La región del futuro

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Manuel Hinds / Foto Por Archivo

Por Manuel Hinds

2022-02-10 8:00:34

América Latina inició su vida como la región del futuro. Era, pensaban todos, la siguiente en línea para desarrollarse, después de Europa y la América anglosajona. El predominio de la cultura occidental, que facilitaba el contacto con estas dos regiones, y sus abundantes recursos naturales, casi le garantizaban ese futuro. Sólo faltaba que estas ventajas se usaran inteligentemente.

Tristemente, después de doscientos años sigue siendo la región del futuro sin haber jamás sido la del presente. Su fragilidad es evidente en su situación presente. Ciertamente, en el corto plazo hay ciertas tendencias que parecen prometer un despertar económico, principalmente el auge en los precios de las materias primas, que representan la mayor parte de sus exportaciones. Esto parecería predecir un período de crecimiento como el de 2004 a 2014, que, junto con su desarrollo democrático, hizo pensar a muchos que Latinoamérica al fin estaba despertando. Pero la posibilidad de que se dé un boom similar es muy dudosa, ya que los precios pueden estar reaccionando a escaseces temporales, causadas por el retorno de la producción mundial a los niveles pre-pandémicos. Este ajuste puede terminar tan pronto como esos niveles se alcancen.

Peor aún, diferente a 2004, el alza de los precios de las materias primas está acompañada de una inflación generalizada, que ya está provocando medidas correctivas de los bancos centrales que pueden deprimir a las materias primas. Si esto pasa, el aumento de los precios de las exportaciones de América Latina no le daría ninguna ventaja a ésta. Al contrario, el desorden económico probablemente le causaría un grave daño a la región.

Pero estos problemas temporales no son los más preocupantes. Son los de carácter permanente, que se han manifestado en ciclos por los doscientos años que han pasado desde la Independencia. Los ciclos son similares a los de Sísifo, el mítico personaje a quien los dioses condenaron a subir eternamente una piedra a una montaña, sólo para verla caer de nuevo a la llanura, para que él la vuelva a subir. En este momento, políticamente, la región está pasando por uno de los períodos en los que la piedra va para abajo. Al caer la piedra, todo se deshace, lo político y lo económico. Y por mucho tiempo.

El período en el que la piedra subió comenzó con la caída de la Unión Soviética, cuando todos los países de la región (con excepción de Cuba) volvieron realidad sus aspiraciones democráticas, comenzaron a integrarse en el mundo globalizado y, comenzando una docena de años después, entraron en un boom que duró otra década como resultado del alza de los precios de las materias primas. Parecía en esos años que América Latina, al fin, iba a entrar en un proceso sostenido de desarrollo, basado en el fortalecimiento de las instituciones democráticas de esos años y en los ahorros que podría haber acumulado en ese período.

Pero ahora la región presenta una visión decepcionante. En prácticamente todos los países muchos de los logros políticos de las décadas pasadas se están perdiendo o están en peligro de perderse por la adopción del populismo autoritario. La pérdida de los logros políticos amenaza también destruir los económicos. Los ejemplos del desastre en todas las dimensiones de la vida nacional al que lleva ese camino son visibles en Cuba, Nicaragua, y Venezuela.

Esto debería de haber significado el fin de los caudillismos populistas. Sin embargo, desde hace varios años, un creciente número de países ha ido escogiendo regímenes caudillistas que les prometen llevarlos por esos mismos caminos. El caso más sorprendente es el de Chile, que, habiendo alcanzado altos niveles de desarrollo económico y social, estalló en la peor explosión política en muchos años en toda Latinoamérica. En el proceso iniciado en esas protestas, el país eligió presidente a un candidato que ha ofrecido por muchos años terminar con lo que ha sido la base del progreso chileno: la democracia liberal y el capitalismo. Perú, un país que era la envidia de la región hasta las últimas elecciones presidenciales, ha optado también por un populista similar.

El Salvador ya adoptó un régimen que está terminando con la democracia y el imperio de la ley. Honduras va por el mismo camino. México, Argentina y Brasil también han optado por populistas que están erosionando las instituciones democráticas. En elecciones de este año en Colombia y Brasil los candidatos con más posibilidades son populistas reconocidos.

En resumen, todos los países grandes (México, Venezuela, Colombia, Brasil, Perú, Argentina, y Chile) ya estén capturados, o en peligro de serlo, por populistas. En total, 11 de los 18 países latinoamericanos están esas condiciones. Si esto sigue así, podríamos decir de la región lo que Henry Kissinger dijo de Brasil: América Latina es la región del futuro...y siempre lo será.

Máster en Economía
Northwestern University