En el ayer y el hoy…

Seamos responsables. Cuidemos nuestra salud, trabajemos mucho y con entusiasmo. Saldremos adelante, como lo hicieron tantas generaciones de salvadoreños antes que nosotros.

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La gente visita Downtown Disney en Anaheim, California, el 9 de julio de 2020, el primer día que el complejo de tiendas y restaurantes al aire libre ha estado abierto al público desde que cerró a mediados de marzo en medio de la pandemia de COVID-19. Foto AFP

Por María Alicia de López Andreu

2020-07-10 8:28:03

Desafortunadamente, la responsabilidad individual se ha ido perdiendo.

En el ayer, cada familia afrontaba sus propias dificultades. Los padres cuidaban y educaban a sus hijos y, cuando llegaban a la vejez, los hijos y nietos cuidaban de ellos.  Ante un desastre natural, cada quien se las arreglaba, y familiares, amigos y vecinos se prestaban auxilio y ayuda mutua. Si alguien perdía en sus negocios, en casa todos se apretaban el cincho, se afrontaba a los acreedores, pactando un nuevo plan de pagos, multiplicando el trabajo y los esfuerzos para cumplir los compromisos y salir adelante. Nadie esperaba que el gobierno resolviera sus problemas.

El nivel de vida dependía del trabajo, el talento, la dedicación y el estudio de cada persona. Aún escucho la sentencia que repetía mi padre: “Estudien, que todo les pueden quitar, menos lo que tienen dentro de la cabeza”. Y, unidas al estudio, estaban las responsabilidades que cumplir, como parte de la familia: el arreglo, orden y limpieza de las propias cosas, la colaboración en todo lo que fuera necesario, etc. Nadie esperaba un aplauso, mucho menos un pago o recompensa por unas notas excelentes o un trabajo bien hecho: eso era lo debido, lo esperado, lo mínimo que uno tenía que hacer.

Mantener la buena salud era una obligación personal. Las familias se cuidaban y ahorraban para los malos tiempos: una enfermedad, una reparación urgente de la vivienda, etc. Y también para los buenos momentos: la educación de los hijos, las bodas, unas merecidas vacaciones, etc. Y, principalmente, se ahorraba porque es prudente que, quien llega a viejo, tenga algún pequeño capital que le permita mantenerse, aunque sea modestamente, sin ser carga para nadie. Sí, esa era la forma de vida que mi generación conoció.

Pero en el hoy…

Se instaló el “estado de bienestar”, con su prebendas, que originalmente quizá ayudaron a la población, pero ahora se han convertido en un foco de corrupción y de compra de voluntades: el seguro social, el ahorro obligatorio para tener una pensión “digna” en la vejez, las escuelas y universidades gratuitas pero mediocres, cuando no definitivamente malas, los paquetes escolares, paquetes de semilla mejorada, paquetes de todo tipo que nos han transformado, de salvadoreños trabajadores que fuimos, a pordioseros haraganes. El populista y corrupto “estado de bienestar”, unido a las remesas, destruyeron la responsabilidad individual.

Pues bien: esta pandemia, excelente pretexto para la desastrosa y sucia administración del Excelentísimo, nos ha quebrado a todos: al estado y a los particulares. Talvez lo único bueno que resulte sea que haga desaparecer al estado de bienestar (ya no hay fondos para regalar), y volver a la tan necesaria responsabilidad individual. Nada de estirar la mano y que papá gobierno provea a cambio de sumisión y votos, sino a trabajar cada quien para salir adelante, a apoyarnos unos a otros, a ser solidarios y que nuevamente se vivan los valores familiares, de amistad, de vecindario que se han perdido.

Seamos responsables. Cuidemos nuestra salud, trabajemos mucho y con entusiasmo. Saldremos adelante, como lo hicieron tantas generaciones de salvadoreños antes que nosotros.

Dependemos de la ayuda de Dios y de nosotros mismos. Eso, en lugar de asustarnos, debe alegrarnos porque significa que hemos recuperado nuestra libertad y nuestra dignidad. Dejemos a nuestros hijos y nietos el invaluable legado de la responsabilidad individual.

 

Empresaria.