La otra cara de las Redes Sociales

Las personas deberían ser educadas no solo en como usar técnicamente las herramientas digitales, sino también en cómo saber usarlas para su provecho y crecimiento personal.

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La toma de la Asamblea por parte del Ejército el 9 de febrero generó una ola de repudio a nivel internacional. Foto EDH / Lissette lemus

Por Juan José Fortín Magaña

2020-10-27 10:17:06

Recientemente tuve la oportunidad de ver un documental en Netflix llamado “El Dilema de las Redes Sociales”. En él planteaban la otra cara de la moneda de las famosas plataformas que ahora tanto usamos. No solo muestran los riesgos obvios de ciberseguridad que representan las redes sociales, sino que además profundiza en los efectos subyacentes y poco intuitivos que ha tenido el “social media” en los individuos y en la sociedad.
Este documental parece tener un enfoque un poco disruptivo en el marco del discurso de moda. Usualmente se ha hablado sobre cómo las redes sociales han amplificado la libertad humana y han dado una apertura increíble a todos para conectar, desarrollarse y crecer. Sin embargo, vemos que el argumento de la pieza manifiesta esencialmente lo contrario: para la mayoría de las personas, las redes sociales generan ansiedad, estrés y esclavitud.
Si lo vemos desde una óptica individual, cada persona, ciertamente, tiene la oportunidad de estar más informado, dado que el conocimiento está a un solo click de distancia. Sin embargo, las cosas cambian cuando afrontamos que las redes sociales tienen también un potencial sumamente fuerte para la desinformación y manipulación. Si bien, parece que las redes sociales nos han acercado a mucha gente, también han dinamizado la polarización. Las personas no solo están expuestas hacia la infoxicación, sino sobre todo a una repetición constante y viciosa de los mismos puntos de vista una y otra vez.
Los algoritmos de las redes sociales no se encuentran diseñados para mostrarnos una visión ecuánime y más objetiva de la realidad, sino para vender y captar atención. Es por eso, que nos presentan la información de una manera repetitiva y polarizadora. No es raro, que no logremos entendernos entre nosotros, si todo el día tenemos una gran cantidad de retroalimentación de nuestra propia burbuja ideológica. Esto es dinamizado con la proliferación del uso de Big Data con la que actores políticos pueden manipular las visiones políticas de las personas. De esta forma, la propaganda tiene un arma que potencializa la capacidad de manipular el mundo.
El documental termina por proponer la necesidad de una reingeniería del social network, dado que prevén que pueda no solo socavar nuestras democracias, sino erosionar tanto los tejidos sociales de las sociedades que termine por catalizar conflictos mayores. Sin embargo, no presentan una solución como tal, simplemente la necesidad de generar algún marco regulatorio donde los incentivos de las empresas como Facebook o Google puedan coexistir con la creación de una estructura digital positiva para la sociedad.
Más allá de las respuestas sociales que podrían darse en términos regulatorios, creo que la única forma de poder sacar rédito de todo lo positivo que nos generan las redes sociales, sin “perder en el intento” debería ser tras una respuesta individual. Es muy sencillo perdernos en la dependencia, infoxicación y la desinformación, sino maduramos nuestro criterio y carácter personal. De hecho, uno de los datos más alarmantes presentados por el filme es el crecimiento de las tendencias autolesivas o suicidas en las personas jóvenes en los Estados Unidos tras la proliferación de las redes sociales.
Las personas deberían ser educadas no solo en como usar técnicamente las herramientas digitales, sino también en cómo saber usarlas para su provecho y crecimiento personal. Claramente, no solo es importante pensar en la ciberseguridad, sino en cómo las redes nos están afectando a un nivel más profundo y personal.

Lic. en Economía y Negocios, Master en Psicología y Comportamiento del Consumidor