Carta al Padre Rutilio Grande

En el día feliz de tu beatificación, que intercedas ante el Señor que tanto amaste,  la gracia para que, frente a las injusticias, la pobreza,  la necesidad, los tiempos difíciles busquemos predicar el Evangelio como lo predicaste tú, y vivirlo, como lo viviste tú.

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Foto EDH/ Archivo

Por Carmen Marón

2022-01-19 7:26:11

Querido Padre Tilo,

Tú sabes que esta beatificación -la cual nunca me imaginé en medio de una pandemia-, a la cual siempre soñé ir, simplemente confirma lo que yo he sabido durante mucho tiempo: que tú eres un santo. Yo sé que hay personas que no lo comprenden, pero yo creo en la comunión de los santos. Y es en esa comunión donde, siguiendo los consejos de mi párroco, hemos platicado, he conocido de tu vida y te convertiste en mi amigo más querido de la Triunfante.

La verdad, Padre Tilo, cuando leía una de tus tantas biografías, me identificaba tanto. Muchas veces he dicho, medio en broma, medio en serio, que si mi historia hubiera sido distinta- si hubiera nacido hombre- hubiera sido sacerdote y hubiera sido Jesuita. Te veo, mientras escribo, como un joven seminarista en España, con esa familia que te acogió. Te veo en el Seminario, rodeado de jóvenes. Te veo en Aguilares y El Paisnal, sentado bajo el árbol, hablando en el idioma de nuestra gente: “Hay que salvarnos en matata y en mazorca”; “hay que ponerle patas al Evangelio”. Tantas frases “épicas”, dichas en idioma sencillo, pero llenas de verdad.

Y te veo enfrentándote en defensa de aquellos que, aunque nos duela como sociedad, siguen siendo los grandes olvidados: los campesinos, los pobres, los marginados. Te veo intentando darles la dignidad que no sabían que tenían, no con discursos huecos, sino con el Evangelio. Porque si una cosa aprendí de ti, Padre Tilo, es que sólo el Evangelio es capaz de cambiar al hombre y la sociedad.

Me imagino lo difícil que fueron para ti los últimos dos años: tanto sacerdote expulsado. Para mi sorpresa, descubrí que uno de tus colaboradores, uno de esos sacerdotes expulsados, me bautizó de niña. Te ha de haber dolido terriblemente, y la tensión que has de haber sufrido ha de haber sido tremenda.

Espero ir y estar presente en ese momento magnífico en que te declaren beato. Pero tú me entendés bien: los problemas de azúcar, los problemas de cansancio y movilidad. Lo importante, Padre Tilo, es que tu vida ha plasmado en mi los ideales de justicia, de una mesa común, de una Iglesia donde no hay ricos ni pobres. De una Iglesia dónde entendamos que todos, como dice mi amigo Guillermo Cuéllar, tenemos un puesto y una misión.

Yo sé que en esta tu tierra que tanto amaste hay muchos santos, no sólo en la Triunfante, sino en esta vida. Muchas veces olvidamos la santidad que hay en la Iglesia al ver la debilidad de la Iglesia. Pero tu vida es un ejemplo de cómo Dios saca grandes santos a pesar de sus debilidades. Ojalá así ocurra con nosotros.

Así que, en el día feliz de tu Beatificación, que intercedas ante el Señor que tanto amaste, la gracia para que, frente a las injusticias, la pobreza,  la necesidad, los tiempos difíciles busquemos predicar el Evangelio como lo predicaste tú, y vivirlo, como lo viviste tú. Y que podamos cantar:

“Vamos todos, al banquete
     A la mesa de la Creación
    Cada cual con su taburete
    Tiene un puesto y una misión...” *

Qué alegría que el domingo, en esa mesa común que tanto amaste, tu nombre será mencionado entre los santos, que será incluido en la Letanía de los Santos en cada Pascua. Lo que trataron de destruir en Aguilares simplemente fue la semilla que hizo crecer una Iglesia fecunda en santidad.
¡Gracias, Padre Tilo! Eras realmente GRANDE.

*Letra del “El Banquete” por Guillermo Cuéllar Barranderian

Educadora, especialista en Mercadeo con Estudios de Políticas Públicas.