Los hombres de los últimos tiempos

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Así se ve el río Yamuna con la espuma tóxica. Foto EDH/ AFP

Por Carlos Balaguer

2019-11-13 6:55:51

Amar los deleites es un don maravilloso que nos dio la Creación, ya teosófica o cósmica. El problema es que nos hemos entregado a amar los deleites y no al deleite de amar. Amar la vida, a Natura, a los demás como a nosotros mismos y, por sobre todas las cosas, a la Divinidad, demos el nombre que le demos. Las Escrituras refieren a los “hombres de los últimos tiempos” de esta manera: “… En los postreros días vendrán tiempos peligrosos… habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios”. (2a.Timoteo 3:1-4).
Estos rasgos primitivos y animales laten en ADN del ser humano como herencia de sus ancestros de la evolución. “Dios” —la vasta Creación universal o la “Mente Cósmica”— creó seres “evolutivos. El Homo Sapiens moderno no ha llegado, al parecer, a la cumbre de su evolución y guarda, por ende, esos naturales rasgos de maldad. “El hombre no
nace malo, sino que lo es por ignorancia”, reza el axioma. No por ignorancia cultural, técnica o científica, sino la ignorancia espiritual de ser producto de la divinidad, cuya luz o “cristal” late en su interior. En los últimos días de su historia.
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