La muerte Óscar Martínez y su hijita Valeria, el pasado 23 de junio, en el río Bravo, tratando de llegar a los Estados Unidos, nos llena de dolor, pero también nos interpela sobre el drama de los migrantes y la indiferencia de muchos frente a esta problemática.
En las últimas décadas se han intensificado las migraciones de miles de personas, no sólo en América, sino también en Europa y otras regiones del mundo, en busca de mejores oportunidades de vida para ellas y sus familias, o huyendo de guerras interminables.
Los gobiernos hacen esfuerzos por evitar o frenar esos éxodos dramáticos, en muchos casos aplicando mecanismos que sólo atentan contra la dignidad humana y violentan sus derechos. En esto no hay que olvidar que debe prevalecer el respeto a los derechos humanos de los inmigrantes, así como se debe velar por su bienestar e integridad física y psicológica.
Cada vez más la migración, o cobra vidas o deja cada vez más personas con secuelas psicológicas difíciles de superar.
Los migrantes son una población vulnerable, que se enfrenta a peligros en condiciones infrahumanas desde el momento que deciden abandonar sus países.
El nivel de estrés que vive esta población es grande, desde que emigra y puede ser mayor, con sentimientos y emociones encontradas, tales como desilusión, frustración, ansiedad, depresión, desesperanza, inestabilidad; pueden volverse personas paranoicas, sufren duelos, en ocasiones difíciles de superar, por haber dejado su país, su familia, cultura, costumbres, amigos, entre otras cosas, además de enfrentarse a la discriminación.
En el caso de los niños y jóvenes en esta condición, quienes ya vienen de sufrir un trauma al desarraigarlos de su país y exponerlos a situaciones de riesgo, son alejados de sus padres y aislados cuando llegan a la frontera con el país de destino, incrementando más aún su trauma; se les genera miedo, inseguridad, ansiedad, incertidumbre de no saber qué está sucediendo en su entorno, si volverán a ver a sus padres o no.
Los niños migrantes deben ser provistos de condiciones y ambiente de seguridad, protección y confianza.
La Organización Mundial para la Salud, la Organización Mundial para la Salud Mental, así como el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y cada país en general y de manera independiente, deben velar por el bienestar de estas personas, aplicando los tratados internacionales de derechos humanos del migrante y reformar la normativa legal propia de cada Estado que les atañe.
La visión debe ser integral, para que garantice su bienestar, seguridad, situación legal, salud física y mental, al igual que la de sus familias y no sólo la del migrante, para que este sueño de emigrar para lograr un futuro mejor o el famoso “sueño americano” no se conviertan en una pesadilla.
Recientemente un comité de Congreso de Estados Unidos aprobó una ley que incluye una propuesta para proteger a niños y mujeres que emigran desde el Triángulo Norte de Centroamérica y probablemente cada país haga dentro de sus limitantes esfuerzos por mejorar las condiciones de ésta población y la de los inmigrantes en general, pero se debe trabajar más arduamente y tomar acciones viables fuera de cualquier maquillaje político, sin distinción de leyes, raza, religión, cultura, frontera o nacionalidad.
No debemos olvidar que los migrantes son seres humanos que se mueven de su tierra y enfrentan peligros no porque sea su voluntad sino porque se ven forzados por la inseguridad, la falta de empleo y muchas otras circunstancias, como fue el caso de Óscar y Valeria.
Psicóloga.