¿Usted cree que los funcionarios de gobierno son servidores públicos?, ¿cree que tienen una vocación de servicio?, ¿considera que sus conductas, comportamientos y estilos de vida corresponden a una actitud de servicio a los ciudadanos y a la nación? Preguntas un tanto difíciles de responder en nuestro medio, pero haremos el intento...
Partamos de algunas definiciones: 1) Servidor público: persona natural que presta temporal o permanentemente servicios dentro de la administración pública; y 2) Funcionarios públicos: quienes desarrollan funciones de preeminencia política, reconocida por norma expresa, que representan al Estado o a un sector de la población, desarrollan políticas del Estado y/o dirigen organismos o entidades públicas.
En 2018 el blog Apolitical publicó el artículo Cómo ser un buen servidor público: las 7 cualidades que necesitarás para tener éxito. Utilizando referentes modelos de diversos países llegaron a las siguientes conclusiones: 1) Amabilidad (Natasha Lewis, analista principal de políticas del Ministerio de la Mujer, Nueva Zelanda); 2) Juicio astuto (Syed Muntasir Mamun, director del Ministerio de Relaciones Exteriores, Gobierno de Bangladesh); 3) Habilidades preparadas para el futuro (Aarathi Krishnan, Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja); 4) Equidad (Zakhele Mbhele, Miembro del Parlamento, Sudáfrica); 5) Tenacidad (Victor Khodayar, Asociaciones y Desarrollo Empresarial, Naciones Unidas, Dinamarca); 6) Un sentido del deber (Wouter Kriel, Gerente de Proyectos de la Oficina de Asesoramiento sobre Reforma Agraria, Sudáfrica); 7) Un toque de rebeldía (Siobhan McKenna, responsable principal de políticas de la ciudad de Londres)… ¿Se observa esto en nuestras oficinas públicas?
Nuestro análisis parte de dos dimensiones: por un lado, a nivel jerárquico los estilos de vida de las más altas autoridades de gobierno; por otro lado, a nivel operativo, las actitudes de los funcionarios que atienden al público.
La foto que vemos en lo cotidiano a nivel hemisférico es la siguiente: presidentes y ministros con múltiples y exorbitantes privilegios; vehículos de lujo; escoltas y seguridad exuberantes; viajes constantes; crecimiento patrimonial; enriquecimiento ilícito; entre muchas otras realidades exóticas. Luego, a nivel operativo: apatía; maltrato a los usuarios; tramitología basada en excesiva burocracia; atajos para los amigos y recomendados; entre otras prácticas. ¿Son servidores o se sirven de lo público?
Lo público se sostiene con los impuestos que pagan los ciudadanos; muchos de los cargos son de elección popular, es decir, es un poder delegado, y estos funcionarios que ejercen ese poder contratan cargos de confianza. Al final, todos, sea cual fuere la modalidad de contratación o de acceso, reciben sus honorarios, salarios, prestaciones o beneficios del pago de impuestos.
Lo público para algunos es sinónimo de «gratis», para otros es «algo que no tiene dueño»; pero nada es gratis, siempre hay alguien que paga sea con Renta, IVA, pago a cuenta o pago de algún servicio. Alguien paga, luego nada es gratis y el patrimonio es de todos…
En el mundo de lo público hay funciones o cargos muy nobles que exigen una gran vocación de servicio: bomberos, enfermeras, rescatistas, maestros, médicos, policías, recolectores de deshechos, etcétera; y no son los mejores pagados. Hay otro conjunto de cargos, no menos importantes, relacionados con servicios de atención diversos para la resolución de problemas ciudadanos. Y, finalmente, encontramos los cargos gerenciales de alto nivel que definen y ejecutan las políticas públicas para la convivencia, la seguridad, el bienestar y el desarrollo de la sociedades.
En muchos países, según las leyes de servicio civil, el acceso a cargos públicos se determina mediante una «oposición» meritocrática, donde se evalúan las calificaciones, capacidades y vocación para cumplir con la misión del cargo. Sin embargo, en otros lugares se privilegia el compadrazgo, clientelismo y amiguismo. Esto significa que no siempre el más capacitado ocupa el cargo, sino aquel vinculado por relaciones personales o favores políticos.
En ocasiones, el problema radica en que la autoridad más alta en un país o ministerio carece de las credenciales necesarias para el cargo, lo cual resulta en la necesidad de múltiples asesores para cumplir con las funciones, con el riesgo de contratar personas incompetentes. Este fenómeno representa el primer paso hacia la corrupción: ocupar un cargo para el cual no se está debidamente preparado. Como bien dijo el escritor británico Robert Louis Stevenson: «La política es quizás la única profesión para la cual no se considera necesaria ninguna preparación».
Finalmente, el sector público a menudo se convierte en un «botín», donde durante un período de gobierno muchas personas resuelven sus problemas económicos o enriquecen a través de los «servicios públicos», ya sea ocupando cargos, contratando a amigos o familiares (nepotismo), realizando negocios o adjudicando proyectos de obras públicas a relaciones cercanas.
No debería sorprendernos por qué muchos que ingresan en la política o en las estructuras de poder luego no quieren dejar sus posiciones. Además, el sector público a menudo carece de controles efectivos de eficiencia y eficacia. Se realizan acciones de manera descuidada o se ejecutan obras defectuosas con escasas consecuencias. Además, disponen de equipos de comunicación para gestionar cualquier daño reputacional. Por último, es común la práctica de ocultar información y datos para evitar críticas sobre su gestión.
El servidor público se define como aquel que brinda un servicio, entendido como una prestación humana que satisface necesidades sociales o económicas sin producir bienes materiales. Sin embargo, según el diccionario de la RAE, «servirse» implica aprovecharse o valerse de algo o alguien para beneficio propio.
En palabras del historiador Arnold J. Toynbee, «el mayor castigo para quienes no se interesan por la política es ser gobernados por personas que sí se interesan». Cada vez es más difícil encontrar personas honestas interesadas en la vida pública, lo que contribuye a la situación actual.
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Investigador Educativo/opicardo@uoc.edu