Mater Nostra… Nuestra Madre

Que el auténtico modelo de Madre celestial les permita llevar a la familia que Dios les ha entregado, a la comunión total con Él

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Foto EDH Archivo

Por Mario Aguilar Joya

2020-05-16 8:39:22

No debe extrañarnos que en el mes que celebramos el Día de la Madre también tengamos dos fechas importantes que nos recuerdan las advocaciones de la Virgen María: cada 13 de mayo se celebra el aniversario de la primera aparición de la Virgen María, en Fátima, Portugal, y el 24 de mayo es la fiesta de la Virgen María Auxiliadora de los Cristianos.
Tanto los historiadores, como los teólogos especialistas en el personaje de la Virgen María, es decir, los mariólogos, son explícitos en mencionar que para finales del Siglo Primero después de Cristo, las comunidades antiguas de cristianos ya rendían honor a la Virgen María. En otras palabras, lo que hoy en el Siglo XXI conocemos de María Madre de Cristo está profundamente arraigada en lo que los primeros cristianos conocían no solamente como dato de fe, sino también como respuesta de vida real.
Estos primeros cristianos, un grupo variado de personas con antecedentes y orígenes diferentes, pero con un propósito en común: el progresivo crecimiento de su fe en el Resucitado. Ellos que vivían en lugares tan diversos como Tierra Santa, Siria, Grecia, Egipto y muchos lugares de lo que hoy conocemos como Asia Menor. En pocas palabras, todos los que, como los Apóstoles, Padres de la Iglesia y los primeros seguidores en tomar el nombre de cristianos, ellos que participaron activamente en la transmisión de los hechos de vida y del mensaje de Jesucristo, todos fueron testigos y partícipes del acto que complementa la fe del creyente, llamar a la Virgen María: Nuestra Madre.
Es así como la hagiografía de la Virgen María comienza su peregrinar hasta la época actual: Es en el año 345 después de Cristo cuando El Patriarca de Constantinopla, Juan Crisóstomo, la denomina con el nombre “María Auxilio de los Cristianos”. En el año 431 de nuestra era, en el Concilio de Éfeso se le da el nombre de “Madre de la Humanidad” y hacia el año 532 después de Cristo se le agrega el calificativo “Auxiliadora de los enfermos”. Fue durante el año 1965, durante el Concilio Vaticano II, cuando oficialmente se le da el nombre de “María Santísima con el Título de Auxiliadora, Mediadora, Abogada y Socorro de la humanidad”. Para los papas Juan XXIII y Pablo VI, este es el nombre al que debemos invocar cuando necesitemos la intercesión de nuestra Madre celestial, ya sea en caso de enfermedad, angustia, necesidad física o espiritual, así como en cualquier carestía o peligro inminente.
De igual manera, la historia nos demuestra que las apariciones de la Virgen María en Cova de Iría en Fátima, Portugal, ocurren en tiempos de crisis: No solamente se peleaba la Primera Guerra Mundial, sino que además se vivía la Primera Gran Pandemia del Siglo XX, la así llamada “Gripe o Influenza Española”. Por supuesto, no es de extrañar que las muertes por la pandemia de Influenza sobrepasaron por mucho las ocurridas en el evento bélico. En la presencia en esas apariciones, la solicitud es de oración y ayuno, actos que deberíamos recordar y poner en práctica cuando nos encontramos en momentos de crisis.
La Santísima Virgen María es, desde el principio de la historia, el modelo perfecto de humildad, santidad, obediencia y fe, razón para ser escogida por Dios y que se concreta en las palabras del Ángel Gabriel, cuando en el momento de la Anunciación, la saluda con el “Salve, ¡Llena de Gracia! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres”. (Lucas 1:28).
En este mes, cuando celebramos a todas aquellas mujeres que Dios les ha permitido la bendición de ser Madres, a todas las que tuvieron el valor de decir ¡Sí! al llamado de maternidad de Dios, a ellas que Dios les ha permitido “ser alma y corazón” en sus familias, las que celebran en sus puestos de trabajo o en el trabajo de sus casas; a todas las que, por motivo de la crisis sanitaria, se encuentran separadas físicamente de sus familias, no podemos más que orar por ellas y recordarles: Mater Nostra. ¡Madre Nuestra!, ¡Nuestra Madre! Que el auténtico modelo de Madre celestial les permita llevar a la familia que Dios les ha entregado, a la comunión total con Él. ¡Múltiples bendiciones a todas las Madres!

Médico y Doctor en Teología.