La desinformación

descripción de la imagen
Luciana Sandoval imitó a Jennifer López. Fotos captura de video

Por Luis Mario Rodríguez R.

2019-07-24 8:05:35

El hackeo de la cuenta de twitter del ministro de Justicia y Seguridad, el acoso que sufren los críticos del Gobierno en esa misma red social y las noticias falsas que inundan el internet diariamente, justifican la elaboración de un estudio similar al realizado por la CICIG en Guatemala sobre la estrategia de algunos “bots” y “netcenters” y la guerra que estos han montado en contra del combate a la impunidad en ese país.

El informe de la CICIG comienza presentando un glosario de términos que permiten entender la dinámica que ocurre en las redes sociales. Conceptos como los de alcance máximo, cuenta madre, cuentas secundarias, cuentas top, hashtag, hater, influencer, topic y fakenews son ahora el pan nuestro de cada día. El bot es “un programa informático que elabora tareas repetitivas a través de internet”. Los bots envían automáticamente los datos y manipulan discusiones públicas, roban información de personas y difunden desinformación. Los netcenter son “grupos anónimos que crean múltiples cuentas falsas en redes sociales, pero que no representan a una persona física”. De esta manera se pueden crear tendencias de opinión que no representan necesariamente la criterio real de la población.

Un bot y un netcenter, a través de los recursos tecnológicos que poseen, pueden desplegar una campaña de desprestigio por medio de mensajes que atacan explícitamente a determinados sujetos. En el caso guatemalteco las víctimas han sido los operadores de justicia, líderes de la sociedad civil, periodistas, fiscales del Ministerio Público y miembros de la CICIG. Su objetivo es desacreditar a ciertas personas y a las investigaciones de casos vinculados a corrupción que, de acuerdo a la CICIG, están debidamente fundadas en pruebas presentadas a la justicia conforme al debido proceso.

Según el estudio citado, un usuario que controle un netcenter (cuenta madre) puede tener un crecimiento de 5-10 usuarios falsos por día, lo que equivale a un crecimiento mensual de 150 a 300 seguidores. Debido a su aumento continuo, al momento de realizar una búsqueda del tema que el netcenter ha promovido, se genera un sesgo en las redes sociales que se convierte en el primer resultado que una persona encuentra en cualquier parte del mundo al buscar información sobre esa temática, como CICIG o lucha contra la impunidad y la corrupción.

Mientras más contenidos se publiquen, más capacidad tienen de aparecer en buscadores de redes y de la web en general. Si el netcenter ha propagado falsamente que CICIG amaña los procesos legales, que sus investigadores tienen motivaciones políticas o que no hay sustento jurídico para procesar a un imputado, esas notas son las que encuentra cuando se consulta sobre el trabajo de esa instancia internacional.

En el análisis, la CICIG se pregunta ¿Qué es lo que pasa cuando los contenidos subidos a redes sociales no son originariamente de usuarios reales? ¿Qué sucede cuando se simulan voluntades u opiniones de personas que no existen en la vida real, pero que logran divulgar juicios fraudulentos en las redes? ¿De qué manera se pueden construir mayorías falsas que generan “espirales del silencio” de verdaderas mayorías? Una espiral del silencio se crea cuando la gente no se expresa por miedo y son enmudecidos imponiéndose las opiniones que se consideran como mayoritarias.

El problema se agrava cuando los contenidos ficticios son ampliamente publicados, recogidos muchas veces por la prensa o por influencers (personas con gran cantidad de seguidores en redes sociales) que instalan “climas de opinión”. Si el Gobierno no hubiera aclarado que la cuenta del ministro de Justicia y Seguridad había sido falseada, sus opiniones se habrían tomado como reales y la gente aceptaría como verídica una mentira fabricada por personajes oscuros.

La publicación de CICIG señala que las compañías detrás de las redes sociales han comenzado a reconocer el fenómeno de bots y cuentas falsas que tergiversan la discusión pública en Twitter. También se ha identificado el “discurso de odio” como una “acción comunicativa que promueve y alimenta un dogma cargado de connotaciones discriminatorias, que atenta contra la dignidad de un grupo de individuos”.

Lo cierto es que uno de los riesgos globales que enfrenta la democracia es precisamente el de la desinformación. En elecciones es aún peor porque puede volcar los respaldos hacia determinado candidato en base a planteamientos inexactos. Lo mismo puede ocurrir en asuntos de relevancia nacional, como la estrategia de seguridad, en el que la población podría ser sujeta de engaño si son alteradas las cuentas a través de las cuales la autoridad comunica sus logros y acciones. La principal defensa contra este flagelo es el de la educación; secundariamente se requiere de un ordenamiento legal que castigue la adulteración de la identidad personal.

Doctor en Derecho y politólogo