Un esencial balance

La gente dejó de usar mascarillas y multitudes comenzaron a acudir a lugares públicos, sin entender que el virus continuaba aún fuerte y con malas intenciones. Es preocupante saber de marchas antimascarillas en Europa como si la situación fuera un asunto puramente político.

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Sigfrido Reyes y su esposa, Susy Rodríguez Hernández; son acusados por la Fiscalía de lavar $1.4 millones. Foto EDH archivo

Por José María Sifontes

2020-10-16 6:56:35

Una actitud balanceada entre bioseguridad y productividad es la que se impone en estos momentos. No se puede dejar que las empresas, los comercios y las actividades productivas de cualquier tipo se vengan abajo y quiebren, pues eso significaría que muchas familias no tendrán comida en sus mesas. Pero tampoco es conveniente que continúe esa especie de negación colectiva que se advierte en diferentes partes del mundo y en muchas personas, que parece indicar que el peligro del COVID-19 ya pasó y que las normas de bioseguridad ya no son necesarias.
Con tantos meses de pandemia y de restricciones en comprensible que muchos estén hartos y que quieran regresar los antes posible a la normalidad. Pero eso no lo deciden las personas sino el comportamiento del virus y de la pandemia; al menos así debería ser. Y la realidad es que la pandemia continúa siendo una grave amenaza mundial. Europa es un claro ejemplo de ello, con una segunda ola de contagios más que evidente. Lo que ha sucedido en varios países europeos es que se cantó victoria antes de tiempo. Con la disminución de casos que se observó hace unos meses las medidas de bioseguridad se relajaron. La gente dejó de usar mascarillas y multitudes comenzaron a acudir a lugares públicos, sin entender que el virus continuaba aún fuerte y con malas intenciones. Es preocupante saber de marchas antimascarillas en Europa como si la situación fuera un asunto puramente político.
Las conductas extremas son casi siempre contraproducentes. Es necesario levantar la productividad pues sólo así se mantienen los empleos y se preserva el bienestar familiar, pero esto no significa que los lugares de trabajo, las instituciones públicas y las oficinas deban estar saturadas de personas como para dar la impresión de que todo volvió a la normalidad. A nivel individual también el hecho que se haya tenido que volver al trabajo de forma presencial no implica que también se pueda volver a socializar normalmente. Estudios muy recientes indican que en estos momentos la forma más frecuente de contagio por el coronavirus es en reuniones sociales, por ejemplo con familiares o amigos. Debe quedar muy clara la diferencia entre lo necesario y lo prescindible. No podemos dejar de asistir al trabajo, pero sí podemos quedarnos en casa un viernes por la noche en lugar de asistir a esa pequeña reunión entre amigos que alguien ha organizado. Como seres sociales anhelamos volver a departir en grupo, pero la realidad nos dice que aún no es el momento.
Para que los médicos podamos seguir atendiendo pacientes de una forma cercana a la normalidad, para que se realicen las cirugías que quedaron pendientes y las sesiones de quimioterapia no se posterguen más, la sociedad debe tomar conciencia de que aún debe tomar todas las medidas para mantener el nivel de contagios al mínimo, aunque ello implique una dosis de sacrificio. Lo mismo aplica para otras cadenas productivas. A nivel de población general, y las pandemias son fenómenos que afectan a poblaciones generales, toda decisión que entrañe riesgos debe ser compensada por otros mecanismos.
De esta pandemia se ha aprendido mucho. Se ha visto que es influenciable por las decisiones globales e individuales. Como no es un problema de una sola arista lo más razonable es una actitud balanceada. Sólo así se podrá sobrevivir la pandemia sin dejar al país con problemas aún más complicados.

Médico Psiquiatra.