Sobre marchas y divisiones

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El delantero belga del Real Madrid Eden Hazard (d) dispara junto a Hugo Guillamón (en el suelo), del Valencia CF, durante el encuentro, perteneciente a la 29º jornada de LaLiga Santander, que se juega este jueves en el Estadio Alfredo Di Stéfano, en Madrid. Foto EFE/JuanJo Martín

Por Oscar Picardo Joao

2021-09-19 5:30:51

Llegamos al bicentenario de la independencia, divididos y desunidos por la política partidaria y por las ideologías; por algo tan relevante y a la vez tan poco importante en nuestras vidas, salvo para ciertos parásitos que se alimentan del Estado. Mercado o Estado, Derechas o Izquierdas, Liberales o Conservadores, han sido los ejes del mal en nuestra historia de las ideas políticas, y en medio de esta batalla del poder y la corrupción están los ciudadanos…

De vez en cuando algún evento deportivo nos une; la selección nacional o los logros de Marcelo Arévalo o Herbert Aceituno; son episodios rapsódicos de unidad, pero al terminar la competencia nos volvemos a distanciar.

Un país pequeño, con limitados recursos naturales en dónde el principal valor es la gente, no puede estar dividido. Un axioma cursi pero real de un destacado político argentino hace la diferencia: “La unidad nos da la fuerza, la solidaridad la cohesión”, aunque estar unidos no implique estar de acuerdo en todo.

Hay muchas razones para establecer diferencias sociales, políticas, culturales, religiosas, étnicas, económicas, sexuales, etcétera; pero también en el marco de los antagonismos existen los “mínimos”, o puntos de encuentro en dónde casi todos estamos de acuerdo. Creo que la mayoría, por no decir todos, anhelamos bienestar, salud, libertad, educación de calidad y un techo.

Administrar consensos y disensos es una tarea sabia e imprescindible de un líder o gobernante; llegar o encontrar esos mínimos para avanzar como nación no es fácil en un escenario tan complejo como el contemporáneo, pero es una tarea imprescindible e indelegable para el diseño de Políticas de Estado y de largo plazo; recurso con el que no contamos.

El primer elemento de división y desunión en la política es el discurso; a través del lenguaje podemos crear esas categorías y etiquetas clásicas que han caracterizado a la cultura dictatorial y democrática latinoamericana: Comunistas y anticomunistas; élite y popular; conservadores y progresistas; civiles y militares; ladinos y autóctonos: entre muchas otras. Esto, calzado con el elemento de poder termina arrinconando a los ciudadanos a la clásica dicotomía: Estás conmigo o estás contra mí.

Desde la lógica clásica de Platón, Aristóteles y Descartes, nos ha hecho sentido esto de dicotomizar: alma y cuerpo, materia y accidente, el eje X y el eje Y; este hilemorfismo perverso nos da cierto sentido de pertenencia para estar en un bando u en otro.
Por si fuera poco, cuando nos va mal recurrimos a la “satisfacción vicariante”, proyectándonos en un tercer modelo utópico e irreal; en efecto, si Alianza, FAS o Águila no tienen un nivel competitivo recurrimos al FC Barcelona, al Real Madrid, al Manchester o al Paris Saint Germain; inclusive ya ni equipos seguimos sino figuras o personas.

Nuestro presidente y su equipo de comunicaciones han sido unos especialistas en crear etiquetas y dividir a nuestra sociedad: Los mismos de siempre, los del 3%, la oposición, el aparato ideológico, entre otras. Estas categorías buscan identificar y arrinconar a estas lacras o supuestas minorías de la sociedad. El problema se da cuando estas categorías, te alcanzan, se agotan, se amplifican o te invaden. Pero también, estas tribus o subsectores son parte del mismo pueblo salvadoreño.

La divisoria ética, en materia política demanda una altísima capacidad de ser axiológicamente consecuente; se debe ser muy radical y estar rodeado de personas muy capaces y comprometidas, para evitar un efecto boomerang. Dicho otro modo, cuando uno critica o etiqueta por alguna razón, debe estar blindado y no tener “techo de vidrio”. El problema con nuestra clase política es que la gran mayoría tienen “la cola pateada”; y siempre aparece un nexo con la corrupción: un familiar, un trabajo del pasado, un tweet olvidado, revelan de qué estamos hechos.

En la historia de la humanidad las divisiones suelen terminar mal, arruinando sociedades y culturas; en el haber encontramos el nazismo de Alemania, el Apartheid de Sudáfrica, el racismo en Estados Unidos, los Talibanes en Afganistán o el comunismo en Cuba; incluso podemos viajar hasta el medioevo y encontrar a la “Santa Inquisición” persiguiendo a científicos y herejes que contradecían las sagradas escrituras o a la época del colonialismo para descubrir las fotos borrosas de conquistadores y conquistados. Todas estas malas experiencias han dejado huellas y aprendizajes de como no hacer las cosas, y también una lista larga de mártires en dónde encontramos a San Óscar Romero.

El mesianismo y el fanatismo son los principales vectores de división. Cuando una persona o una idea de superpone al interés colectivo y se ubica en el plano de verdad absoluta, vamos rumbo al despeñadero. La rigidez es fatal y la fe nos ciega, porque creemos sin conocimiento.

En la marcha o celebración del 15 de septiembre, diversos colectivos, con ideas muy distantes y distintas enviaron un mensaje a los gobernantes con dos ideas concretas: Con la Libertad y el bienestar económico no se juega. Cuidado…