Los primeros cien días

Considero lo del hito de “los primeros cien días” una medida absurda. ¿Por qué cien? Constitucionalmente, valen lo mismo en términos de límites de poder y alcance administrativo cien días, diez días, y trescientos días. Y los problemas de este tipo de “hitos” inventados por los medios para juzgar administraciones presidenciales no terminan en la arbitrariedad de su naturaleza.

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El 1 de junio de 2019, Nayib Bukele tomó posesión como presidente de la República y se comprometió a "pasar la página de la posguerra". Foto EDH / Archivo

Por Cristina Lopez

2019-09-09 6:00:00

Es de humanos lo de buscarnos atajos. Es lo natural, en un mundo de constante dinamismo y complejidad, que intentemos en la medida de lo posible idear y construirnos heurísticas que nos permitan simplificar lo complicado y hacerlo más digerible. El problema se da cuando convertimos estos conceptos arbitrarios en criterios sólidos para medir o apreciar situaciones complejísimas. Ejemplo de lo anterior es el concepto, completamente mediático por cierto, de tomar “los primeros cien días” de una administración presidencial como un marcador para evaluar desempeños. No es único de nuestros paraísos tropicales: de hecho, es posible que el fetiche original (no por ello menos vacuo y arbitrario) de ver los “primeros cien días” como un hito estándar para calificar el desempeño de una nueva administración presidencial venga de la prensa política estadounidense, cuyo principal pecado ha sido cubrir la política como entretenimiento y con tal de satisfacer la voracidad de la demanda por entretenimiento, convertir cualquier cosa en noticia.

Por si no quedaba claro en lo dicho anteriormente: por supuesto que considero lo del hito de “los primeros cien días” una medida absurda. ¿Por qué cien? Constitucionalmente, valen lo mismo en términos de límites de poder y alcance administrativo cien días, diez días, y trescientos días. Y los problemas de este tipo de “hitos” inventados por los medios para juzgar administraciones presidenciales no terminan en la arbitrariedad de su naturaleza. En lo que a expectativas se refiere, introducen un incentivo absurdo para quienes están en el poder para inflar la burbuja de logros con puro aire, respondiendo a la demanda mediática de contenido con una oferta de superficialidades.
Superficialidades, sí. Porque cuando los principales problemas de una nación como la nuestra son de naturaleza estructural (inequidad, pobreza, delincuencia, impunidad, etc.), cien días y un par de reformas legislativas no alcanzan para “arreglar” ningún problema. La mejor vara para medir a populistas y demagogos, de hecho, es la cantidad de “arreglos” que prometen. En realidad, es posible argumentar que un período presidencial completo no alcanza para solucionar del todo la totalidad de problemas que aquejan a un país. Lo anterior no justifica períodos presidenciales más largos, sino políticas de Estado, de las que trascienden períodos presidenciales y partidos políticos, de las que más bien marcan rumbos que deben seguirse de manera consistente y no soluciones equivalentes a pegarle un parche a una llanta perforada.

Por eso es necesario tomarse los “logros” publicitados en la marca inventada de los primeros cien días con una buena dosis de sano escepticismo —del sano, del que no peca de cinismo, obstruccionismo o sabotaje, sino que se ancla en realidades—. Por ejemplo, el mero anuncio de que tendremos nuestra propia Comisión Internacional Contra la Impunidad no amerita agregar un cheque de promesa cumplida a la larga lista de expectativas que pesan sobre nuestras autoridades. El cheque deberán ganárselo y será cuando quede verdaderamente demostrado y documentado que dicho organismo será, principalmente, independiente en su capacidad investigativa y segundo, que sus hallazgos y conclusiones tendrán consecuencias jurídicas que ejecute el Ministerio Público y el Órgano Judicial. La simple firma de un acuerdo, como tal, no es más que un cascarón que podemos llenar de peticiones y expectativas, pero no constituye en sí mismo un hito que merezca alabanzas mediáticas. Darle importancia inmerecida a “los primeros cien días” distrae de la realidad de que en un sistema transparente, la evaluación de la adm?inistración presidencial debe ser una tarea de todos los días.

Lic. en Derecho de ESEN, conMaestría en Políticas Públicas deGeorgetown University@crislopezg