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México vs. la OEA: ¿defensa de la soberanía o rechazo a la rendición de cuentas?

En mi opinión, el informe de la OEA acierta al desaconsejar replicar el modelo mexicano de elección judicial, debido a los numerosos riesgos.

Por Daniel Zovatto

El reciente enfrentamiento entre el gobierno mexicano y la Organización de los Estados Americanos (OEA) en torno al informe preliminar sobre las elecciones judiciales del pasado 2 de junio refleja un creciente malestar del oficialismo frente a los mecanismos internacionales de observación electoral democrática.

La Cancillería mexicana, respaldada por la presidenta electa Claudia Sheinbaum, acusó a la OEA de “injerencismo” y le exigió que “se guarde sus recomendaciones y comentarios” sobre la manera en que México elige a los representantes del Poder Judicial. Previamente, el presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, también había arremetido con dureza contra la OEA, descalificando en términos vehementes el informe preliminar de su misión de observación electoral. Durante las últimas 48 horas, el nacionalismo mexicano brilló con fuerza, aunque con argumentos endebles a la hora de defender la soberanía del país y cuestionar la supuesta injerencia de la OEA.

El comunicado oficial del gobierno —y en particular la frase: “una misión de observación electoral no cuenta con la facultad para tratar de imponer sus propios criterios sobre la forma en que los países, en uso de su soberanía, deben conformar su Poder Judicial”— pone de manifiesto no solo una interpretación restrictiva y equivocada del rol de las misiones de observación, sino también un rechazo implícito a la crítica técnica y multilateral.

En mi opinión, el informe de la OEA acierta al desaconsejar replicar el modelo mexicano de elección judicial, debido a los numerosos riesgos y debilidades relacionadas con este complejo, polarizante y controvertido proceso.

Lamentablemente, lejos de tomar este informe como una oportunidad para revisar fallas y corregir rumbos, el gobierno mexicano optó por cerrar filas y atrincherarse tras el argumento de la “soberanía nacional”.

Esta reacción refleja un patrón inquietante que va más allá del caso mexicano: la creciente intolerancia a la crítica externa por parte de varios gobiernos de la región, incluso cuando proviene de organismos multilaterales con legitimidad técnica, como son las misiones electorales de la OEA.

En circunstancias como estas, el discurso de defensa de la autodeterminación corre el riesgo de convertirse en una herramienta para deslegitimar voces independientes y debilitar estándares democráticos regionales.

La observación internacional -cuando es profesional y tecnica- no impone, sino que evalúa, documenta y recomienda. Su propósito no es sustituir la voluntad popular, sino en evaluar si esta se expresa en condiciones de equidad, transparencia y pleno respeto al Estado de derecho y a los principios de integridad electoral.

Rechazar sus hallazgos sin siquiera considerar sus fundamentos, y tacharlos inmediatamente de “injerencismo”, lanza una señal preocupante sobre el compromiso del nuevo gobierno mexicano con la rendición de cuentas y con la calidad de su democracia.

En un momento en que América Latina necesita más diálogo, cooperación y vigilancia mutua para fortalecer sus instituciones, el gobierno de Claudia Sheinbaum debería mostrarse abierto a la crítica constructiva, en lugar de refugiarse en un nacionalismo trasnochado y defensivo que nada aporta al fortalecimiento de la justicia, del Estado de derecho y de una democracia de calidad: tres pilares que hoy se encuentran seriamente comprometidos en México.

*Director-editor de Radar Latam 360

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México OEA Opinión

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