Que nos quiten lo bailado

Entre la precaria situación económica y el relato oficial hay un factor que poco a poco termina por poner todo en su lugar: la realidad. Una situación teñida por la pandemia; de la que pienso que, poco a poco irá disminuyendo su efecto: ya sea por las vacunas o por la llamada inmunización de rebaño.

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El Movimiento de Policías denunció que el personal policial no recibió los insumos de bioseguridad en plena crisis de la pandemia, lo que causó que muchos agentes se contagiaran. Algunos agentes tenían que comprar mascarillas y alcohol gel, aseguró. Foto EDH / Archivo

Por Carlos Mayora Re

2021-01-01 6:23:17

Hemos terminado un año para el que es difícil encontrar palabras. Decir que 2020 fue diferente quizá terminaría por ser lo más adecuado. Para muchos ha sido un año de lecciones, pero quizá para menos habrá sido de aprendizajes. A saber. Cada uno juzgará cómo le fue, qué aprendió, qué desilusiones le trajo, qué logros conquistó, y cómo todo lo sucedido le ayudó a ponderar la familia, el trabajo, la paz social, su fe…
Un año diferente: meses de encierro, zozobra, teletrabajo, pérdida del empleo, nuevas oportunidades laborales, conocimiento a fondo del talante de la organización en la que se trabaja… etc. Algunos habrán contraído la enfermedad, otros todavía viven entre el cinismo (todos nos vamos a contagiar) y la desesperación (no hay nada que hacer…); o, simplemente, en la espera de que la vacuna regrese las cosas a su cauce.
Políticamente, en el sentido original del término: lo que interesa a la ciudad y a la vida en común, hay temas importantes: la política en sí, la economía, la salud, la educación, la paz social.
Destacaría las ilusiones perdidas de quienes esperaban que los que nos gobiernan hubieran estado a la altura de las circunstancias, la omnipresente improvisación en la administración de la res pública, la creación de falsos relatos orientados a manipular, la siembra sistemática del odio como plataforma para construir un populismo rampante, el deterioro de la atención sanitaria para enfermos crónicos; el crecimiento de la pobreza, un año perdido para la educación formal, la transformación de la economía por el cierre de tantas empresas y el auge de otras, etc.
Como reza el dicho… “que nos quiten lo bailado”. Cerrado 2020, al menos en lo que a calendario se refiere, nos conviene mirar el 2021 ¿Qué podríamos esperar? Una pregunta con respuesta personal. Sin embargo, atisbando el horizonte, podrían preverse algunas condiciones. Ciertamente matizables, incompletas, subjetivas; pero importantes.
Lo primero que se viene a la mente es la delicada situación de las finanzas públicas. La deuda pública ha crecido desmesuradamente y no se ve modo de afrontar el problema adecuadamente. No hay que ser un Nobel de economía para darse cuenta de que las cuentas no cierran; aunque para lo que sí habría que serlo es para encontrar el modo de salir del hoyo. Entonces, habrá que ser previsor y saber que el tema fiscal se va a complicar y el manejo de los fondos públicos seguirá siendo azaroso; con todo lo que esto implica para la economía privada, inversión, creación de fuentes de trabajo, estabilidad laboral, política monetaria, etc.
Si hay deterioro económico, seguramente habrá deterioro en la paz social. No sólo por el crecimiento de la delincuencia común, sino también por el frágil equilibrio de un plan de seguridad que parece depender vitalmente de los fondos económicos que se le destinen.
Lo segundo es la presencia –y previsible aumento- de los procesos que se están utilizando para poner en la opinión pública “verdades” a conveniencia. Creación de relatos, organización de medios de comunicación con una clara agenda al servicio de “verdades” no sólo políticamente correctas sino, principalmente, políticamente convenientes (y redituables, en términos electorales).
Sin embargo, entre la precaria situación económica y el relato oficial hay un factor que poco a poco termina por poner todo en su lugar: la realidad. Una situación teñida por la pandemia; de la que pienso que, poco a poco irá disminuyendo su efecto: ya sea por las vacunas o por la llamada inmunización de rebaño.
Pero entonces la cosa empeorará, pues ya no habrá a quién culpar, de qué pretexto echar mano para conseguir fondos ilimitados… habrá llegado la hora de la verdad, que tendrá consecuencias importantes. A menos que esa “verdad” siga siendo mediada por un poderoso aparato de propaganda, presentada –y aceptada– por una masa deseosa de ser engañada para poder seguir viviendo como si todo fuera magnífico, cuando –evidentemente- estaría por estallar una tormenta político-económico-social perfecta.

Ingeniero/ @carlosmayorare