La política y la corrupción

La ciudadanía debe velar y exigir que estos consensos y diálogos políticos se materialicen en bienestar del país, exigir a las instituciones garantes de la transparencia gubernamental, desarrollar su labor con eficiencia y de esta manera poder corroborar la inversión de los presupuestos anuales y que sean acordes a las necesidades que priman en nuestro país y lograr evidenciar una óptima distribución en las diversas carteras del estado según las necesidades requeridas.

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Durante su reinado Ángela Ponce fue criticada por ser una mujer transgénero. Foto EDH / Instagram

Por Luis Enrique Contreras Reyes

2019-09-18 6:05:50

La corrupción se refiere a la acción de corromper algo, trastocar la naturaleza de las cosas y desnaturalizarlas, generando con ello un daño personal y social, el cual puede llegar a ser inconmensurable. En la fenomenología de la corrupción debemos diferenciar los actos de corrupción de los vicios de corrupción. Los primeros siempre tienden a existir por la naturaleza humana que es imperfecta. En cambio, los vicios tienden a convertirse en malos hábitos que de no eliminarse se perpetúan en el tiempo, esparciéndose y enquistándose en todos los ámbitos sociales. En política no debe permitirse la corrupción, debido a que la polis desde las civilizaciones antiguas hasta la modernidad, es el eje principal donde se articulan las decisiones de los gobiernos que rigen la calidad de vida de las personas.

El combate a la corrupción política se da en una temporalidad dividida en tres fases: 1) la del pasado, combatida por jueces, 2) la del presente, combatida por los gobernantes de turno y sus administraciones y 3) la del futuro, combatida por los legisladores. Velar por ello, fiscalizar y denunciarlo nos compete a todos como ciudadanos del mismo Estado. Para ello es importante que el sistema democrático este edificado y cimentado en una sólida gama de virtudes morales, las cuales deben siempre respetarse.

Los vicios están arraigados a nuestra naturaleza humana y cuando se ven reforzados a través de un sistema de pensamiento falso, exacerban y potencian la corrupción, favoreciendo con ello paulatinamente el debilitamiento de las autoridades y menguando su legitimidad, despreciando las costumbres morales y con ello el resquebrajamiento sistemático de las libertades individuales. Ya lo afirmaba el jurista español Salvador Minguijón: “La estabilidad de la conciencia crea el arraigo, que engendra sanas costumbres y estas cristalizan en sanas instituciones”. Al no existir esto se fomentan perversas costumbres, que se corporizan en instituciones desnaturalizadas.

Por tal razón es importante que un afán desordenado materialista no subordine a la ética y moral; de lo contrario, tendremos leyes morales ininteligibles y superfluas que muchos políticos consideraran innecesarias. Este devenir terminará en tres fases inevitables que generan corrupción de un estado las cuales son: inician con las crisis sociales, luego crisis políticas, finalizando con enormes crisis económicas. Estos fenómenos agudizan y agilizan el hundimiento de los países y deben evitarse a toda costa y para ello la gobernabilidad debe ser robusta.

En nuestro país, según el artículo 85 de la Constitución, el gobierno salvadoreño es democrático, republicano y representativo. Poseemos una independencia entre los tres órganos de Estado, Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Nuestro sistema político es pluralista y la conformación aritmética en la Asamblea obliga a realizar negociaciones en las que las decisiones tienen que ser tomadas por coalición entre los distintos partidos políticos.

La ciudadanía debe velar y exigir que estos consensos y diálogos políticos se materialicen en bienestar del país, exigir a las instituciones garantes de la transparencia gubernamental, desarrollar su labor con eficiencia y de esta manera poder corroborar la inversión de los presupuestos anuales y que sean acordes a las necesidades que priman en nuestro país y lograr evidenciar una óptima distribución en las diversas carteras del estado según las necesidades requeridas.

Es importante que nuestra sociedad se blinde ante la corrupción política, pero no será suficiente solamente perseguirla; prevenirla es un factor elemental y solamente se logrará teniendo una moral y ética arraigadas al sistema educativo, el cual va forjando aspectos conductuales importantes en las personas. Mucha razón tenía el escritor argentino Leonardo Castellani al afirmar que “la política siempre debe subordinarse a la moral y nunca al revés”.

Analista político

@LuisSaxum