Se cuenta que los poderosos zares de Rusia, deseando conocer a su pueblo y su estilo de vida, decidieron recorrer en el tren imperial las diversas poblaciones de su vasto imperio, donde millones vivían en extrema pobreza, soportando hambrunas y el espantoso frío del invierno. Pero los cortesanos hipócritas y aduladores, temerosos de perder sus beneficios, maquillaron la miseria colocando grandes vallas que pintaban bellísimos poblados, con frondosa arboleda y muchas flores, logrando así que los ingenuos soberanos, desde la comodidad de sus palacios en San Petersburgo, creyeran que sus funcionarios estaban realizando un excelente trabajo.
Y no es coincidencia si esto se parece al show del domingo cuando el Presidente Bukele inauguró la fachada y un pasillo del pomposamente llamado Hospital El Salvador. (Poco creativo el nombre, pues mejor hubiera elegido el de uno de los padres de la medicina salvadoreña, los doctores Emilio Álvarez, Manuel Enrique Araujo y Francisco Guevara, cuyos nombres ostentaban los antiguos quirófanos del Hospital Rosales. ¡Pero es mucho pedir que él y sus seguidores sepan tanto!). Las expectativas eran grandes, esperando ver la gran obra que el mandatario pregonó internacionalmente como el mejor de América Latina. Pero cuando se negó el ingreso a los medios de comunicación, que hubiera sido la mejor manera de que aun los opositores creyéramos en la verdad de esta promesa, Bukele demostró que todo era fantasía: un solo pasillo blanco, equipado e iluminado, pero sin realizar lo que se acostumbra en un acontecimiento semejante: un recorrido por las instalaciones.
Muy pronto se descubrió la cruel realidad, mediante fotografías y documentos del ISSS que es el propietario del equipo, su traslado por soldados, mientras en el Hospital del ISSS los pacientes conectados a oxígeno, permanecían en el suelo, a la par de improvisadas tiendas de campaña. De igual manera, los hospitales públicos ya saturados con enfermos de la pandemia, han visto disminuir drásticamente su ya escaso personal médico y sanitario, para trasladarlo al nuevo hospital. Y si el costo de este elefante blanco en su primera etapa sería de $25 millones, ¿por qué hubo que saquear el equipo del ISSS? Si el pabellón de CIFCO ya estaba equipado con aire acondicionado y otras facilidades, el destino de esos millones está dudoso, especialmente cuando no se tomó en cuenta la opinión de ingenieros y arquitectos especializados en construcción de redes hospitalarias, ni tampoco la de prestigiosos médicos que saben del tema mucho más que la tropa de aduladores que rodean a Bukele. Surgen las preguntas:
¿En qué forma van a tratarse aguas residuales y contaminantes, desechos hospitalarios, bio o no degradables (mascarillas, trajes) y desechos fecales?
¿Dónde permanecerán los cadáveres antes de ser entregados: morgue, cuartos fríos?
¿Dónde se lavará y desinfectará la ropa usada en las camas. Si es desechable, se cuenta con un incinerador?
¿Hay áreas destacadas para higiene y preparación de personal médico y de limpieza, debidamente separadas?
¿Está prevista la circulación entre áreas para que lo séptico no se mezcle con lo aséptico? ¿Cómo se está tratando el reciclaje del aire acondicionado?
¿Hay un área especial prevista para la basura, tomando en cuenta que el hospital está construido en una zona altamente urbanizada, con negocios que reciben grandes cantidades de turistas y visitantes locales?
Señor Presidente: Si usted o sus ministros pueden responder a las preguntas anteriores y se permite a la prensa visitar el hospital, comprobaremos que es una realidad. De lo contrario, nos cabe el derecho de confirmar que es una mentira más y que usted cree que los salvadoreños somos tan ignorantes que puede engañarnos como los zares rusos a los pobres mujiks, sus vasallos.
Maestra.