OPINIÓN: Las sociedades neuróticas

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Manuel Hinds / Foto Por Archivo

Por Manuel Hinds

2021-10-14 7:53:11

La propensión a echar a otros la culpa por algo de lo cual uno mismo es culpable es una característica de gente fracasada que, por no enfrentarse a sus propios errores, los sigue cometiendo día a día y termina su vida llena de amargura, sintiéndose víctima de, y odiando a, esa persona, grupo o circunstancia a los que ella culpa de todo. A través de su vida, esa gente se vuelve adicta a la victimización —el sentirse que si ha fracasado es porque otros la han traicionado.

Lo mismo es característico de ciertos pueblos, que, colectivamente, buscan siempre algún culpable de todos sus problemas, y se victimizan también sin querer aceptar que ellos, como dijo Amado Nervo, han sido los arquitectos de su propio destino. Ninguna región del mundo es tan adicta a esta perversa satisfacción como la América Latina.

Tome el caso de El Salvador. En este país, el presidente Mauricio Funes le echaba la culpa de todas las penurias del país a “los veinte años de ARENA”. Fue muy popular, no porque hiciera algo por el pueblo, sino porque le dio un pretexto para su fracaso y una justificación para el odio que éste genera. Pero luego el actual presidente incluyó al mismo Funes y a su sucesor Sánchez Cerén en la culpabilidad de “los mismos de siempre”, extendiendo el período de victimización a más que cincuenta años para cubrir la guerra y la preguerra.

Pero esto no es nada en un continente en el que los pobladores creen que ha habido un grupo, “los políticos”, que los ha engañado por 200 años seguidos, con el mismo truco de culpar a los políticos del pasado para ocultar lo que ellos hacen en el presente. Peor todavía, la misma gente extiende la culpa hasta Cristóbal Colón. Y es a ese hombre, y al país que financió su viaje, que hay que echarle todas las culpas de por qué América Latina es pobre, por qué no hemos sido nosotros los que hemos lanzado cohetes a la Luna ni hecho descubrimientos científicos, por qué tenemos tanto crimen (mucho más que de donde vino Colón), por qué tenemos una salud deficiente, por qué no hemos podido crear un solo país desarrollado en la región en todo este tiempo…todo debido a que a Colón se le ocurrió llegar hace 529 años. Muy satisfactorio para la neurosis colectiva.

Por supuesto, a cualquiera se le ocurre preguntar, ¿y en 500 ó 200 ó 50 ó 30 ó 10 años los latinoamericanos no han podido rectificar cualquier mal que pudieran haber heredado de los españoles descubridores, conquistadores o colonizadores, o de los políticos del siglo XIX o XX, o XXI? Si no lo han corregido, son más culpables que todos a los que culpan. En el término de una vida, Singapur, Corea del Sur, Taiwán, Japón, Hong Kong, han saltado del subdesarrollo al desarrollo, corrigiendo problemas que eran peores que los nuestros. No se sentaron a victimizarse, no se quedaron buscando culpables, actuaron hacia el futuro.

Los que lograron esto no fueron los políticos, que ofrecen las cosas que la gente quiere. En esos países la gente estaba dispuesta a desarrollarse, y exigieron que el gobierno invirtiera en educación y salud. Los latinoamericanos siempre han buscado políticos que les ofrezcan todo por nada, que les confirmen las ideas que justifican el deseo de ganar las riquezas de las naciones educadas sin tener que educarse, que han querido que haya instituciones, pero para los demás y no para ellos, que se las deben poder saltar.

Eventualmente, el pueblo se sentirá victimizado por el presidente actual, y se rasgará las vestiduras diciendo que lo han vuelto a engañar, olvidando que ellos mismos, sabiendo quién era, sabiendo que no les iba a dar nada sino sólo una salida para que ventilaran sus odios, lo eligieron y le dieron la mayoría calificada en la Asamblea. Y el pueblo entonces buscará otro gobierno igual, para que le dé los mismos espejitos y los llene de odio contra los actuales y pasados, evitando siempre que alguien les diga que si han sido pobres y explotados por tantos siglos es por ignorantes y llenos de odio, y que, si quieren que este círculo vicioso se acabe, tendrán que exigir a los líderes que dejen de usar al pasado para esconder el presente, que inviertan en educación y salud para dar un futuro al país y que se laven del odio que ya ha producido una guerra y muchos sufrimientos.

Máster en Economía
Northwestern University