Su propio enemigo

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Claudia Bernal, una enfermera en Durango, México, fue amenazada por segunda ocasión acusándola de estar contagiada de COVID-19. Foto EDH/ Twitter @fstsedgomx

Por Manuel Hinds

2020-07-23 6:45:25

Las noticias recientes dejan ver lo profundamente que se ha transformado la posición estratégica del presidente de cara a las elecciones de 2021. Por primera vez desde que inició su carrera política, la batalla que tiene que ganar ya no es ofensiva sino defensiva. Lo que se está jugando no es algo que él haya venido quitando a sus rivales, sino algo que él ya tiene y que debe defender para que éstos no se lo quiten.
Dado que lo que él quiere es obtener la mayoría en la Asamblea, que la oposición ahora controla, parecería que la batalla sería tan ofensiva como las anteriores. Pero la obtención de esos curules depende de la fuerza de su imagen como líder, y dicha imagen está en franco retroceso, y por razones que aseguran que estará declinando de aquí hasta el final de su período. Este cambio en la naturaleza de la batalla ha transformado el impacto del tiempo en sus resultados. Antes, el tiempo jugaba a su favor, de tal manera que lo más largo era el período que precedía a las elecciones, más oportunidad tenía él de sumar más partidarios a su causa. Ahora, el tiempo juega en contra porque él está perdiendo apoyo, de tal forma que mientras más tiempo falta para las elecciones, más gente puede abandonar su causa. Irónicamente, el presidente mismo ha creado esa tendencia a que la gente abandone su causa.
Él trata de aumentar su popularidad con medidas que él cree que lo hacen verse mejor, pero el deterioro de su imagen viene precisamente de esas mismas medidas, que la gente ha comenzado a realizar que causan sólo daños a la población. El problema, sin embargo, no parece ser tan grave, porque para mejorar su imagen el presidente sólo tendría que cambiar de aparentar hacer cosas que benefician al pueblo a hacer cosas que realmente lo beneficien.
Su problema es que él no tiene esta opción. Ni él ni el equipo que él ha nombrado tienen la capacidad de hacer cosas que realmente beneficien al pueblo. No tienen ni el interés, ni la instrucción notoria, ni la capacidad organizativa para hacerlo. Peor aún, su capacidad para convencer al pueblo de que está haciendo algo bueno para el país está disminuyendo muy rápidamente porque la evidencia de que lo que sucede es lo contrario está aumentando a gran velocidad.
Así, por ejemplo, mientras el presidente sigue obsesionado en gastar enormes cantidades de dinero en publicidad y en programas que él piensa que le darán aplausos, él sigue despreciando con negligencia increíble la necesidad imperiosa de invertir en equipos, medicinas y organización para detener el desangramiento de las profesiones de la salud en medio de la pandemia. El resultado es que éstos ya llevan más de 90 muertos, mientras que la población en general también está muriendo en grandes números por la falta de esas inversiones. El presidente puede esconder los datos de infectados y muertos por coronavirus, pero no puede esconder el número de profesionales de la salud que han muerto porque los fuerza a trabajar sin los equipos protectores indispensables. Estos profesionales no han muerto porque ese sea el resultado natural de la pandemia, sino porque el presidente no ha querido gastar las pequeñas cantidades que serían necesarias para protegerlos, mientras gasta enormes cantidades en hacerse propaganda y hacer despliegues de poder. Como lo sugiere la nueva encuesta de la UCA, su tratamiento del coronavirus le ha costado 20 puntos de popularidad en unas cuantas semanas. Y la tendencia sigue para abajo.
Este es sólo un ejemplo de los problemas cada vez más complejos que van a ir aquejando al país como consecuencia de las difíciles circunstancias y de las malas decisiones del presidente. Mientras más complejos estos problemas, menor va a ser la capacidad del presidente de resolverlos y mayor su capacidad de empeorarlos como ha hecho con el COVID-19. Mientras más actúe en la única manera en la que puede actuar, más se van a empeorar los problemas, más va a caer su popularidad, y menor será su oportunidad de ganar las elecciones.
Así, el presidente se está enfrentando a un proceso fatalmente difícil. Su esperanza para ganar las elecciones de 2021 depende de su habilidad para volver más lenta la caída de su popularidad, una habilidad que es prácticamente inexistente. Él es su propio enemigo.

Máster en Economía

Northwestern University