todo eso es una farsa, una pantomima, que de democrático no tiene nada y, sobre todo, no sirve para nada, ya que, en todo caso, tanto la decisión sobre la emisión formal de nuevas reglas constitucionales como de su contenido, depende exclusivamente del capricho y antojo -según como esté cuando lo despiertan- del presidente.


En efecto, será hasta que el presidente advierta que quizá le sea útil y/o conveniente el maquillaje de una nueva Constitución, que mandará algún proyecto a la Asamblea Legislativa, a fin de que sus diputados presionen los botones para aprobarlo.

La experiencia así lo demuestra: el vicepresidente engañó a personas nacionales y extranjeras bienintencionadas, asegurándoles que el proyecto de nueva Constitución contendría lo que según la percepción de algunas personas serían disposiciones progresistas, de protección a personas vulnerables y discriminadas; sin embargo, cuando se conoció el proyecto, lo que contenía es una serie de disposiciones ambiguas y confusas, que no sirven para nada bueno (pues pueden utilizarse tanto para introducir como para negar aspectos como aborto, eutanasia, matrimonio entre personas del mismo sexo, reconocimiento de pueblos originarios, etc.); frente a lo cual, ante la reacción de algunos sectores nacionales, inmediatamente salió diciendo el presidente que nada de eso se cambiaría en la Constitución (no me pronuncio aquí sobre esos temas, de gran enjundia, sino que me limito a señalar la tomadura de pelo que hizo el vicepresidente).


Así que, en definitiva, de nada sirve hacer espectáculos para promocionar un proyecto de Constitución que depende, única y exclusivamente, del ánimo con el cual despierten al presidente de la República, alguien que, además, no cree, ni le gustan, ni entiende los aspectos elementales de un sistema constitucional (que necesariamente es democrático, con vigencia de derechos fundamentales y funcionamiento de la separación de poderes).


Claramente, no puede llamarse ni constitucional, ni democrático, ni participativo, ni legítimo, un proyecto de Constitución que depende exclusivamente de la voluntad, capricho y antojo de una única persona.


Abogado constitucionalista.

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