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Más que simple ignorancia

La estupidez reduce la complejidad del mundo a fórmulas simplistas. Todo se reduce a nosotros contra ellos, bien contra mal o verdad contra mentira, sin espacio para matices o dudas. La estupidez no puede combatirse directamente, pero sí puede minimizarse al resistir las estructuras de poder que la fomentan.

Por Mario Vega

Dietrich Bonhoeffer fue un pastor y teólogo luterano, convertido en mártir por su resistencia al nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Mientras estuvo en prisión escribió varias cartas y escritos en los que reflexionaba sobre la fe, la libertad, la ética y el sufrimiento. Esas cartas fueron compiladas en el libro «Resistencia y sumisión», que fue publicado después de su martirio. En esa obra evidencia una profunda espiritualidad y un claro compromiso con la justicia. Durante sus años preso pudo reflexionar sobre la ceguera de gran parte de la población alemana frente a las atrocidades nazis.

¿Cómo explicar el que personas muy inteligentes y educadas pudieran creer tan firmemente en postulados tan insostenibles como los del nazismo? Bonhoeffer no pensaba que se tratara de una característica innata ni de un defecto de la capacidad intelectual, en cambio lo vio como un fenómeno ético y relacional que surgía en ciertas condiciones bajo la influencia del poder. A esa condición la llamó «estupidez».

Para Bonhoeffer la estupidez era peligrosa no porque careciera de inteligencia, sino porque combinaba la incapacidad para razonar críticamente con una peligrosa tendencia a aceptar dogmas, órdenes o creencias sin cuestionarlas. En palabras de Bonhoeffer: «La estupidez es un enemigo más peligroso para el bien que la maldad». Esta afirmación se basaba en su observación de que el mal consciente puede ser resistido porque puede ser desenmascarado y enfrentado, sin embargo, la estupidez no responde a la lógica, los argumentos ni la evidencia. Una persona malvada puede actuar de manera racional en busca de sus objetivos, pero una persona estúpida actúa sin comprender las consecuencias de sus acciones, convencida de su rectitud.

Esta reflexión aborda la estupidez como un fenómeno colectivo y moral estrechamente vinculado al poder de la propaganda y la pérdida de la autonomía crítica. Cuando un grupo o un individuo se somete al poder, tiende a renunciar a su autonomía crítica no porque carezca de capacidad para pensar, sino porque deja de utilizarla. La estupidez florece bajo estructuras de poder autoritario y se manifiesta tanto en individuos como en sociedades enteras donde el poder utiliza propaganda, intimidación o manipulación emocional para instaurar un conformismo acrítico.

La estupidez, según Bonhoeffer, no es principalmente un fenómeno individual, sino colectivo. Una persona aislada puede mostrar mayor capacidad crítica, pero en grupo las dinámicas sociales y las presiones del entorno tienden a reducir esa capacidad. Este fenómeno puede observarse en movimientos de masas donde el comportamiento de los individuos se homogeniza y las decisiones se toman más por imitación o impulso que por reflexión.

El miedo es un elemento central en la perpetuación de la estupidez. Una sociedad sometida a la intimidación física o psicológica tiende a buscar refugio en simplificaciones, clichés y figuras de autoridad que prometen seguridad, aunque esas promesas sean ilusorias o destructivas. La estupidez no se corrige con argumentos lógicos o evidencia, las personas estúpidas, dice Bonhoeffer, no están interesadas en la verdad, están atrapadas en una burbuja ideológica que rechaza cualquier información que contradiga su visión del mundo.

La estupidez reduce la complejidad del mundo a fórmulas simplistas. Todo se reduce a nosotros contra ellos, bien contra mal o verdad contra mentira, sin espacio para matices o dudas. Aunque Bonhoeffer escribió en otro tiempo, la propagación de la desinformación y la polarización en redes sociales de hoy podrían considerarse nuevas formas de estupidez colectiva. Quienes consumen sin cuestionar lo que se les presenta como verdad, terminan actuando como instrumentos del poder. Aquí la ignorancia no es inocente, es cómplice.

La estupidez no es una condición inevitable, pero su superación requiere un trabajo ético y educativo profundo. La clave está en cultivar la capacidad crítica y la valentía moral. La verdadera educación fomenta el pensamiento crítico y la responsabilidad ética. Las personas deben aprender a cuestionar las normas, las ideologías y las figuras de autoridad cuando sea necesario. La estupidez no puede combatirse directamente, pero sí puede minimizarse al resistir las estructuras de poder que la fomentan. Esto requiere una ciudadanía activa, comprometida con la verdad y la justicia. Frente a la estupidez colectiva Bonhoeffer aboga por comunidades basadas en valores éticos sólidos, donde la verdad y la responsabilidad sean centrales.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.

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Lucha Contra La Corrupción Opinión

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