En el bosque umbrío del pinar, cada pino se yergue recto y altivo hacia el sol para lograr alcanzar su luz. Así el ser humano debe erguirse a las alturas para crecer y sobrevivir en la sombra de todas las adversidades. Erguidos en la penumbra del tiempo y de la vida lograremos que la luz del Espíritu ilumine nuestras ramas.
Ya lo dijo un cronista: “Los árboles mueren de pie”. Porque hasta el último amanecer de la existencia debemos mantenernos fuertes, alzados e invencibles ante el vendaval del destino. Durante una tempestad vi, con tristeza, caer algunos pinos de tallo débil. Felizmente en el resto del pinar muchos siguieron altos e invencibles y otros pequeños empezaron a alzarse y verdecer.
La sombra de la multitud impide a veces nuestro desarrollo y crecimiento. Es ahí cuando la fuerza de voluntad -que nos ha dado Natura- debe hacernos vencer sobre todas las adversidades. Si el mundo o la “suerte” nos hieren, debemos ser como los árboles de bálsamo que —como diría un poeta—perfuma las manos de aquel que los hiere. (Es precisamente de las heridas en su corteza donde los lugareños extraen el preciado y perfumado bálsamo). Pinos y hombres de la espesura: ¡Creced altivos a las alturas del ideal para alcanzar las estrellas! <palabrasbalaguer.facebook. com>