La cima luminosa de su ser

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Foto de referencia/ Archivo.

Por Carlos Balaguer

2019-05-15 7:03:10

El arquero errante había aprendido el habla de las montañas, a conversar con ellas y conocer sus secretos. Si las cumbres amanecían cubiertas de nubes era que vendrían los vientos huracanados de Vayú, la divinidad. Cuando la tierra temblaba es que iba a brotar de sus profundidades el fuego de Agná para crear nuevas montañas. Si las aves hacían fuertes sus nidos era que vendría una estación tormentosa. Confió a las cumbres su secreto. “Soy Rhuna, la montaña y busco a Rhuna el hombre del adiós. Díganme hacia dónde debo ir para llegar a mí mismo.” Estas le respondieron que siguiera la ruta de los íbices migrantes. Así “Giri Krs” (la sombra de la monte) se encaminó finalmente al sueño anhelado. Hablar a las montañas —cuya lengua comprendía con claridad— era como hablar consigo mismo, porque él también era risco. Una montaña grandiosa perdida en el fondo de sí mismo. Después de una dura jornada de camino, el arquero se quedó dormido en el hueco de un desfiladero. Al despertar, un sol nuevo y radiante amanecía en los cerros. Desde los riscos divisó una dorada y maravillosa montaña. ¡Rhuna estaba por fin ante sus ojos! El hombre de las montañas había encontrado el fin de su viaje: La cima grandiosa y luminosa de su propio ser.