Houston, tenemos un problema… con las clases virtuales

El acompañamiento de las autoridades académicas dentro de los centros educativos ha sido, cuanto menos, deficiente, aunado a defectuosos procesos de comunicación institucional interna en muchos casos.

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El pequeño perdió en un lapso de cuatro meses a sus padres. Foto de referencia/ Pixabay

Por Jorge Martínez

2020-11-28 3:30:59

El 11 de marzo, el presidente Bukele anunció la suspensión de las actividades académicas en todos los niveles como una medida preventiva por 21 días. La decisión, que muchos vieron como una medida temporal, gozó de la aprobación de la mayoría de la opinión pública, puesto que, a pesar de no haber reportado oficialmente ningún caso de COVID-19, el gobierno actuaba de forma temprana ante la amenaza de la pandemia. Sin embargo, lo que en principio parecía una medida transitoria vino para quedarse: nueve meses después hay poca claridad aún sobre los protocolos para la reanudación de las actividades presenciales en los centros educativos.
La misión de implementar clases a distancia encarnaba de por sí muchos retos agravados por las evidentes carencias de nuestro sistema educativo como una deficiente capacitación docente, pobre infraestructura y escaso acceso a recursos pedagógicos. A estas condiciones se le sumó una dificultad mayor en este proceso de adaptación a la “nueva normalidad”: el limitado acceso a internet dentro de los hogares de la familia salvadoreña. Más de la mitad de las familias no cuenta con una conexión de red. Está claro que, desde el Ministerio de Educación, se intentaron implementar diversas estrategias para paliar los efectos de esta brecha digital, como transmitir las clases por televisión; sin embargo, es necesario preguntarse si todas estas medidas han contribuido realmente a dar continuidad al aprendizaje de forma efectiva.
Después de 260 días de aprendizaje a distancia, en el caso particular de las universidades, la respuesta es un no rotundo. Para la educación superior, las estrategias de seguimiento han sido más variadas, pero claramente ineficientes. Para aquellas instituciones en las cuales los estudiantes y docentes cuentan con manejo de recursos tecnológicos, se han utilizado herramientas como Zoom o Google Meet para impartir las clases y plataformas de gestión de aprendizaje para realizar evaluaciones y entrega de tareas. Sin embargo, en una coyuntura extraordinaria que demanda soluciones adaptables a la nueva realidad no se han reevaluado aspectos como la carga académica, la metodología de los cursos o el formato de las evaluaciones. Muchos estudiantes, por esta razón, se sienten sobrecargados e ignorados por sus autoridades educativas que parecen hacer caso omiso a las quejas del alumnado.
El acompañamiento de las autoridades académicas dentro de los centros educativos ha sido, cuanto menos, deficiente, aunado a defectuosos procesos de comunicación institucional interna en muchos casos. Por estos motivos, la experiencia de aprendizaje se ha tornado pesada y molesta y, contrario al discurso más generalizado, esto no se debe a que “los estudiantes no le echen ganas” o no tengan ganas de aprender, sino a que el proceso de adaptación ha sido fallido. Aprendiendo dentro del hogar, resulta imposible ignorar otros factores que intervienen en el correcto aprovechamiento de los recursos de aprendizaje como las condiciones del hogar, la salud mental de los estudiantes, entre otros. Esta experiencia puede servir como punto de partida para agudizar la discusión sobre la importancia de brindar acompañamiento psicoemocional dentro de los recintos educativos que, si bien ya se implementa en muchos casos, es insuficiente.
Finalmente, no podemos obviar que, así como para los estudiantes, para los docentes y autoridades académicas la adecuación a lo virtual ha tenido diferentes retos y que ellos no son ajenos al ambiente de incertidumbre y problemas emocionales generados a partir de esta situación. Además, resultaría parcial no reconocer el notable esfuerzo que algunos docentes han realizado para aprender a utilizar las herramientas digitales requeridas para llevar sus clases de la mejor manera en estos meses. No obstante, los estudiantes hemos sido resilientes comprendiendo la situación, sin embargo, esta condescendencia no debe interferir con nuestras demandas de una mejor educación. Parece que el anuncio del retorno a las actividades académicas presenciales, o semipresenciales, es inminente. Lo vivido y las experiencias adquiridas deben servir de ejemplo para mejorar la experiencia educativa en aspectos como la comunicación autoridad-profesor-estudiante y la importancia del acompañamiento y ayuda psicoemocional dentro de la universidad.

Estudiante de Economía y Negocios, presidente del Club de Opinión Política Estudiantil (COPE), ESEN