El enemigo de todos los días

No hay que tomar al estrés como algo típico de la vida de todos. Es cierto que no podemos huir de los problemas y exigencias que tenemos, tampoco estas desaparecerán de un día a otro. Sin embargo, lo importante es la manera en la que se encaran dichas situaciones.

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Foto / Archivo / EDH

Por David Solís

2021-08-16 7:33:25

Quizás estás agitando una pierna, dando pequeños golpes con la mano contra la mesa, alejando la vista de estas oraciones para recordar qué hay que hacer al terminar de leer y al finalizar el día. Recuerdas un problema, luego otros y todo con lo que tienes que lidiar. Quizás quien tienes al lado hace lo mismo o todos los que te acompañan imitan los mismos gestos y pensamientos de ansiedad. Sin embargo, esto no es sorpresa, todos sienten lo mismo: el estrés; exacto, esa sensación que llega sin falta posiblemente desde que suena la alarma, que en cada momento se manifiesta y, aunque estamos conscientes de su presencia, no la advertimos por permanecer concentrados en las tareas y compromisos pendientes que son justamente los que nos la generan.
Actualmente, por los estragos que sigue causando la pandemia, el estrés probablemente ha aumentado en su vida. Sea por la preocupación, por la salud propia o la de seres queridos, por los problemas económicos o laborales, o la educación en modalidad virtual, es casi inevitable no padecer de estrés constantemente. Además, viendo cómo todo se va desarrollando, la situación no cambiará drásticamente. En consecuencia, se debe ser capaz de sobrellevar estos obstáculos y saber manejarlos.
No obstante, no hay que tomarlo como algo normal de la vida que solo se decide aceptar. Varios, por el lado del trabajo, lo toman como un detonante para potenciar su productividad, ya que sintiendo la presión encima logran enfocarse en completar sus actividades y conseguir esa energía extra, incluso usted podría estar haciéndolo; no obstante, esto tiene un costo bastante grande: la salud.
El estrés crónico surge en el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal, abreviado como HHA, una serie de interacciones entre las glándulas endocrinas en el cerebro y el riñón. Cuando se detecta una situación de estrés, esto se activa y libera cortisol, la hormona que prepara al cuerpo para tomar acción. Este mecanismo es muy útil en momentos de riesgo que requieren enfoque total y alta exigencia; ayudó a nuestros antepasados a sobrevivir y en ciertos supuestos puede determinar nuestra supervivencia. Sin embargo, el cortisol en altas dosis y por periodos prolongados puede tener repercusiones graves.
Respecto a la salud mental, el exceso de cortisol afecta al hipocampo, la zona del cerebro encargada del aprendizaje y la memoria. Tendemos a perder la concentración y se requiere mayor esfuerzo para aprender nuevas cosas. Asimismo, la memoria sufre, se vuelve difícil recordar, y las conexiones del cerebro se debilitan. Finalmente, sumado al agobio y fatiga mental, se puede llegar a generar depresión, alzhéimer o un derrame cerebral. Con todos estos efectos se hace imposible desempeñarnos al máximo tanto en nuestras obligaciones laborales, educativas como personales.
Igualmente, el cortisol afecta a otros órganos y funciones del cuerpo. Fácilmente viaja por los vasos sanguíneos, genera adrenalina que acelera nuestro corazón, crea hipertensión y aumenta las probabilidades de sufrir un paro cardiaco. Por otra parte, debido a la necesidad de energía extra se incrementa el apetito, lo cual lleva a la necesidad de consumir comidas densas que, en consecuencia, causan obesidad.
Asimismo, esta ansiedad lleva a tal punto de generar cambios epigenéticos, es decir, alterar nuestros genes y, por tanto, a nuestros descendientes. Prueba de esto sucedió cerca del final de la Guerra Civil de Estados Unidos, donde los prisioneros de guerra de la Confederación vivían en estresantes y pésimas condiciones a tal punto de que sus descendientes, a pesar de no haber experimentado semejantes circunstancias, tendían a sufrir depresión y vivir menos tiempo.
Es por esto que no hay que tomar al estrés como algo típico de la vida de todos. Es cierto que no podemos huir de los problemas y exigencias que tenemos, tampoco estas desaparecerán de un día a otro. Sin embargo, lo importante es la manera en la que se encaran dichas situaciones. En primer lugar, se puede hacer un plan de tareas y compromisos y que sea flexible para lidiar con asuntos inesperados. Asimismo, cuando entre ese malestar, lo mejor es solo detenerse. Parar por unos minutos, cerrar los ojos y respirar una y otra vez, mantener el control de lo que podamos y aprender a lidiar con lo que no es indispensable para que nuestra ansiedad no nos pase factura. De esta manera, nos protegemos de un peligro desapercibido, pero sufrido por todos cada jornada.

Estudiante de Ingeniería de Negocios

Club de Opinión Política Estudiantil (COPE)