¿Quién está libre de pecado?

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Por Salvador Gómez

2019-08-25 5:10:50

“Los Escribas y Fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio…” (Jn. 8,3)
Jesús pone un hasta aquí, a la discriminación de la mujer. Provoca una profunda reflexión en aquellos hombres que eran conocedores y maestros de la ley.
Jesús se pone a escribir con el dedo en la tierra. (Cf. Jn. 8, 6)

El acto de escribir era una invitación a recordar lo que estaba escrito. La letra de la ley decía “Si se sorprende a un hombre acostado con una mujer casada, morirán los dos: el hombre que se acostó con la mujer y la mujer misma. Así harás desaparecer de Israel el mal” (Dt. 22, 22)

Aquellos Escribas y Fariseos estaban dispuestos a acusar, condenar y matar a la mujer adúltera pero no traían al hombre con el que fue sorprendida en adulterio.
Cuántas veces también nosotros actuamos así. Lo que más me duele es el caso de las niñas o mujeres que han sido víctimas de acoso sexual o de violaciones, y, el primer comentario que enseguida hacemos o escuchamos es: “Ellas tienen la culpa, ¿Por qué se visten provocativamente? ¿Por qué salen de noche y a lugares solos? ¿Porqué van a las fiestas?… etc.”.

¡Qué injustos somos! Además del trauma y la violación, queremos que carguen con la culpabilidad haciéndoles creer que ellas merecían eso. Jesús dice: No, ellas no merecían eso.

Cuando una niña se queja con su madre de que es víctima de acoso sexual por parte de su padre, hermano, tío, abuelo, primo, cuñado, etc… con mucha frecuencia la primera reacción es decir: “Mentirosa, no estés inventando esas cosas, sucia, no hables de eso…” Por esa razón, muchas menores de edad prefieren soportar los abusos en silencio.

Jesús nos dice: Basta de condenar a los inocentes.

Considero que no es necesario redundar aquí con miles de ejemplos para darnos cuenta de cómo las empleadas domésticas, trabajadoras e incluso profesionales son víctimas de mal trato, acoso, discriminación en puestos y salarios.

Los discípulos de Jesús, siendo fieles a su maestro, no sólo debemos evitar cometer estas injusticias, sino luchar activamente para que nadie las cometa.

“En Cristo, plenitud de los tiempos, la igualdad y complementaridad con que el hombre y la mujer fueron creados (cf. Gn. 1, 27) se hace posible, “ya que no hay hombre ni mujer, ya que todos somos uno en Cristo” (Gál. 3, 26-29). Jesús acogió a las mujeres, les devolvió su dignidad y les confió después de su resurrección la misión de anunciarlo (Cf. Md. 16). Cristo “nació de mujer” (Gál. 4, 4) nos da a María, que precede a la iglesia mostrando en forma eminente y singular el modelo de Virgen y de madre (Cf. LG. 63). Ella es protagonista de la historia por su cooperación libre, llevada a la máxima participación con Cristo (Cf. DP 283) María ha representado un papel muy importante en la evangelización de las mujeres latinoamericanas y ha hecho de ellas evangelizadoras eficaces, como esposas, madres, religiosas, trabajadoras, campesinas, profesionales. Continuamente les inspira la fortaleza para dar la vida, inclinarse ante el dolor, resistir y dar esperanza cuando la vida está más amenazada, encontrar alternativas cuando los caminos se cierran, como compañera activa, libre animadora de la sociedad”. (Conclusiones de Santo Domingo #104)

“En la familia y en la construcción del mundo hoy gana terreno una mayor solidaridad entre hombres y mujeres, pero hacen falta pasos más concretos hacia la igualdad real y el descubrimiento que ambos se realizan en la reciprocidad.
Tanto en la familia como en las comunidades eclesiales y en las diversas organizaciones de un país, las mujeres son quienes más comunican, sostienen y promueven la vida, la fe y los valores. Ellas han sido durante siglos “El ángel custodio del alma cristiana del continente (Cf. Juan Pablo II homilía en Santo Domingo, 11-10-92, 9).

“Este reconocimiento choca escandalosamente con la frecuente realidad de su marginación, de los peligros a los que se somete su dignidad, de la violencia de la que es objeto muchas veces. Aquella que da y que defiende la vida, le es negada una vida digna. “La iglesia se siente llamada a estar al lado de la vida y defenderla en la mujer”.