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El pecado de ser joven en El Salvador

Me remonto a los tiempos de la guerra civil, cuando ser joven era suficiente para acusarlo de “guerrillero”, de capturarle, de torturarle. Parece que no aprendimos la lección y estamos ante una nueva guerra silenciosa pero que no deja de ser guerra, en que dos fuerzas beligerantes como es el Estado y el espíritu indomable de un joven, que debe ser aniquilado, quebrado, marginado para que jamás el país sea la tierra que tanto soñamos.

Por Ricardo Lara
Médico

Ser joven en cualquier sociedad del mundo es hablar de sueños, del futuro, de revoluciones, ser la contraparte del status quo, luchar por dejar un mundo mejor y tantas formas de lucha que solo siendo joven se pueden vivir. Sin embargo, en nuestro país sucede todo lo contrario, el estigma de ser joven es como colocarse una cruz en la frente, que servirá de blanco para que un Estado arremeta contra ese joven.

    Lo que vivimos en el país es totalmente insano, tenemos casi cincuenta mil personas detenidas y en su mayoría son jóvenes; no puedo decir si son culpables o inocentes, Se proclama que todos somos inocentes hasta ser vencidos en un juicio; sin embargo, acá sucede todo lo contrario: solo el simple hecho de ser joven es ya un agravante para ser capturado, sometido a una violencia inimaginable por parte del Estado y aún de los mismos reclusos y a cada momento aparecen en las redes sociales historias de jóvenes que han sido asesinados dentro de los centros penales.

     Tratar de la forma más despreciable a nuestra juventud dice de los responsables de todas esas atrocidades que el futuro de un país no importa. Se piensa en construir un centro penal de dimensiones épicas mientras escuelas y hospitales tienen que tapar las goteras, los techos se caen a pedazos, hay inundaciones por doquier y, mientras, el joven vive encerrado, totalmente alejado de sus sueños para evitar convertirse en una fría estadística y aún parece que los mayores no cobramos conciencia del irreparable daño que una sociedad sufre; las fiestas y la vida de derroches debe continuar, mientras lo mejor de una sociedad es sodomizado, es pisoteado, es torturado y ¿cuál es el delito? Simplemente ser JOVEN.

     Tristemente y para vergüenza nuestra, tenemos a dos tipos de jóvenes: un tipo de joven que desaparece en su táctil y el otro tipo de joven es el que desaparece en una fosa clandestina y qué lamentable que ni siquiera eso nos afecte. Somos una sociedad egoísta, por ende, no somos sociedad donde hasta que la violencia o la muerte toque a nuestra puerta es cuando sí deseamos la solidaridad y el apoyo de todos. Mientras, jóvenes capturados arbitrariamente son asesinados y ¿dónde están las instituciones responsables de denunciar tales atrocidades? ¡Callan!

   Es inimaginable lo grave de ser joven en este país, siempre sospechoso, siempre el que debe ser cacheado con violencia, con desprecio y, paradójicamente, el que ejecuta la violencia es un soldado o policía joven. ¿Por qué un joven prefiere migrar antes de sufrir una captura antojadiza? Sabe que no la tendrá fácil, pasará meses o años para que su caso llegue a las manos de la justicia; mientras, deberá seguir recibiendo la violencia de un Estado cuando a nuestros jóvenes se les debe cuidar, tratar, garantizar y estimular para que tengan sueños que luego sean realidades Son los que nos relevarán cuando nuestras fuerzas disminuyan y desaparezcan, pero nadie piensa en eso; al no tener jóvenes que nos tomen la estafeta, el país se quedará sin lo mejor de una sociedad, y debo repetir: “Cuando muere un joven también muere un país”, así de simple. Ufanarnos de que día a día las capturas aumentan y creer que entre más detenido el futuro de nuestra juventud está protegido es una falacia,; dignas y las mejoras salariales para los docentes es una realidad; que se estuviese celebrando cada junio desde el 2022 el aniversario de cada sede de la UES por cabecera departamental para que ese joven que perdió la ilusión de superación vuelva a creer en su país y no vivir entre cuatro paredes, sin rumbo, sin sueños.

    Me remonto a los tiempos de la guerra civil, cuando ser joven era suficiente para acusarlo de “guerrillero”, de capturarle, de torturarle. Parece que no aprendimos la lección y estamos ante una nueva guerra silenciosa pero que no deja de ser guerra, en que dos fuerzas beligerantes como es el Estado y el espíritu indomable de un joven, que debe ser aniquilado, quebrado, marginado para que jamás el país sea la tierra que tanto soñamos.

   Muchos de estos jóvenes que ahora sufren tales vejámenes sin duda alguna dieron su voto al Ejecutivo actual para llegar al poder. Qué forma más ingrata de pagarles el haber creído en las promesas de un nuevo El Salvador. Agosto,  Mes de la Juventud.

Médico.

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