OPINIÓN: El desmoronamiento

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Manuel Hinds / Foto Por Archivo

Por Manuel Hinds

2021-03-18 6:43:11

En su ensayo The Crack Up (traducido al español como El Crack Up, Editorial Anagrama, 1991), F. Scott Fitzgerald define así la expresión contenida en el título: “Por supuesto, la vida es un proceso de rompimiento, pero los golpes que da el lado dramático del proceso —los grandes, repentinos golpes que vienen del exterior de la persona— los que usted recuerda y en los que pone la culpa de lo que le pasa y, que, en momentos de debilidad, cuenta a sus amigos—no muestran todos sus efectos de un solo. Hay otro tipo de golpe que viene desde adentro—que usted no siente hasta que es demasiado tarde para hacer algo para evitarlo, hasta que usted realiza con finalidad que en algún respecto nunca va a ser otra vez tan fuerte y bueno como era. El primero parece suceder rápidamente—el segundo sucede casi sin que usted se dé cuenta pero es realizado de una manera verdaderamente repentina, de un solo”.

Esto ha sucedido en El Salvador a los partidos políticos de oposición en las elecciones del 28 de febrero. Pero hay una derrota todavía más grande para el país entero. Tristemente, el factor común entre todos los partidos, ganadores y perdedores, fue la ausencia total de esa visión de país que tiene que ser la base de cualquier acción efectiva para resolver los graves problemas de El Salvador. En esas elecciones fue muy difícil votar para mucha gente porque no había una definición clara de lo que se conseguía al votar por un partido y no por otro. Votó apenas la mitad de la población.

El proceso que llevó a esta situación fue el crecimiento del populismo en El Salvador, la estrategia política que se enfoca no en resolver los problemas del país sino en parecer que los resuelve. La estrategia fue muy exitosa al principio, guiando gobiernos de ambos partidos, el último de ARENA y los dos del FMLN. Conforme su éxito se fue viendo claro, los partidos fueron descartando de las campañas electorales primero, y de la administración de los gobiernos después, la conexión que siempre se consideró esencial entre las acciones a favor del pueblo y las posibilidades de triunfos electorales.

Con el gobierno del ex presidente Mauricio Funes, el FMLN optó por aplicar inyecciones de odio contra ARENA, culpándola de ser la responsable de todos los problemas del país, y prometiendo su destrucción para resolverlos. ARENA se sumergió en graves conflictos internos de poder, pensando que sus divisiones internas no importaban porque sus partidarios siempre votarían por ella. En ambos partidos, los problemas del país pasaron a segundo o tercer plano, después de los intereses de las redes de clientelismo que se formaron alrededor de ellos.

Perversamente, esta concepción cínica de la política lleva dentro de sí la semilla de su propia destrucción. El FMLN colapsó porque, aunque el odio puede funcionar por mucho tiempo, su foco necesariamente cambia porque, al descuidar los problemas del país, los inyectores de odio en la primera etapa se vuelven receptores del mismo en la segunda. Eso, precisamente, es lo que le pasó al FMLN.

ARENA hizo muchas propuestas en 2019, pero cayó también porque sus conflictos internos se tornaron más importantes que los problemas del país para grupos grandes en ella, convenciendo a muchos de sus propios votantes de que no eran una opción viable. Los partidos nuevos no lograron nada porque, imitando a los tradicionales, no pudieron armar una visión propia del país que quieren ni una identidad fuerte que diera una razón para votar por ellos.

Así, el proceso que llevó a las grandes derrotas de 2019 y 2021 comenzó hace mucho tiempo, y está todo basado en que el enfoque inmediatista en las elecciones de 2004 a 2018, que parecía sumamente exitoso al enfocarse en las apariencias y no en las realidades, probó ser fatal en el largo plazo. El pueblo perdió la confianza, y una vez perdida es difícil o imposible recuperarla.

Hoy que la inyección más grande de odio de las últimas décadas acaba de pasar, es el momento para que los partidos políticos reflexionen y se den cuenta de que a la larga el populismo lleva al fracaso. Nuevas Ideas debe estar muy consciente de que si no hace un gobierno serio, también va a perder el apoyo que tuvo en las dos últimas elecciones. Y como en el Crack Up, ni cuenta se dará cuando le pase.

Máster en Economía

Northwestern University