La palabra...

“Las palabras construyen todos los días nuestros relatos, forjan nuestra personalidad, forjan la memoria y la capacidad del ver el mundo (…)” (Luis Castellanos)

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Sulen Ayala lamentó que el PDC se esté plegando a la agenda oficialista. Foto EDH / Eduardo Alvarenga

Por Oscar Picardo Joao

2021-11-01 5:23:25

La palabra como unidad lingüística, su codificación y decodificación humana, su hermenéutica, su potencia o lugar gramatical, es la causa comunicacional de la armonía y las relaciones con la alteridad y también el origen de los conflictos. La primera arma de una guerra es conceptual, una palabra; las balas o la violencia son posteriores…
El lenguaje humano es complejo; nuestra plasticidad cerebral posibilita la construcción del discurso y la narrativa. Comenzamos jugando, imitando, garabateando, y así vamos descubriendo el “yo” y los “otros”. Y es el poder de la palabra el que configura las perplejas y o afables relaciones humanas.
Años atrás, la palabra era flatus vocis o tinta; hoy, la palabra adquiere otro ropaje, se proyecta en el campo digital. La palabra de antes tenía nombre y apellido, hoy puede ser clandestina o anónima.
Aquel debate etimológico de los universales -ante rem, in re, post re- exagerado, moderado o nominalista, pasó a un segundo plano; ¿están las palabras antes de las cosas? (Guillermo de Champeaux); ¿están las palabras en las cosas? (Pedro Abelardo); ¿surgen las palabras como un acto posterior e interpretativo de las cosas? (Guillermo de Ockham).
La palabra también tiene poder educativo y destructivo; puede ser una antesala de la experiencia pedagógica, pero también se utiliza para insultar, difamar o engañar. Ese poder es regulado por el marco ético y por los valores de quien administra la palabra.
En nuestro cerebro predictivo están los símbolos, que fuimos creando con el proceso de lecto-escritura y con las experiencias de la infancia; repetimos, imitamos y asociamos; y luego, comenzamos a vincular vocales y consonantes, y surgen esas primeras palabras, y al encadenar varias palabras le damos vida a las formas de lenguaje más complejas.
En estos días vi la película “Arrival” (traducida en español como La llegada), dirigida por Denis Villeneuve y escrita por Eric Heisserer. Con Amy Adams y Jeremy Renner en los papeles principales, está basada en el premiado relato La historia de tu vida (Story of Your Life) de Ted Chiang. La trama versa sobre como dos especialistas universitarios, un científico y una lingüísta, buscan encontrar los patrones de un nuevo idioma desconocido para descifrar y llegar así a las respuestas de comunicación con seres extraterrestres, quienes posee un lenguaje en frases palíndromas escritas con símbolos circulares. La incorrecta traducción puede ocasionar una catástrofe…
Lo anterior nos lleva al campo de la semiótica, semántica y hermenéutica, es decir, a los modos de producción, de funcionamiento y de recepción del lenguaje y a sus significados; en un seminario sobre neuroeducación con Glenn Whitman, nos presentó un ejercicio, en donde en una lámina había huellas de animales, líneas, curvas y desordenadas, y nos cuestionó ¿Qué ven ahí? Los participantes comenzamos a especular, imaginando escenarios hipotéticos: es una fila de pingüinos que caminan hacia un caos, son aves bailando, entre muchas otras. Al final nos comentó: Solo ven huellas ordenadas y desordenadas, Ustedes están creando historias desde sus percepciones, ideas y prejuicios. Aprendan a observar…
En efecto, los humanos somos especialistas en incorporar teorías, prejuicios e interpretaciones a ciertos hechos; además fomentamos rumores. La palabra amplifica y desfigura la realidad, la cual a veces es demasiado simple.
El prestigioso académico chileno Ernesto Schiefelbein, en una conversación, hace algunos años, nos cuestionaba ¿la palabra es educadora?; y comentó: si te pido que aprendas el concepto “Borsalino” y te explico que es un sombrero, ¿podrías distinguir entre un Borsalino y un Duckbill, Fedora o Panamá? Mejor habría que ver cada sombrero. La palabra es cómplice de la realidad…
Con las palabras podemos crear o destruir; son más que simples sonidos, los conceptos moldean la mente para después convertirse en pensamientos o acciones que proyectan una forma de ser; efectivamente, las palabras son parte del inventario de la comunicación.
Diversas corrientes ponen de manifiesto cómo nuestra percepción del mundo está filtrada por el lenguaje. Aquellos que tienen una gran riqueza semántica aprecian con mayor facilidad los matices de la vida. Sin embargo, aquellos cuya riqueza en el lenguaje está más básica y/o tienden a emplear términos absolutistas codifican la realidad de una manera diferente o más limitada (…) Por ejemplo, en la programación neurolingüística teoría creada por Richard Bandler y John Grinder, los autores sostienen que existe una conexión entre los procesos neurológicos, el lenguaje y los patrones de comportamientos que se aprenden a través de la experiencia. (parcema.com).
Monofónicas, polimórficas, variables, flexivas, simples, complejas, sustantivos, verbos, adjetivos, pronombres, adverbios, preposiciones, conjunciones, interjecciones; los filósofos profundizan en la palabra, los semiólogos y lingüistas exploran en su profundidad, los poetas juegan o les buscan nuevos espacios y tiempos, los docentes la enseñan, y los demás la utilizamos como herramienta de comunicación. Algo muy profundo y simple a la vez.
“Las palabras construyen todos los días nuestros relatos, forjan nuestra personalidad, forjan la memoria y la capacidad del ver el mundo (…)” (Luis Castellanos)
El artífice de la palabra es el cerebro, quien las crea y utiliza para aprehender y relacionarse con los demás y con el mundo. En esta era digital, en dónde escribimos textos detrás de identidades difusas, debemos ser un poco más honestos y pensar mejor qué queremos decir. Utilicemos mejor las palabras… Q:E:D:

Investigador Educativo/opicardo@asu.edu