Preguntas

En mi profesión, la psicología, preguntar es una ciencia que debe ejercerse con arte. No me apena confesar que no he visto los interrogatorios que han llevado a cabo las comisiones en la asamblea; intenté ver uno, pero me desilusionó el tipo de preguntas que se hacían y me fue fácil comprender que el interés no era investigar sino enlodar.

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La prensa salvadoreña ha sufrido constante acoso por agentes policiales durante coberturas. En la foto un agente de la UMO toma fotos de los periodistas en la Asamblea Legislativa. Foto EDH/ Jonatan Funes

Por Jorge A. Castrillo H.

2021-07-30 10:45:09

El pasado sábado, en mi artículo SAMOTANA (“alboroto, desvergue desorden, zafarrancho,” según el “Real diccionario de la vulgar lengua guanaca” de Joaquín Meza, 2008) me preguntaba si alguien en su sano juicio -supuesto que lo tenga, pues en estos tiempos es bien preciado- querría defender lo que no se debe defender. También cuestionaba si alguno honestamente cree que se puede vulnerar la ley con la intención de hacerla cumplir. Lamentablemente, mis temores no resultaron infundados, pues no ha sido el respeto a la legalidad la virtud más restallante de estos últimos años. Más bien al contrario, la falta de respeto a las leyes vigentes, la actitud varios funcionarios y algunas de las últimas leyes aprobadas restan verosimilitud a la pretendida intención de justicia de las acciones últimas.
La situación actual –ambigua, confusa, rápidamente cambiante, insegura y dolorosa para la República- nos tiene a todos con muchas preguntas de diversa índole: médicas, Íntimas, sociales, políticas. Muchas de ellas serán, casi con seguridad, sobre nuestro futuro inmediato como sociedad, pero también sobre nuestra vida propia de ciudadanos y personas. Preguntas que, no podría ser de otra manera, irán de acuerdo con nuestro propio ciclo vital. Cada quien es cada cual y ve la vida a través de sus propios lentes.
Para los que viven su cuarta edad, arriba de los ochenta años, serán relativas a su pasado. ¿Qué recuerdos son los que más atesoro? ¿Qué cosas tengo sin resolver? ¿Qué tengo para legar a quienes me siguen? Para quienes superan los sesenta años, sabiéndose apetecibles para el covid-19 pero todavía con fuerzas y anhelos, las preguntas pueden ser más lacerantes: ¿Qué proyectos puedo emprender aún con visos de verlos fructificar? ¿Qué cuentas deberé solventar en primer lugar? ¿En qué deberé empeñar mi tiempo restante? ¿Podré adaptarme productivamente a la nueva realidad que viene al mismo tiempo que cuido mi salud? Para los adultos, aquellos arriba de los cuarenta años, sus preguntas girarán en torno a las posibilidades de la generación inmediata de ingresos. ¿Podré conseguir suficiente con lo que hago? ¿Mantendré mi puesto de trabajo? ¿Me alcanzará el tiempo para hacer un giro importante en mi negocio, en mi carrera, en mis maneras de relacionarme con los demás? Jóvenes debajo de los cuarenta se preguntarán menos sobre sus probabilidades de contraer el covid-19 y más sobre sus posibilidades de concretar sueños. Los adolescentes, ¡ay los adolescentes! esos siempre preguntarán por qué no pueden hacer esto y tienen que hacer lo otro.
Preguntar es un arte que no cualquiera llega a dominar. Sócrates y su mayéutica suelen ponerse de ejemplos cumbres. Por la calidad de preguntas que formula se puede distinguir al profesional bueno del malo. Compruébelo usted en los interrogatorios públicos: en algunos se evidencia más la incompetencia, la ignorancia, la mala crianza y petulancia de los interrogadores que lo que se pretendía conocer de los interrogados. En cada una de las áreas profesionales, los interrogatorios emplean estrategias y tipo de preguntas distintas, según el fin que se quiera conseguir.
Periodistas y abogados, dos de las más difíciles profesiones para ejercer en El Salvador actual, preguntan de manera distinta a como lo hacen militares, servicios de inteligencia o fiscales queriendo obtener información. En mi profesión, la psicología, preguntar es una ciencia que debe ejercerse con arte. No me apena confesar que no he visto los interrogatorios que han llevado a cabo las comisiones en la asamblea; intenté ver uno, pero me desilusionó el tipo de preguntas que se hacían y me fue fácil comprender que el interés no era investigar sino enlodar.
PS. Esta semana, conversando con una periodista en receso profesional, me ilustró sobre lo intenso de su profesión y la responsabilidad con que algunos la desempeñan. Me contó también que fue testigo cercana de la metamorfosis de algunos que ella vio llegar como elegantes mariposas y que, su cercanía con el poder, trocó en sucias sabandijas. Me complazco en felicitar especialmente a los buenos periodistas en este día en que se reconoce su labor, ahora arriesgada por el hecho de tratar de conseguir la mejor información alrededor de temas que a todos nos interesan.

Psicólogo/ psicastrillo@gmail.com