Maldito tribalismo

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Imagen de referencia. Foto/ Archivo

Por Carlos Mayora Re

2019-08-30 7:42:50

En su acepción peyorativa, el tribalismo se define como la tendencia a sentirse muy ligado al grupo de gente al que se pertenece, al mismo tiempo que se ignora al resto de la sociedad.

Las comunidades donde campa el tribalismo lo tienen claro: el egoísmo y el miedo al distinto se convierten en los más eficaces frenos para la colaboración y la sinergia, condiciones imprescindibles para el progreso personal y social.

Son tribalistas los conservadores de cuño rancio, que creen que el tiempo pasado ha sido mejor, y luchan por restaurar condiciones políticas y sociales de épocas que no pueden volver a ser. Lo son los fanáticos fundamentalistas, sin importar que su exaltación tenga connotaciones religiosas, políticas, de género o raciales.

Así como los que -debido al miedo que engendra la libertad- se agarran a las estructuras y jerarquías, y a todo sistema que les impida pensar por sí mismos (les da vértigo) o tomar decisiones propias, pues huyen de cualquier responsabilidad.

En los últimos tiempos, por ejemplo, hemos visto sólidos partidos políticos atomizarse debido a los intereses particulares de sus líderes, o simplemente por la desaparición (auto desaparición) del enemigo común: la oligarquía, el comunismo…

En el primer caso porque la cúpula de dirigentes se convirtió en la odiada oligarquía contra la que combatían, y en el segundo porque ya no fue posible seguir arremetiendo contra un comunismo que se hizo harakiri político.

Pero la sociedad es bastante más que los partidos políticos. Estos, en cierta manera nos representan, pero el conjunto de ciudadanos va mucho más allá de un grupo de personas agrupadas en torno a ideologías o corrientes de pensamiento. Sin embargo… también en la sociedad se descubren rasgos de tribalismo, y por lo mismo, de retraso, resistencia al cambio y polarización.

La pregunta por el modo de superar mentalidades estrechas es, entonces, obligada. Y lo mejor para responderla quizá no sea teorizar y proponer soluciones abstractas, sino poner los ojos en sociedades que en el pasado reciente han podido superar esa condición.

Singapur, una pequeña nación del sudeste asiático que en 1965 tenía todos los elementos para ser identificada como sociedad tribalista; que fue expulsada por Malasia debido a prejuicios étnicos, por la gran cantidad de personas de raza china que habitaban en la península; salió adelante, y todo porque Malasia se comportó de manera tribal, y Singapur reaccionó de manera inteligente.

Aplicaron la imaginación y superaron las diferencias raciales, religiosas y sociales. Pusieron un interés común al alcance de los ciudadanos: el progreso económico, y moldearon las reglas políticas en función de dicho objetivo.

Se redujeron impuestos, ampliaron las facilidades para abrir empresas, se garantizó la seguridad ciudadana, la estabilidad legal, se redujo la burocracia y se colocó el país en una posición de liderazgo para crear acuerdos de libre comercio con otras regiones.

El resultado: de un ingreso per cápita de quinientos dólares en 1965, en la actualidad el monto es de casi sesenta mil por cada singapurense. Colocándose en el tercer lugar en el ranking mundial.

Es la segunda economía en la lista que mide la apertura económica, gracias a su reducido aparato burocrático, estable sistema legal, sanidad monetaria, facilidad para crear empresas y regulación crediticia, laboral y empresarial.

Quienes conocen del tema, saben que aún es necesario avanzar más en derechos políticos y libertad personal. Sin embargo, también coinciden en que es más fácil alcanzar mejoras desde una sociedad próspera, que desde una pobre y tribal.

Así, podemos aprender que un método demostrado para superar los cacicazgos, es que toda la sociedad haga suyos objetivos compartidos, más allá de los que comunique el tambor de la tribu. Pues el tribalismo no se suprime a fuerza de decretos, leyes, nepotismo, compadrazgos y clientelismo… por esa vía, se fomenta.