Se deteriora la relación con EE.UU. y no hay Disney en China

En las actuales condiciones del país, y tomando en cuenta todos los costos socioeconómicos y políticos que conlleva el deterioro de nuestras relaciones con EE. UU., el gobierno salvadoreño no puede darse el lujo de irse a los brazos de China (ahora menos abiertos ante la posible recomposición de sus relaciones con EE. UU.)

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Por Roberto Rubio-Fabián

2021-02-21 9:20:38

En las relaciones del Gobierno de Estados Unidos con el gobierno salvadoreño se constata un franco proceso de deterioro. Ahí están las señales: desde las cartas dirigidas a Bukele por congresistas demócratas y republicanos expresando serias preocupaciones por sus acciones antidemocráticas, pasando por los mensajes de advertencia de funcionarios y congresistas demócratas de que la agenda democrática y anticorrupción será la que marcará las relaciones con Estados Unidos, hasta llegar al reciente rechazo de funcionarios del Gobierno Biden de reunirse con Bukele.
¿A qué se debe ese deterioro? En general, debido a dos agendas contrapuestas. Por un lado, la agenda del gobierno norteamericano ha dado un vuelco sustantivo: si con Trump la agenda prioritaria con los países del Triángulo Norte era la migratoria, ahora con Biden la prioridad son los principales factores que estimulan la migración: déficits democráticos, corrupción y falta de crecimiento económico. En sentido contrario va la agenda del gobierno salvadoreño: concentrar poder por medio de sistemáticas acciones antidemocráticas, y concentrar riqueza por medio de prácticas corruptas. Dos piezas claves de soporte del proyecto populista.
Esas dos agendas contrapuestas están llevando a un previsible proceso de deterioro de aquellas relaciones. ¿Qué consecuencias se derivan de ello? ¿Le conviene esto al país?
Por un lado, están las consecuencias sobre algunos funcionarios del gobierno salvadoreño. La supresión de visas para entrar a Estados Unidos (aplicación de la lista Engels) es más que un impedimento de visitar Disney. No podrán visitar a sus parientes, ni mandar a sus hijos a costosas universidades, comprar apartamentos en Miami, crear o visitar sus negocios (todo ello financiado con nuestros impuestos), y sus cuentas y operaciones bancarias en otros países estarán bajo sospecha, entre otras implicaciones. Desgraciadamente para ellos, no hay Disney en China.
Adicionalmente, en la nueva agenda del gobierno norteamericano cobrarán mayor relevancia otros instrumentos de sanción a los funcionarios corruptos y antidemocráticos: la llamada Ley Magnitsky, la lista OFAC (Oficina de control de activos extranjeros) también conocida como lista Clinton, y el reciente “Decreto de Compromiso Aumentado de Estados Unidos con el Triángulo Norte”, contemplado en la ley de estímulo económico del presidente Biden (Decreto H.R. 2615). Con estos instrumentos, EE. UU podrá aplicar fuertes y variadas sanciones a extranjeros: bloqueo o embargo de propiedades o activos en EE. UU; prohibición a ciudadanos/empresas estadounidenses de hacer negocios con las personas sancionadas y sus empresas; rastreo de sus cuentas bancarias en otros países; aplicación de leyes que persiguen el lavado de dinero; también caben solicitudes de extradición y juicio dentro de los Estados Unidos.
Al respecto, los corruptos deben saber que cada vez más se les cierra la posibilidad de esconder su dinero mal habido, aún en paraísos fiscales. Y no creo que les interese mucho esconder sus dineros en Yuanes o Rublos.
Por otro lado, el gobierno salvadoreño debe pensar bien las consecuencias de su alejamiento/confrontación con EE. UU. No sólo se trata de que es nuestro principal socio comercial, o la mayor fuente de divisas/remesas/inversiones, o del peso de los EE. UU. en los organismos financieros internacionales, es decir de todos los aspectos económicos que se verían seriamente afectados con el deterioro de dichas relaciones. Los más de dos millones de salvadoreños no sólo mandan remesas, sino que tienen influencia sociopolítica importante sobre miles de familias en nuestro país. Echarse en contra a buena parte de los salvadoreños en el exterior y sus familias acá, no es bueno para ningún gobierno. Si acaso coquetean o chantajean con irse con China ante la confrontación con EE. UU., deben tomar en cuenta que no hay más de dos millones y medio de compatriotas en China.
En las actuales condiciones del país, y tomando en cuenta todos los costos socioeconómicos y políticos que conlleva el deterioro de nuestras relaciones con EE. UU., el gobierno salvadoreño no puede darse el lujo de irse a los brazos de China (ahora menos abiertos ante la posible recomposición de sus relaciones con EE. UU.). El Gobierno y Congreso norteamericanos deben saber eso, y no dejarse impresionar con el “si no me quieren me voy con los chinos”.
Pero la consecuencia más grave del deterioro de las relaciones con EE. UU recae sobre toda la población, pues de una forma u otra podrá derivar en afectación de las remesas enviadas, en la economía familiar, en el empleo, en las facilidades migratorias, en las inversiones, en las tasas de interés, en las posibilidades de obtener créditos internacionales y/o dólares, etcétera. Lastimosamente, los riesgos de que esto ocurra son grandes. Pero tal parece que a Bukele no le importa.

Economista, Director de FUNDE y Representante de Transparencia Internacional