En Navidad y Año Nuevo: “¡Hola soledad!”

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Virgina Roberts afirmó que fue forzada por Epstein a mantener relaciones sexuales con el príncipe Andrés, lo que este niega. Foto/ AFP

Por Rolando Monterrosa

2021-12-30 6:00:12

Soledad, singular sentimiento que se experimenta en cualquier época del año; como lo ilustra el cantante cubano, Rolando Laserie: “¡Hola soledad, casi siempre estás conmigo, te saluda un viejo amigo…!”. Sin embargo, parece que la soledad se agudiza en la temporada de Navidad y Año Nuevo, fechas de intensa alegría para muchos, pero de profunda melancolía para otros.

¿Qué es la soledad? Definir este concepto es tan difícil como tratar de meter en un párrafo de tres líneas los inmensos contenidos que hallamos en amor, mal, justicia y otras inquietas palabras colibrí que no se dejan enjaular.
Resulta más fácil describir los efectos que la soledad produce, ya sea adoptada o impuesta.

La soledad voluntaria es aquella que el individuo escoge al apartarse del mundo. El ejemplo extremo es el de los estilitas (estilo o columna), también conocidos como “ermitaños de columna”. Uno de los más famosos fue el estilita, Simeón, monje de la Antigua Iglesia de Oriente, (390-459) quien permaneció cerca de 40 años sobre una plataforma colocada en lo alto de una columna, en Alepo, Siria. Tenía seguidores que le consideraban santo y le asistían con provisiones y removían sus desechos.

Hoy tenemos entre nosotros a modernos solitarios voluntarios que se niegan a recibir visitas o a hacer vida social, que pasan su tiempo dedicados a leer, a oír música, a cuidar de sus jardines y a monologar con sus mascotas. También están los que malgastan sus horas viendo televisión o con videojuegos.

La otra soledad es la inducida desde el exterior, la que sufren aquí muchos enfermos, ancianos, presos, a quienes nadie ni siquiera sus parientes, visitan. No obstante, hay autores que sostienen que la soledad no es sólo la ausencia de otras personas, sino también la que se produce en medio de multitudes. Este efecto es frecuente en personas con niveles de inteligencia, sensibilidad y formación cultural más altos que los de aquellos que gravitan en sus alrededores, por lo que no encuentran pares para compartir sus inquietudes, preferencias, proyectos.

Se sienten extranjeros entre conversadores banales, entre espíritus chatos, que reducen sus mundos a meras experiencias sensoriales, con preeminencia de vientres y genitales.

Pregunté a un amigo septuagenario: ¿Cómo decís que estás solo si siempre tenés cerca a tu familia y a tus amigos? “Mirá -me dijo--, de pronto dejo de verlos y escucharlos, porque hace rato me cansé de su continuo parlotear sobre sus enfermedades, de lo cara que está la vida, de la corrupción de los políticos; es entonces que me doy cuenta de que estoy solo”.

Hay, asimismo, un nuevo tipo de soledad generada por la tecnología diseñada, paradójicamente, para propiciar la comunicación interpersonal. Es la soledad virtual, la de quienes cada día abren sus correos electrónicos, sus FB, sus tuits en la computadora, en sus “smartphones” o en sus tabletas, sin hallar en ellos el ansiado “e-mail”, el “post”, el Instagram que esperan de sus hijos, familiares o de sus parejas.

También está la soledad que experimentan, en particular los jóvenes, según me cuentan mis nietos y sus amigos, que han sido objeto del llamado, “ghosting”, aquellos que, sin anuncio ni explicación, fueron expulsados, por razón válida o no, del acceso a los sitios privados de quienes consideraban sus más cercanos “ciberamigos”: es frecuente en las redes sociales. El “ghosting” ---dicen mis informantes---, cuando es practicado por un grupo contra un solo individuo, se convierte en un “ciberlinchamiento” y, en “ciberhomicidio”, cuando el acto de repudio se produce entre un sujeto y otro. Comprendo que, en efecto, es una muerte virtual que acentúa el sentimiento de la soledad.

Por algún motivo las soledades conocidas parecen adquirir mayor intensidad emocional durante las celebraciones de final de año en las que se ve a las personas intercambiando expresiones de amistad, de afecto, de amor, de cercanía espiritual y física. Las fiestas, los abrazos, los mejores deseos, punzan el corazón de quienes tienen silenciosas familias lejanas o carecen de amigos o de algún tipo de compañía. ¡Hagámosles partícipes del júbilo propio!

Invito a olvidar por un instante el turbulento jirón de historia que vivimos y a volver la vista hacia cualquier solitario conocido o, en su defecto, mandar un mensaje por las redes sociales a las personas olvidadas o rechazadas: esos mensajes les reafirmarán que aún importan.

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¡Felices Navidad y Año Nuevo, amigos!