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Una Iglesia en evolución: León XIV, símbolo de renovación y esperanza

Se espera que su pontificado continúe el camino de apertura iniciado por Francisco, profundizando el proceso sinodal que busca una Iglesia más participativa, donde los laicos tengan un rol activo en la toma de decisiones. Además, se espera que mantenga el énfasis en los valores de paz, justicia y dignidad humana, especialmente en defensa de migrantes, excluidos y marginados.

Por Ricardo Lara
Médico

Hay fiesta en el cielo y en la Tierra. La elección de León XIV como nuevo pontífice renueva el rostro de una Iglesia que, aunque guiada con sabiduría por el Papa Francisco, comenzaba a mostrar signos de desánimo. No por falta de fe en sus líderes, sino porque nosotros, los fieles, muchas veces nos volvemos acomodaticios, tibios, e incluso moldeables como la gelatina: según se incline el molde, así se acomoda nuestra fe.

La llegada de León XIV, un hombre que comprende el sufrimiento del migrante deportado, que denuncia la destrucción de familias cuyo único “pecado” es anhelar una vida mejor, representa una esperanza concreta. Que sea el Papa quien defienda a estas personas dice mucho: habla de un líder comprometido con la justicia y que vive, en plenitud, el mandamiento: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Su elección es motivo de regocijo para millones de católicos en todo el mundo.

El nuevo pontífice ha sido claro: “Debemos ser una Iglesia abierta a todos, sobre todo a los que sufren”. Una afirmación que interpela, que obliga a mirarnos hacia adentro: ¿Qué estamos haciendo nosotros por quienes sufren? La verdadera transformación debe comenzar en casa. Cada hogar debería convertirse en una pequeña iglesia, revestida de amor, compasión y solidaridad. No son los centros comerciales ni sus vitrinas desbordadas de consumismo los que nos acercan a la felicidad, sino nuestra capacidad de ser portadores del mensaje cristiano en lo cotidiano.

“La paz sea con vosotros” —una frase breve, pero de profundo contenido— nos recuerda que vivimos en una guerra silenciosa, en la que los preferidos de Dios, los más vulnerables, siguen cargando las peores consecuencias. Llevar esa paz a nuestras comunidades, a nuestros países, no es tarea fácil, pero sí impostergable. Hacer de cada día un tributo a la paz es un deber cristiano. Un ejemplo viviente de ello fue José “Pepe” Mujica, quien sin sotana ni púlpito, vivió —en su austeridad, en su compromiso— con más fidelidad a los valores evangélicos que muchos encumbrados jerarcas.

León XIV, cuyo nombre secular es Robert Francis Prevost, es el primer Papa norteamericano. Su vínculo con América Latina, en especial con Perú, donde trabajó como misionero, ha marcado profundamente su visión pastoral. Su elección es vista como un puente entre los sectores más progresistas y conservadores de la Iglesia. Su experiencia directa con comunidades vulnerables le da una perspectiva única para abordar temas como la pobreza, la desigualdad y la crisis migratoria.

Se espera que su pontificado continúe el camino de apertura iniciado por Francisco, profundizando el proceso sinodal que busca una Iglesia más participativa, donde los laicos tengan un rol activo en la toma de decisiones. Además, se espera que mantenga el énfasis en los valores de paz, justicia y dignidad humana, especialmente en defensa de migrantes, excluidos y marginados.

En un mundo atravesado por conflictos geopolíticos, crisis climática y brechas económicas cada vez más profundas, León XIV tendrá la misión de posicionar a la Iglesia como una voz moral de reconciliación y diálogo. No será tarea fácil. Hay una fragancia de justicia que se aspira, una necesidad urgente de revivir el alma adormecida de muchos católicos que hoy viven su fe más como rito que como experiencia viva.

Los desafíos no serán menores. Uno de los más delicados será mantener el equilibrio entre los sectores que claman por reformas profundas —como el papel de la mujer en la Iglesia, el celibato sacerdotal o la inclusión de la comunidad LGBTQ+— y aquellos que abogan por un retorno a una visión más tradicional de la doctrina.

Además, el descenso en la participación religiosa, sobre todo en Europa y Norteamérica, es un reto ineludible. El nuevo Papa deberá encontrar formas innovadoras de reavivar la fe, especialmente entre los jóvenes, posiblemente recurriendo a herramientas digitales y nuevos lenguajes de evangelización.

Con León XIV, la Iglesia Católica reafirma su voluntad de caminar con los signos de los tiempos. Su liderazgo podría marcar una nueva etapa donde tradición y cambio no se vean como opuestos, sino como pilares complementarios para mantener viva la esencia del Evangelio en un mundo que sigue clamando por esperanza.

Médico.

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