El rostro perdido del hombre y del destino

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Sarcófago dorado que se exhibe en el nuevo Museo Nacional de la Civilización Egipcia, fotografiado este domingo. Foto /AFP

Por Carlos Balaguer

2021-04-06 8:53:03

Como dije antes, al día siguiente del festejo pagano cada quién volvía a despertar sin la máscara, sintiendo haber perdido parte de sí mismo o de lo que quedara de su incierto reír. Después callaban como las “hipókritas” griegas. Al fin, sólo era una careta más lo que perdían. Como se pierde el rostro de ayer en el antiguo y alegre carnaval de la vida. Así, durante el festival cada quien tenía que vivir algún tiempo dentro del sueño de la máscara. Muchos nunca llegaron a salir de ella. Y con el correr de los días sus facciones fueron borrándose poco a poco, hasta llegar a olvidar quiénes eran en verdad. Ya no importaba quién era quién, ni quién llegaría a desvanecerse detrás el mascarón pagano. Era la máscara que perdía al hombre y era el hombre que perdía su encubierta ilusión. En los ritos tribales los hechiceros aparecen disfrazados para diferenciarse del resto del clan, ataviados con cuernos, pieles de animales y atemorizantes máscaras. Cuando niño el maestro circense le advirtió a Mascarada su anunciado destino de ser en la vida un viviente antifaz. “¿Qué es un antifaz?”, preguntó el pequeño bufón. “Es la máscara burlona del destino. Cuando nos la arranca del rostro el carnaval, quedan al descubierto toda la tristeza y la felicidad soñadas”. (XXXVII) <“La Máscara que Reía” de C. Balaguer>