Para un fenómeno tan complejo como el desplazamiento forzado no hay respuestas fáciles

En un viaje reciente a México pude observar la integración efectiva de las personas refugiadas y solicitantes de asilo del Norte de Centroamérica a las comunidades que los han acogido. Pero también pude observar el sufrimiento y la violencia que continúan padeciendo los refugiados.

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Foto EDH/ archivo

Por Bianka Rodríguez

2019-12-19 7:28:07

A mí me podrían matar por lo que escribo, por el trabajo que hago, por quien soy.

Yo soy mujer trans que lucha y defiende los derechos de personas como yo de la comunidad LGBTI en Centroamérica, una región hostil para nosotros. Lucho para que no nos maten, lucho para que no nos veamos obligados a huir de nuestros hogares, nuestras familias y nuestras comunidades.

A pesar de todos los esfuerzos cada día aumenta el número de personas LGBTI que huyen de sus hogares. Como Karla Avelar, mi antecesora como directora ejecutiva de la ONG salvadoreña COMCAVIS Trans. Ella fue forzada a pedir asilo en Europa, después de múltiples persecuciones, amenazas y torturas. Fue violada en reiteradas oportunidades, secuestrada, torturada y herida nueve veces con arma de fuego.

El Estado le falló. No respondió con la convicción necesaria para proteger su vida. Así como a ella, muchas personas de la población LGBTI no encuentran la protección que necesitan y no tienen más opción que huir.

El trabajo que hacemos en COMCAVIS es de velar por los derechos de las personas LGBTI junto con diferentes instancias del gobierno salvadoreño, con ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados y otras entidades para luchar contra esa persecución y brindar servicios de asistencia legal y humanitaria.

En otros países de la región, otras ONG, desde las bases, están mirando otras causas del desplazamiento y los retos que significa para comunidades y países enteros y acoger a los que les tocó huir para salvar sus vidas.

Casi 800,000 personas de Centroamérica han sido obligadas a abandonar sus vidas por la violencia y la persecución. 387,000 personas del Norte de Centroamérica han solicitado asilo en alguna parte del mundo. Otros 320,000 se han desplazado internamente en Honduras y El Salvador. Y desde Nicaragua, han pedido asilo otras 88,000 personas.

En un viaje reciente a México pude observar la integración efectiva de las personas refugiadas y solicitantes de asilo del Norte de Centroamérica a las comunidades que los han acogido. Pero también pude observar el sufrimiento y la violencia que continúan padeciendo los refugiados.

Para un fenómeno tan complejo, no hay respuestas fáciles y ninguna organización, ningún país, lo puede hacer solo.

En respuesta, bajo una figura que se conoce como el Marco Integral Regional para Protección y Soluciones (MIRPS), se unieron países de origen, tránsito y destino para buscar respuestas integrales a los retos multifacéticos del desplazamiento forzado en Centroamérica.

Cada país del MIRPS — Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México y Panamá — tiene un plan nacional y se apoyan entre sí para compartir sus experiencias y experticias. Son un ejemplo del nuevo enfoque que se está dando a nivel mundial al tema de los refugiados en el Foro Global sobre los Refugiados que se realizó el 17 y 18 de diciembre en Ginebra, Suiza.

Los logros de estos esfuerzos se verán en la medida en que los estados cumplan sus compromisos para brindar soluciones y fortalecer la protección de personas vulnerables dentro de los países de origen y de los solicitantes de asilo y refugiados que huyen de estos países. Y para que ellos cumplan, debe cumplir también la comunidad internacional con apoyo técnico y financiero. Así personas como Karla no tendrían que huir, y personas como yo podríamos vivir con dignidad y tranquilidad en nuestros hogares.

Directora de Comcavis Trans.