Otros políticos de turno

Ahora que figuras populistas han ganado adeptos en Latinoamérica, la lección más importante que dejaron los sucesos propiciados por la captura de Guzmán es que los políticos de turno, aunque se vendan como outsiders o distintos a “los mismos de siempre”, no dudarán en ceder el poder a grupos criminales y tratar de esconderlo o justificarlo con tal de beneficiarse

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Para suplir la falta de agua, la Anda pondrá a disposición de sus usuarios camiones cisterna (pipas). Foto EDH/archivo / Foto Por Archivo

Por Carlos Ponce

2019-10-24 7:55:25

La reciente captura fallida de Ovidio Guzmán en México, hijo del Chapo Guzmán, pone sobre la mesa el tema de la gobernanza criminal. Este es un problema grave en varios países latinoamericanos que, por lo general, no se discute y permanece escondido detrás de una realidad ficticia fabricada por los políticos de turno, muchas veces en contubernio con grupos criminales. Resulta relevante reflexionar cuál es la lección que esta coyuntura deja para los países latinoamericanos.

Los sucesos generados a partir de la detención de Guzmán ilustran perfectamente cómo la interacción entre estados y organizaciones criminales fluctúa entre compartir y disputar el monopolio de la autoridad y el poder coercitivo. A punta de pistola, el cartel de Sinaloa obligó al Gobierno mexicano a que liberara al hijo del Chapo. Quedaron claras la impotencia y fragilidad del Estado en la pelea por el poder contra los grupos criminales. Se desvaneció temporalmente la ilusión creada por los políticos de turno que hacen todo lo posible por aparentar que el control lo ostentan las autoridades cuando, en realidad, se comparte con (o se entrega a) grupos criminales, en muchas ocasiones de forma voluntaria.

La debilidad o ausencia del Estado en partes importantes de muchos países latinoamericanos es una condición elemental para que se desarrolle y mantenga la gobernanza criminal. En este tipo de contexto, el más fuerte se apodera y ejerce la autoridad que de otra forma ejercerían los gobiernos locales y centrales. Hay múltiples ejemplos en la literatura que ilustran cómo los usurpadores imponen su propio conjunto de reglas y mecanismos para hacer que se cumplan. Esto se aprecia diariamente en situaciones que muchos ya ni ven con extrañeza. Un excelente ejemplo es el surgimiento y prevalencia de los cuida-carros, que autoproclaman como suyos segmentos de la vía pública y exigen pago a quienes quieran estacionarse allí.

La literatura sobre el tema explica que los grupos criminales tratan de monopolizar estos vacíos de autoridad. Poco a poco, imponen sus propias reglas y, a puro pulso, hacen que las personas asignen más importancia al cumplimiento de sus normas que a respetar las leyes y regulaciones oficiales. En nuestro país, por ejemplo, las personas se preocupan más por cumplir los procedimientos definidos por las pandillas para ingresar después de cierta hora a las colonias que controlan, que por no sobrepasar el límite de velocidad o usar el cinturón de seguridad.

Mientras más sofisticados son los grupos criminales que usurpan y monopolizan el poder, menos evidente es que ellos tienen el control. Los modelos evolutivos sugieren que las organizaciones criminales más refinadas conscientemente buscan ser menos visibles a medida logran establecer arreglos con el estado y otros actores de su entorno que garantizan la concesión de poder y autoridad. Cuando las partes tratan de recalibrar sus posiciones en este tipo de arreglos, sin embargo, la lucha por el poder puede volverse visible. Para muchos, este es el escenario que se presentó en México.

Ahora que figuras populistas han ganado adeptos en Latinoamérica, la lección más importante que dejaron los sucesos propiciados por la captura de Guzmán es que los políticos de turno, aunque se vendan como outsiders o distintos a “los mismos de siempre”, no dudarán en ceder el poder a grupos criminales y tratar de esconderlo o justificarlo con tal de beneficiarse. Como quieran pintarlo, acceder a este tipo de arreglos lleva, tarde o temprano, a luchas por el poder como la que se apreció en Culiacán, a costa de vidas inocentes. Los políticos que buscan esta clase de contubernios lo hacen motivados por sus propios intereses y no por los de “el pueblo” de quien dicen ser voceros. Abandonar el pensamiento y ojo crítico ante esto personajes no es opción.

Criminólogo

@_carlos_ponce