Desde su elección y la misa inaugural de su pontificado, León XIV ha dejado claro su deseo de inscribirse en la tradición de la doctrina social de la Iglesia, así como en un espíritu de unidad inspirado por la orden agustiniana a la que pertenece. Al denunciar “un paradigma económico que explota los recursos de la Tierra y margina a los más pobres”, el nuevo Papa retoma temas centrales del pontificado de su predecesor, Francisco. El pasado 18 de mayo, hizo un llamamiento explícito a “construir un mundo en el que reine la paz”.
Durante la ceremonia en la que recibió el palio —hecho de lana de cordero y símbolo de su rol pastoral— y el anillo del pescador, emblema del apóstol Pedro, León XIV encarnó una continuidad simbólica con sus antecesores. Las cinco cruces bordadas representan las llagas de Cristo, y su mensaje apuntó claramente a una sensibilidad reforzada hacia la justicia social y las causas profundas de los conflictos: “Aún vemos demasiada discordia, heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo al otro, y por un paradigma económico que agota la Tierra”, afirmó en su homilía.
Estas palabras podrían posicionar al Pontífice como un posible mediador en los múltiples conflictos que atraviesan las relaciones internacionales contemporáneas. Para reforzar esta posición, León XIV ha reiterado su llamado a la “unidad” de la Iglesia como camino hacia “un mundo reconciliado”.
¿Una ilusión? ¿Una utopía? ¿O el eje de una acción diplomática concreta, en línea con su lema: In illo unum —“En Aquel que es Uno, seamos uno”? Ucrania, la guerra en Gaza, la crisis migratoria, la protección del medioambiente y el desafío de las tecnologías son algunos de los temas sobre los que el Vaticano podría ejercer su influencia como intermediario.
La brutalidad de la actualidad lo confirma. El asesinato de Sarah Milgrim y Yaron Lischinsky frente al Museo Judío de Washington, la semana pasada, subrayó la gravedad del conflicto entre Israel y Hamás. A esto se suman la persistencia de la guerra entre Ucrania y Rusia, las tensiones comerciales globales, la crisis de los migrantes y la guerra en Sudán, que amenaza al Cuerno de África. Todas estas realidades nutren el compromiso diplomático del Vaticano.
El pasado martes, en conversación con la primera ministra italiana Giorgia Meloni, León XIV reiteró la disponibilidad de la Santa Sede para acoger negociaciones entre Ucrania y Rusia. Esta disposición, surgida tras una llamada telefónica entre líderes europeos —incluidos los mandatarios de Francia, Alemania, Reino Unido, Finlandia, así como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky—, fue recibida con interés en varias capitales.
Sin embargo, el canciller ruso Serguéi Lavrov expresó reservas. El viernes pasado afirmó que “no sería elegante que países ortodoxos discutan en tierra católica las causas profundas del conflicto en Ucrania”, en referencia tácita a las tensas relaciones entre el Patriarca Kirill, cercano al Kremlin, y el Vaticano. El portavoz del Kremlin añadió que, por ahora, “no se ha tomado ninguna decisión ni alcanzado ningún acuerdo” sobre el lugar de futuras negociaciones. Cabe recordar que fue en Turquía donde Kiev y Moscú mantuvieron contacto por última vez, a inicios de mayo de 2022.
A pesar de los esfuerzos del Vaticano, un alto el fuego sigue siendo un objetivo lejano. El pasado 18 de mayo, al referirse a la “Ucrania martirizada”, León XIV recibió a Zelenski en el Vaticano y se mostró dispuesto a facilitar una salida diplomática. En su primera homilía, el 11 de mayo, pidió “una paz auténtica, justa y duradera, lo antes posible”.
¿Será suficiente para abrir un proceso de negociación? Vladimir Putin no asistió a la reciente cumbre en Turquía, país que se ofrece como mediador neutral. Resulta difícil imaginar que Moscú acepte una propuesta del Vaticano, especialmente bajo el liderazgo de un Papa estadounidense. Putin insiste en condiciones para el fin del conflicto que se asemejan más a una rendición de Ucrania que a un compromiso de paz. El Papa, a pesar de su perfil diplomático particular, no parece tener el peso simbólico necesario sobre el Kremlin.
Aunque León XIV recibió las felicitaciones del presidente ruso, quien destacó su confianza en que “el diálogo constructivo entre Rusia y el Vaticano continuará sobre la base de los valores cristianos compartidos”, resulta arriesgado apostar por una próxima ronda de negociaciones en suelo vaticano.
En cuanto al conflicto en Gaza, el Papa denunció la catástrofe humanitaria en la Franja, afirmando: “No podemos olvidar a nuestros hermanos y hermanas que sufren a causa de la guerra. En Gaza, los niños, las familias, los ancianos sobreviven en medio del hambre y el sufrimiento”.
¿Podrá esta postura reforzar la credibilidad del Vaticano como espacio neutral para el diálogo? Nada lo garantiza, mientras las tensiones globales continúan intensificándose.