Mentir efectivamente

Los populistas conocen perfectamente a quién dirigen su discurso. Los mentirosos expertos tienen el mismo don que los buenos comunicadores: son empáticos.

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Por Carlos Mayora Re

2019-11-22 6:24:59

Se suele decir que “antes cae un mentiroso que un cojo”. Sin embargo… parece que las cosas están cambiando, pues hay varios charlatanes circulando, embusteros que no sólo no han caído, sino que parecería se han especializado en vivir de la política.
Es como si la retórica —el arte de hablar para convencer— hubiera sido sustituida por la demagogia: el arte de hacer halagos y concesiones a los sentimientos populares, con el fin de lograr y/o mantener el poder.
La posibilidad de liderar masas tiene esto: ser capaz de manipular expectativas y crear ilusiones en los que nos rodean es clave para persuadir a seres gregarios, como nosotros. Más aún, somos una especie capaz, mediante la palabra, de modificar la realidad interior de los demás hasta convencerlos de que coincide con la realidad exterior en que se mueven, aunque a ojos vista se trate —para quienes quizá piensan un poquito más, o tienen más experiencia de vida— de una burda manipulación.
Podríamos hacer, para efectos prácticos, una distinción entre el mentiroso sin más y el mentiroso efectivo. El primero es más bien simple y tarde o temprano quedan en evidencia sus embustes, mientras que el segundo ha desarrollado una capacidad tal que pasa por honesto, cuando en realidad es todo lo contrario.
Un mentiroso efectivo parte siempre de una verdad parcial… de hecho, la clave es mentir lo menos posible, sólo un poquito, y dejar que la parte de verdad de lo dicho tape decorosamente la falsedad que contiene.
Además, como la práctica hace al experto, un político, un medio de comunicación, una figura pública que mienta repetidamente termina por ganar credibilidad, aunque lo que diga patrañas. Pues la gente no se fija, en general, en lo que dicen las figuras públicas, sino en quién lo dice.
Contar verdades con sesgo también es una buena manera de colar mentiras: no es que el charlatán diga sólo falsedades, es que diciendo verdades termina por construir una ficción que convence, pues ya se sabe que entre medias verdades y medias mentiras no hay ninguna diferencia.
Los populistas conocen perfectamente a quién dirigen su discurso. Los mentirosos expertos tienen el mismo don que los buenos comunicadores: son empáticos. Saben no sólo lo que la gente quiere oír, como se siente respecto a un tema concreto, qué “soluciones” espera para sus problemas, sino que, además, conocen el terreno que pisan y evitan entrar en temas que podrían ponerlos bajo sospecha con su público.
Un buen embaucador fundamenta su discurso con datos: pocos y simples, comprensibles. Habla de porcentajes, pone etiquetas, simplifica al máximo, caricaturiza… ya que no se trata de explicar, sino de impactar. Y, por supuesto, se mantiene enfocado. Tiene dos o tres caballos de batalla que va intercambiando periódicamente con el fin de que la gente no se aburra… pues, a fin de cuentas, el mentiroso efectivo es un “showman”, un actor que representa un papel que entretiene, mientras consigue lo que quiere en el campo político, comercial, de relaciones humanas, etc.
Si quiere reconocer a un embaucador, una de las mejores señales que puede ver es cómo estos personajes logran que la presión de la opinión pública, de la preocupación popular, pase a sus rivales. Está siempre creando enemigos, cuestionando a sus contrincantes, acusándoles. De modo que la gente nunca lo ve a él, ni juzga sus actuaciones, sino que se mantiene enfocada en lo que el señor de las mentiras les señala. Como un buen mago, hace que la gente vea hacia donde él quiere.
Disfruta acusando a quienes le pudieran acusar y así consigue fama y poder, reparte circo y se desentiende completamente de que también —si ocupa un cargo de elección popular— debería proveer pan a las multitudes que, entretenidas, no se dan cuenta de que están hambrientas.

Ingeniero @carlosmayorare