Progreso “real”

Por primera vez en las noticias reales, Meghan Markle está haciendo historia por su carácter y no por su apariencia. Por tener la audacia de querer ser feliz y decirlo, reconociendo que las expectativas de la nobleza son reductivas para la mujer y obligan a aquellos con inclinaciones al activismo político a desperdiciar la plataforma con tal de evitar controversias

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Planta potabilizadora Las Pavas. Foto EDH Óscar Portillo

Por Cristina Lopez

2020-01-20 6:47:29

A mí la realeza europea siempre me ha sido bastante indiferente. Ni más ni menos que una idiosincrasia europea más, solo que con envoltorio más caro y menos ideales democráticos. Un producto para consumir de manera pasiva en la cola de la caja registradora en el supermercado, o un tema para debatir en ensayos de ciencias políticas, pero nada más. Con tantas noticias de progreso o tragedia a nivel global, es un reto mantener algún nivel interés en los ires y venires de desconocidos perfectamente ordinarios cuyo mérito principal se esconde en la sangre que no escogieron, y que comparten con antepasados que aún pensaban que su derecho a dominar a las masas (por la violencia u otros medios) provenía de la voluntad divina.
Pero con independencia del nivel de interés que la realeza europea genere, es difícil ignorar las noticias más recientes de la familia real británica, por ser una rebelión radical al costumbrismo absurdo. Meghan Markle y su esposo Harry Windsor, el nieto de la monarca del Reino Unido, anunciaron sus intenciones de retirarse de sus roles “principales” dentro de la familia real y criar a su primer hijo lejos de las cámaras. Es una rebelión elegante, tal vez no en contra el rol simbólico que continúa ostentando la familia, sino en contra de la situación absurda que la prensa del espectáculo y los tabloides (y nosotros como consumidores pasivos o activos) hemos creado.
El negocio perverso de la prensa tabloide implica ignorar cualquier tipo de principio del periodismo: no hace falta corroborar datos, o que las historias sean de interés público para merecer ser impresas; el escándalo es suficiente y cuando hace falta, solo hay que crearlo. Y como la familia real recibe fondos del contribuyente, la implicación es que es su obligación ser carne de cañón para la prensa del escándalo; son propiedad de las masas y como tal les deben entretenimiento, incluso a costa de su vida personal y su salud mental. Y como son sujetos de privilegios injustificables, no está bien visto que se quejen sin pecar de ingratos, comparable a pasajeros de primera clase en la aerolínea que lloran porque les falta espacio para estirar las piernas. Como describiera Helen Lewis en una columna para la revista The Atlantic, la familia real es como los pandas del zoológico: una especie en peligro de extinción sin mayor uso productivo que las arcas del Estado invierten millones en mantener, con el único fin de entretener al público. La diferencia es que por lo menos a los pandas se les trata bien.
Por primera vez en las noticias reales, Meghan Markle está haciendo historia por su carácter y no por su apariencia. Por tener la audacia de querer ser feliz y decirlo, reconociendo que las expectativas de la nobleza son reductivas para la mujer y obligan a aquellos con inclinaciones al activismo político a desperdiciar la plataforma con tal de evitar controversias. Para Markle, el título nobiliario no vale lo suficiente como para aguantar una cobertura mediática llena de racismo y sexismo repugnante, con una prensa que ni siquiera intentó esconder su descontento ante la adición de una mujer afroamericana a la familia real. Y no está exagerando: un análisis hecho por el sitio de noticias Buzzfeed sobre la cobertura mediática de la realeza comparó más de doscientos titulares del tabloide UK Daily Mail cubriendo a Kate Middleton, esposa del otro Windsor, y a Markle, y encontró que los titulares acerca de Markle, incluso en situaciones idénticas a las de Middleton, eran todos negativos, racistas, o despectivos. Y que Markle se niegue a ser cómplice del circo es progreso, porque indica que la dignidad, integridad y felicidad personal son aspiraciones por las que vale la pena darle la espalda a instituciones arcaicas, al que dirán, y a las expectativas injustas. Un excelente ejemplo de coherencia y auto-respeto para aquellos de nosotros con mucho menos que perder que un título nobiliario.

Lic. en Derecho de ESEN, con maestría en Políticas Públicas de Georgetown University. @crislopezg