Las nuevas generaciones no estamos más informadas

Los medios de desinformación han sabido adaptarse a un contexto masivo con problemas propios del sedentarismo, donde no es necesario decir la verdad, sino ser “creíble”. Por desgracia, la juventud es, a menudo, la principal víctima de estos ataques

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La nadadora Elisa Funes toma un evento de piscina corta, disputado en el Poli de Merliot. Foto EDH/Cortesía Indes

Por Guillermo Zaragoza

2021-11-18 4:20:54

En la sociedad actual se le suele tener una gran esperanza a la juventud. Los jóvenes, por su parte, reaccionan ante esa situación, a veces con soberbia, y ven sobre sí mismos la potestad de cambiar el mundo, de sobreponerse en donde otros tropezaron; y las condiciones de las que parten sugieren a simple vista que esto es posible. Sin embargo, estas circunstancias han dado pie a nuevos modos de tropiezo que truncan esta visión optimista de la realidad.

Estar informado resulta crucial para el que desea emitir juicios a partir de hechos: para diagnosticar una realidad, antes hay que identificarla. Y pese a que esto suena trivial, es el paso en el cual se dan los mayores tropiezos que enfrenta la juventud en su búsqueda por un razonamiento crítico. Y es que parece que la realidad se muestra más accesible, que ya no está solo encerrada en una biblioteca ni en las páginas de unos pocos periódicos y revistas; que aquel que desea información es capaz de encontrarla con rapidez aparentemente inmejorable. No obstante, esto es cierto solo parcialmente, ya que, en un medio como internet, si bien se puede establecer contacto con una buena parte de la realidad, sin la estricta necesidad de elaborar por cuenta propia una extenuante investigación de campo, es necesario abrirse paso entre infinidad de información sesgada, incompleta o directamente propagandística.

A menudo se tiende a señalar la desinformación a la que se vieron expuestas generaciones pasadas, cuando se fomentaba una excesiva ponderación de los medios de comunicación de la época. Algunos opinaban que leer el periódico o escuchar la radio eran sinónimos de estar informado, o aceptaban como cierto lo que les decía alguien con bata de laboratorio en la televisión. El problema es que esto se suele ver como una cuestión ya superada, pero lo que estaba en el fondo sigue ahí. Ahora la manipulación ha adoptado una apariencia de cultura, cuando en realidad promueve el sedentarismo. Hoy en día no es extraño encontrar personas que dicen estar informadas consumiendo el proselitismo de sus recomendaciones en Tiktok, o quienes dicen lo mismo con respecto a las infografías que ven en Instagram, muchas de las cuales están altamente parcializadas y llenas de caricaturas y exageraciones que invitan a tomar precipitadamente partido por una ideología específica.

El problema de estos medios no es necesariamente que sigan una línea ideológica, sino que invitan a un análisis precipitado de los temas que exponen, a sabiendas de que la mayoría de su público objetivo no se tomará el tiempo de consultar sus fuentes (de las cuales se permiten cierto margen de laxitud). Y es que estos recursos de comunicación están diseñados para adaptarse a entornos en donde el tiempo en el que un usuario presta atención a un asunto antes de pasar al siguiente es cada vez menor.

Claramente, los medios de desinformación han sabido adaptarse a un contexto masivo con problemas propios del sedentarismo, donde no es necesario decir la verdad, sino ser “creíble”. Por desgracia, la juventud es, a menudo, la principal víctima de estos ataques, al ser más interactiva en los medios de comunicación y más influyente a largo plazo.

Estudiante de Economía

Club de Opinión Política estudiantil (COPE)