Esperanza

Que las señas son para el vivo y para el tonto los palos es la lección a aprender. Que la mejor disciplina es la interna, surgida del propio convencimiento y no del temor al castigo externo, de la lección su corolario.

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El último título que ganó FAS fue en 2009. / Foto Por Archivo.

Por Jorge Alejandro Castrillo

2020-05-22 9:23:37

La última quincena, nuestros actores políticos —¿alguna excepción?— montaron y ofrecieron un tristísimo espectáculo. Irresponsables. En los tiempos que corren, tal show inclina a la población a la desesperanza, a la depresión o a una más sana cólera y desencanto hacia ellos. Quienes están acostumbrados a ser responsables de sus propios actos y reacciones, miran incrédulos como estos actores se tiran la pelota unos a otros sin hacerse cargo de las consecuencias. Quienes creen que la escolaridad formal —con los defectos y limitaciones que se le quiera encontrar— educa el raciocinio, la personalidad y la disciplina de las personas, insistirán en trocar “instrucción notoria” por algunos requisitos formales mínimos para cargos públicos de importancia. Quienes creen que la política es una ocupación noble para servir y procurar el bienestar de los demás, han de estar asqueados con la concepción que los nuestros demuestran tener de su trabajo (empeñarse en demostrar quién es más agresivo, “vivo” y testarudo).
Los civiles de la llanura hacemos esfuerzos por vislumbrar alguna luz al final del túnel, por alimentar la esperanza. El otro día nos pareció verla en una entrevista televisada del presidente de la Cámara de Comercio e Industria del país. Presentaba los datos de la última encuesta que desarrollaron entre sus agremiados y, a partir de ellos, pinceló un desolador y patético panorama. Lo hizo de una manera ponderada, juiciosa, apegada a los datos, emocionada pero no acalorada. Insistió en la necesidad de cuidarnos todos, de encontrar puntos de acuerdo, consensos mínimos. No fue agresivo, no atacó a ninguno de los actores políticos, antes bien, mostró disposición a conversar con ellos para plantear los intereses de su sector, dada su importancia en la generación del ansiado crecimiento económico.
Quienes trabajan en comunicación social insisten en que la forma en que se dicen las cosas es casi tan importante como el contenido de lo que se comunica. En este sentido, la última intervención del presidente de la República en cadena nacional representó una mejora notable frente a las anteriores. Apareció solo en su despacho, tranquilo, leyendo un discurso previamente escrito. Se podrá estar en desacuerdo con lo que dijo o dejó de decir, pero se convendrá en que es la mejor manera en que la figura del mandatario es protegida de exabruptos emocionales o de innecesarias divagaciones del discurso, lo que podrá estar bien para otros contextos, pero no para el rol que debe desempeñar quien esté sentado en esa silla. “Cada quien es cada cual, y tiene sus cuadacualadas”, pero algunos roles que se asumen en la vida tienen aspectos que, para la sana convivencia de todos, es conveniente respetar. “El hábito no hace al monje, pero lo distingue”.
De esa y no de otra manera creo que deben entenderse las normas. La Constitución de la República es el resultado de años de experiencia compartida (sufrida, en el caso salvadoreño) por la sociedad. Como toda norma o regla, pretende facilitar la convivencia social. Por ejemplo, la división de los tres poderes (hoy órganos) del Estado no busca generar pleitos entre ellos ni aumentar la burocracia estatal, sino regular la manera en que las cosas deben hacerse para encontrar el equilibrio de la vida en sociedad. Es necesario no solo conocer las leyes sino también la historia de su génesis (informativo artículo el del Dr. Enrique Borgo Bustamante), su aplicación y evolución. “La mano de Dios” permitió, a guisa de ejemplo, que la selección argentina de fútbol se alzara truculentamente con el triunfo ante la selección de Inglaterra en el mundial de fútbol de México 1986, (disculpen el ejemplo los menores de 40 años). El VAR actual —innovación en el reglamento desde 2016— ya no lo permitiría.
Así como los médicos debieron enfrentarse ante la mejor forma de combatir el nuevo virus, esta vez fue el turno para los abogados. Ayer caducó el plazo de las leyes que nos obligaban a permanecer en casa. ¿Nos desbordamos sin control los salvadoreños a las calles? No. ¿Corrimos a nuestros puestos de trabajo, a los restaurantes, a las discotecas? No. Sensata y disciplinadamente nos quedamos en casa.
Que las señas son para el vivo y para el tonto los palos es la lección a aprender. Que la mejor disciplina es la interna, surgida del propio convencimiento y no del temor al castigo externo, de la lección su corolario. ¿Tuvieron que montar nuestros políticos ese peligroso teatro del absurdo de esta última quincena para convencerse que es mejor educar que castigar? Yo creería que no, pero si ellos aprendieron esa lección de disciplina y realidad que les ha dado el pueblo, hay aún espacio para la esperanza. Si no, significará que habrá que buscar otra manera para hacerlos entender pues habrán demostrado que no aprenden a señas.

Psicólogo.