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La bolsita invasiva

Japón nos da una nueva lección, en esta Copa Mundial, de su imitable práctica por la limpieza de su espacio cercano, cada aficionado tiene una función de orden y limpieza y es un auténtico escuadrón de limpieza poniendo en práctica las famosas 5S del método de calidad japonés.

Por Carlos Francisco Imendia

Ideas, inventos, emprendimientos que los salvadoreños tienen a su alcance para ganarse el alimento diario, de esos inventos —y también necesidades inventadas— surgen las famosas bolsitas de agua, un producto muy vendido en el Centro capitalino, en los buses y las paradas de buses.


¿Quién no tiene sed en algún momento del día, sobre todo en una ciudad tan deforestada como San Salvador, donde no existe ningún control de la tala de árboles, ni un inventario al respecto y el sol es inclemente?


Fuentes públicas (Como en España, Suiza, Italia) es impensable; así también oasis públicos donde las personas puedan rellenar su cantimplora o depósito. No existe esa opción y también no hay voluntad para escuchar esas ideas que nos ayudarán a reducir la contaminación plástica en el país. Estas bolsitas cumplen una función instantánea, desde la acción de compra, la satisfacción de la sed y el desecho mal educado e irracional. La producción de este desecho nocivo en la capital se da en las paradas de buses y desde los mismos buses en marcha. Un síndrome acultural cocinado quizás desde que somos colonia o República, en el cual queremos deshacernos de la suciedad inmediatamente sin tener responsabilidad sobre ella, convertimos las calles en basureros y a El Salvador en un enorme basurero, y nos acostumbramos porque nuestro subconsciente indica que todo está bien.


Japón nos da una nueva lección, en esta Copa Mundial, de su imitable práctica por la limpieza de su espacio cercano, cada aficionado tiene una función de orden y limpieza y es un auténtico escuadrón de limpieza poniendo en práctica las famosas 5S del método de calidad japonés.


Nuestra plataforma Amigos del Reciclaje (@amigosRSV en Twitter) capacitamos y sugerimos en fusión de las 5S del método japonés y el Reciclaje, las acciones del reciclaje corporativo como punto de partida para cambiar ese síndrome acultural en el que vivimos, para optar por una nueva cultura de limpieza y reciclaje.

Los japoneses son enfocados por las cámaras limpiando las graderías, con bolsas y escobas (quizás ya un kit personal de limpieza) dejando pulcro el recinto, sin duda una marca personal. A la distancia se encuentra el Coloso de Montserrat y sus toneladas de basura dejadas en cada partido, encuentro deportivo o concierto, y que en la cabeza de cada quien se repite el mismo pensamiento: “Los encargados de limpieza del estadio o de la alcaldía se harán cargo de los desechos”, síndrome acultural en el que estamos dependiendo de otros para la limpieza de determinado lugar. Ahí surgen, se acumulan las montañas de estas bolsistas invasivas, y digo invasivas porque se introducen en cualquier recoveco, alcantarilla, hueco, etc.


Sin ningún control, más que con la intención de vender, es una buena forma de ganarse la vida, no es agua tan tratada o pura como otras marcas, no se sabe cuántas marcas informales existirán de estos productos, quizás las autoridades tienen la información al respecto. Negocio redondo, pero también daño irreversible, sin capacidad de recuperación del producto para su tratamiento, sin medidas ni educación para su reciclaje. Culpabilidad compartida en (50-50) productores y consumidores y a la vez gran costo de manejo para la misma alcaldía.


Necesidad creada, porque antes, por lo menos a principios de la década de los Años Ochentas, estos productos no existían, los niños en la calle tomaban agua de la manguera de las personas que regaban los arriates o jardines, en los colegios los estudiantes tomaban agua de los lavamanos, y otras fuentes de agua, nadie se enfermó ni murió por eso.
Las autoridades deben invitar a que los actores vinculados a este desecho, se comprometan a reducir dicha contaminación, si no hay capacidad cultural y de educación de las personas, lo indicado es que los productores eviten saturar el mercado de estos contaminantes, ya que ni ellos mismos pueden ofrecer la recuperación y la capacidad instalada industrial para su reciclaje.


Las pérdidas económicas son enormes, grandes cantidades de esas bolsitas desembocan en los ríos, y en tormentas y otros desastres provocados por el cambio climático, llegando a saturar alcantarillas y llegan a los embalses a provocar graves inundaciones. Esta bolsita invasiva, si las autoridades no controlan su producción desmedida, traerá graves daños al medio ambiente, y quienes la producen deberían invertir en campañas que ayuden a recuperar ese material que tapiza nuestras calles de azul, es su responsabilidad.

Publicista y ambientalista/Chmendia

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