Reflexiones sobre el crecimiento de la Iglesia evangélica (y III)

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El entrenador de la selección de El Salvador, Carlos de Los Cobos. Foto/EFE

Por Mario Vega

2019-06-22 9:52:23

La Iglesia evangélica tiende a ser más numerosa entre los jóvenes de bajos recursos y que poseen menos acceso a educación superior, eso de acuerdo con centros de investigación como el IUDOP, CID Gallup y otros estudios privados. Pero, en la medida en que los años han pasado esa tendencia ha ido en disminución haciendo a los evangélicos más similares económica y académicamente a los católicos. Las iglesias que comenzaron siendo principalmente de campesinos, obreros y subproletariado fueron, poco a poco, alcanzando capas medias y luego altas ubicando sus edificios de culto incluso en las zonas más privilegiadas de las ciudades. Aún con ello, la Iglesia evangélica continúa un paso atrás de la Iglesia católica en el alcance de los sectores más pudientes.

El que los evangélicos se hayan nutrido en su gran expansión de los años ochenta de sectores marginados y desplazados por la guerra civil, ubicó a los edificios de las iglesias en los cinturones de pobreza en donde, mayoritariamente, perviven hasta el día de hoy.

Alcanzados por la globalización de la información, se pueden encontrar paradojas producto de la transculturización religiosa: enseñanzas de prosperidad económica para creyentes desempleados, conferencias matrimoniales para familias separadas por la migración, énfasis en la sujeción de la mujer en entornos de maltrato y abuso, etc. No es lo mismo una iglesia de marginados que una iglesia con los marginados. Se puede ser un marginado y no obstante no acoger la causa de los marginados. Para ser una iglesia como Jesús, que acompañó a las personas en su cotidianeidad sufrida, se requiere el posicionarse frente a la realidad de una manera cristiana consistente. Para ello, los evangélicos deben elaborar una reflexión teológica que parta de su vivencia diaria.

Identificar y desarrollar los lugares teológicos de su entorno: violencia, migración, niñez, ecología. En estos campos existe ya la importante contribución de teólogos latinoamericanos que, lastimosamente, no son muy conocidos por no poseer un mercadeo arrollador que compita con el del primer mundo.

Por ejemplo, en el tema de seguridad los evangélicos poseen condiciones privilegiadas. Por encontrarse ubicados en las comunidades marginales, por gozar del respeto de las pandillas, por constituir el único camino de salida seguro de la pandilla, por su trabajo constante con la niñez, por su excepcional voluntariedad. Pero estos elementos, que se encuentran dispersos, deben ser unidos con el fin de elaborar un esfuerzo consistente de prevención de la violencia.

La experiencia debería ser replicada en más comunidades, barrios, pueblos y ciudades para incrementar el impacto.

Si eso no se ha hecho es solamente por la falta de una teología encarnada que demuestre que esa tarea es parte de la misión evangelizadora de la iglesia. Mientras los evangélicos continúen con sus enseñanzas escapistas y súper espiritualizadas, fallarán en lo que en verdad significa ser luz y sal en los lugares donde la providencia les colocó: los más necesitados de paz. La iglesia puede desarrollar una tarea de reconciliación importante para sanar las heridas dentro de las comunidades y entre comunidades. Todo eso sin mayor interés que la bienaventuranza de trabajar por la paz aún cuando suponga riesgos y peligros. Pero, ese es el camino que hará a la iglesia más pertinente y más identificada con los mismos con quienes Jesús se identificó mayormente: los marginados y los pobres de siempre.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim