La desidia de educarse "en-línea"

Tengo a bien percibir que en esta pandemia ha prevalecido la premisa de la conveniencia y el acomodamiento al letargo o la pereza. También ha despuntado el abandono por la educación en comunidad que tan bien nos hace para forjar carácter y para fortalecer nuestros conocimientos junto a los compañeros.

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Marcelo Arévalo en pleno duelo final junto a Giuliana Olmos. Foto: AFP

Por Eleonora Escalante

2022-01-20 8:25:07

Durante las recientes vacaciones de fin de año tuve la oportunidad de conversar con algunos familiares sobre las ventajas y desventajas de la educación “en-línea”, no desde el punto de vista teórico, sino experimental.

De entrada, durante la plática resonó que la educación “en-línea” parece más cómoda y conveniente tanto para los alumnos como para los padres de clase media y clase alta del país. Las ventajas que muestra son múltiples, especialmente porque los padres han dejado de ser motoristas. También, los estudiantes, no tienen el compromiso del ritual de levantarse temprano, bañarse, acicalarse con sus uniformes limpios a diario, o siquiera preguntarse si es día uniforme de deporte, o si hay alguna tarea que deben llevar escrita en papel o hacer una presentación en cartulina. Aparentemente, ahora los padres endeudados y pagando cuotas de un Smartphone o laptop rediseñaron su casa para ofrecer a cada hijo un espacio de estudio computarizado.

Por otro lado, las desventajas de la educación virtual son evidentes: este tipo de alumnos aún extrañan a sus compañeros, sus clases de deporte, sus recreos y meriendas, más sin embargo opinan estar más tranquilos por que evitan las desavenencias, el acoso escolar, o más de algún golpe resultado de cualquier pelea. En una frase, parece ser que los alumnos de este grupo social-económico están ya acostumbrados a usar la plataforma “en-línea” de conveniencia. Sin embargo, para la mayoría de los estudiantes pobres, de zonas rurales, o de zonas urbanas necesitadas, la educación “en línea ha sido toda una odisea”. Aunque estos padres han hecho malabares para conectarlos vía datos móviles de pre-pago; más del 80% de los alumnos del país, han sacrificado su educación de “antes” vía presencial que, si bien no era tampoco muy buena, y ahora si acaso, y a justas, han logrado pasar el grado en mitad de la tiniebla de la ignorancia.

Por otro lado, los profesores también sugieren estar más cómodos ya que evitan salir de su casa temprano. Sin embargo, para aquellos que dictan sus clases desde el salón de clases bajo modalidad semipresencial, el trabajo es doble, porque ahora están con un ojo en su escritorio del salón con proyectores, y con el otro ojo viendo hacia su computadora en videoconferencia, tratando de mantener las caritas de sus alumnos al pendiente.

De lo anterior, tengo a bien percibir que en esta pandemia ha prevalecido la premisa de la conveniencia y el acomodamiento al letargo o la pereza. También ha despuntado el abandono por la educación en comunidad que tan bien nos hace para forjar carácter y para fortalecer nuestros conocimientos junto a los compañeros. Pareciera que también se ha impuesto la idea del “algo es mejor que nada” antes que la excelencia educativa, que ya nos hacía falta antes de la pandemia, y que ahora ha caído más y más bajo que antes. Nuestra famosa PAES que apenas si raspábamos el 5.0, ahora con la prueba AVANZO que es más estandarizada a otros esquemas mentales menos estrictos, tampoco fue aprobada con éxito el año pasado.

En resumen, nuestro país, al optar durante dos años por la educación digital en línea, no muestra niveles de progreso alguno al comparar con el anterior modelo presencial. Una computadora e internet no hace más excelente a nadie, mucho menos Google. La virtud de la educación radica en la calidad de excelencia de los profesores bien capacitados, por lo que, si esto no cambia, ni a patadas habrá una mejora formativa con el modelo “virtual” tampoco.

“El solo hecho de poner una computadora frente a un estudiante no mejora la educación”. J. Klein.