Los kurdos, rehenes de la historia

El retiro de las fuerzas especiales norteamericanas —2000 efectivos élite— de esta zona ha sido percibido por los kurdos como una traición de parte de Occidente después que libraron la batalla contra los terroristas de Isis/ Daesh desde años y dejaron en el terreno más de 11,000 muertos.

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Juan Carlos Portillo (19) celebra el gol con que El Salvador derrotó a Montserrat en el Estadio Cuscatlán. Foto EDH / Jorge Reyes

Por Pascal Drouhaud

2019-11-16 11:09:20

La situación de los kurdos, en Siria y en la frontera con Turquía, figura más que nunca entre los temas internacionales de relevancia. Finalmente, el punto de partida surge de una realidad: la nación kurda nunca tuvo ningún Estado independiente. Existe un pueblo con una mayoría de musulmanes sunitas. Son casi 40 millones que viven en las zonas fronterizas de Turquía, Siria, Irak e Irán.

Los kurdos reivindican un país llamado Kurdistán, que corresponde a su zona de población. Cuando en 1920 se firmó el tratado de Sèvres en Francia, los kurdos pensaron que iban en tener un país, pero esta perspectiva se alejó al ritmo de la distancia que tomaron los europeos en los años siguientes. Este territorio es rico en petróleo tanto como en agua dulce. Se encuentran, por ejemplo, los ríos del Éufrates y Tigris, pero este pueblo ha sido repartido entre cuatro Estados: Turquía, Siria, Irak e Irán, con tantas realidades diferentes.

Aceptados en Irán, han sido oprimidos en Irak. Obtuvieron en Irak una región autónoma después de 2003, año de la caída de Saddam Hussein. Con Turquía, la relación es muy compleja, por no decir conflictiva: cuando se creó el Estado turco moderno, en 1923, se intentó banalizar la identidad kurda prohibiendo, por ejemplo, el uso del idioma.

Mientras una parte huyó para Siria, otra se radicalizó, creando un grupo nacionalista en 1978: el Partido de los trabajadores del Kurdistan (PKK), que perpetró atentados en Turquía. Para los kurdos, el objetivo consistía en exigir la creación de un Estado independiente. Los turcos respondieron con represión y miles los kurdos se refugiaron en Siria, precisamente en la zona donde Turquía lazó su ofensiva el 9 de octubre.

El retiro de las fuerzas especiales norteamericanas —2000 efectivos élite— de esta zona ha sido percibido por los kurdos como una traición de parte de Occidente después que libraron la batalla contra los terroristas de Isis/ Daesh desde años y dejaron en el terreno más de 11,000 muertos.

Tras el retiro de los militares norteamericanos, las tropas turcas entraron en Siria y atacaron a los kurdos, quienes contienen a miles de terroristas del Daesh. Esto deja vulnerable la zona y bajo una amenaza inmediata, además de que Europa se expone a un éxodo de esta gente a países como Francia, Alemania, Bélgica, que ya enfrentan problemas de inmigración.

Cuando en 2015, los kurdos y aliados árabes libraron una ofensiva contra la ciudad de Raqqa, presentada como la capital del califato autoproclamado de Daesh, tenían el apoyo de los Estados Unidos. Turquía, tanto como Irán e incluso Rusia, no tomaban el riesgo de una mínima fricción con Washington. Hace unos meses, el presidente turco Erdogan advirtió que podía lanzar una ofensiva contra esta franja territorial de 440 kilómetros de largo y 30 kilómetros de ancho, en la frontera sirio-turca. La idea no oficial consistía en poder mandar de vuelta a los 2 millones de refugiados sirios establecidos en Turquía, en esta zona anteriormente poblada de kurdos, pudiendo así cambiar la población y ganar un espacio liberado de tensiones autónomas.

Frente al peligro inmediato, los kurdos buscaron nuevos aliados: Bachar Al Assad, el Presidente de Siria, y con él, en una forma, Rusia.

Con una alianza sirio-rusa, los kurdos abandonan la idea a corto plazo de independencia, pero salvan a su población.
Esta situación reveló claramente el fracaso occidental tanto a nivel de la seguridad como político: los Estados Unidos dejan una zona donde Daesh tiene todavía varios focos mientras los europeos revelaron, una vez mas, su falta de unidad frente a Ankara, cuyo presidente, Erdogan, amenazó con “abrir las puertas y mandar 3.6 millones de refugiados” hacia Europa.

Los acontecimientos parecen repetirse, dando la impresión que los kurdos quedan siendo un pueblo rehén de la historia. Pero, por primera vez, la situación actual revelo una fuerza relativa que les permitió ganar tiempo y encontrar nuevos aliados.

Politólogo, especialista francés en relaciones internacionales, presidente de la Asociación Francia-América Latina (LATFRAN)