Recordando a nuestros difuntos

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Fueron detenidos en durante un patrullaje de rutina. Foto de referencia / Archivo.

Por Teresa Guevara de López

2019-11-09 5:24:11

Durante noviembre la Iglesia nos invita a orar por los fieles difuntos, a recordar a aquellos seres queridos que partieron hacia la casa del Padre, y que nuestras oraciones les ayudan a terminar su tiempo de purificación en el Purgatorio. Este consuelo espiritual, de unión con los Bienaventurados, las almas del Purgatorio y los que todavía vamos de camino, es el dogma de la Comunión de los Santos que nos anima a continuar unidos con quienes compartimos nuestros años en la tierra, y con quienes esperamos reunirnos algún día en el cielo.

El recuerdo a los difuntos es una costumbre universal que se observa de diferentes maneras, según la cultura y tradiciones de cada región. En la mayoría de países latinoamericanos se visitan los cementerios para enflorar, mandar a pintar las tumbas, retocar los nombres en las lápidas y adornar con flores y coronas. En los nuevos cementerios los monumentos funerarios se han sustituido por pequeñas placas y se desarrollan actos religiosos, conciertos de música instrumental y mariachis contratados para recordar a los difuntos con las canciones de su preferencia. Algunas familias llevan alimentos para realizar un picnic, y los compañeros de parranda aprovechan para brindar en honor del finado compadre.

En México, el folklore ha incorporado la figura de la santa muerte, una calavera vestida, a la que se unen las catrinas, que ridiculizan a las mujeres que con adornos y trajes elegantes, demuestran su reciente riqueza, aunque tienen cara de calavera. Se mantiene la costumbre de publicar esquelas en los periódicos para comunicar la muerte del familiar, firmada por los deudos que invitan a la misa de cuerpo presente, al velorio y al entierro. Recientemente en algunas esquelas, a la lista de dolientes se incorporan los familiares difuntos, participando el fallecimiento del deudo, y hasta se incorporan las mascotas, que supuestamente expresan su dolor por la desaparición del amo.

En los países más desarrollados, los habitantes inmersos en sus negocios, tienen poco tiempo para perderlo recordando a sus difuntos. Los familiares ancianos pasan sus últimos años en casas de retiro, de donde les comunican de su fallecimiento, para proceder al entierro que se realizará sin ningún ritual o ceremonia especial. En Suecia, donde la fe se ha desvanecido entre la población, el fallecido va directamente al cementerio o crematorio sin oraciones ni alabanzas. Siendo este el país que acumula el mayor número de personas viviendo en soledad en el mundo, no hay quien se interese en despedir al muerto con honras, lo que les ahorra los altos costos funerarios, y solicitan expresamente exequias rápidas, en cementerios anónimos, sin identificación.

También se acostumbra que tras la cremación, se lancen las cenizas al espacio, o al mar o se usen ataúdes biodegradables, que serán absorbidos por la naturaleza y se descompondrán en el término de seis meses. Siendo el sistema más sofisticado y costoso, el que ofrece convertir las cenizas en piedras de diamante, que los apesarados deudos podrán lucir en sus manos.

Lo anterior nos lleva a pensar que el desarrollo y la tecnología que supuestamente facilitan la vida de las personas, hacen que se pierda el sentido de humanidad, la vida de familia, el respeto, el cariño y el recuerdo de aquellos abuelos cuya sabiduría y amor estuvieron con nosotros durante los últimos años de su vida, y que al faltar, los acompañan nuestro recuerdo y oraciones.

Maestra.