¿Avanzamos?

No tenemos mucha información de la prueba. Es difícil opinar de manera responsable cuando se cuenta con poca información. Sabemos sólo que se separó de su objetivo único inicial –medir el aprendizaje– para incluir también la medición de actitudes, opiniones e intereses vocacionales. Esto complicará más ponderar la validez de la prueba (que mida lo que pretende medir).

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Messi y compañía, en el último entreno antes del juego ante el Bayern. / Foto Por EFE

Por Jorge Alejandro Castrillo Hidalgo

2020-09-18 8:54:56

El Ministerio de Educación había informado que, debido a las circunstancias en que se desarrollaron las clases la mayor parte de este año, se estaba considerando cambiar la naturaleza de la prueba que se ha venido empleando para tomar el pulso al aprendizaje de los estudiantes. Eso era razonable: la cuarentena había servido para que nos hiciéramos a la idea de lo esencial que resulta la constancia y presencia del docente para el mejor aprendizaje de los alumnos. Eso era comprensible, sobre todo porque era una decisión que centros de estudio de todos los niveles habían tenido que tomar por las mismas razones. Eso era esperable: los países del hemisferio norte, a quienes la cuarentena los sorprendió casi al final de su año escolar ya habían tomado decisiones al respecto. En cierta manera, “habían dado copia” de cómo habían resuelto ellos el problema de la evaluación final.
Los centros de estudios serios, desde kindergarten hasta universidades, conscientes de que ofrecer una buena educación a sus estudiantes seguía siendo su objetivo principal, se enfocaron en apoyar hasta donde les fue posible la labor docente de sus maestros través de la tecnología, asumiendo casi por entero los costos implicados en ello. Esa es la cara de la moneda que las instituciones de educación mejor pueden controlar: la enseñanza. Como adultos que, por propia experiencia, conocen la diferencia que hace una buena educación en el nivel de vida de las personas, los padres de familia se preguntaban por las consecuencias que este año de estudios casi perdido tendría en sus hijos. No estoy seguro si los estudiantes aprendieron bien la lección que la vida les ha dado: los padres apoyan, las escuelas ayudan, los maestros facilitan, pero es cada alumno el responsable último de sus propios aprendizajes.
Porque todos entendíamos las peculiaridades de este año lectivo y porque comprendíamos el problema que tenían en sus manos, me dejó mal sabor de boca la conferencia de prensa de las autoridades de educación, de innovación y tecnología del gobierno para anunciar la nueva prueba AVANZO. No diré que la tenían fácil, pero no era tan difícil escapar al ya cansino guion oficial de que “por primera vez en este país…”. Lo peor que le tocó leer a la señora Ministra fue eso del “…carácter punitivo (¿?) de los ítems de la PAES… (con enfática pronunciación en inglés, aunque la palabra ítem existe en español con el significado de: “cada una de las partes o unidades de que se compone una prueba, un test, un cuestionario). Su mejor momento, fue cuando reconoció que “cualquier intento de exonerar a los estudiantes de la prueba, de poder medir sus logros, es negarles el derecho de medir sus propios aprendizajes que han alcanzado y que los proyecten hacia el futuro”. Imagino que recordó aquel estudiante subido en el árbol a quien el presidente regaló una computadora y sistema de conexión a internet, ¿arrostraba él sus dificultades de conexión para jugar jueguitos de video o para aprender bien ahora y no comprometer su futuro? ¿Cuánto apostamos que a él sí le gustaría demostrar que, a pesar de todos los problemas, había aprendido lo que los programas indican que debía aprender al final de su bachillerato? Sostengo por convicción persona que las buenas y justas evaluaciones son muy apreciadas por todos los participantes: quienes las dan y quienes las toman.
La participación del viceministro dejó claro que se han confundido medios con fines, que lo verdaderamente novedoso de la prueba será cómo se presentará a los estudiantes: la virtualidad. Con aplomo y seguridad explicó a la prensa que la prueba iba a estar “colgada” 18 horas por zona pero que, por razones de equidad (¿?) los estudiantes tendrán “solo” ocho horas para completarla (“de 6 a 6, de 7 a 7, de 8 a 8”). Yo al principio no me lo creía cuando me lo contaron, pero es cierto, ¡quedó grabado! Bueno, un error así … ¿lo puede cometer cualquiera?
No tenemos mucha información de la prueba. Es difícil opinar de manera responsable cuando se cuenta con poca información. Sabemos sólo que se separó de su objetivo único inicial –medir el aprendizaje– para incluir también la medición de actitudes, opiniones e intereses vocacionales. Esto complicará más ponderar la validez de la prueba (que mida lo que pretende medir). Tendrá sí una ventaja: nadie podrá ya saber si los estudiantes salen mejor o peor preparados. Habrá que esperar por criterios externos: empleadores, universidades nacionales o internacionales, esfuerzo adicional que tendrán que hacer los estudiantes para “alcanzar” a quienes sí estudiaron.
Ojalá que con esta medida las autoridades no estén firmando también la profundización y permanencia de inequidades que solo la educación puede minimizar y hacer desaparecer.

Psicólogo /sicastrillo@gmail.com