El "ojo clínico" de un portero de hospital

El Sr. Cubías era un hombre humilde y sencillo que residía en las afueras de la vecina población de San Marcos. Puntual para iniciar y finalizar sus labores. No tuvo formación escolar, nunca leyó un libro de Biología, mucho menos un texto de Medicina. De tez morena y rasgos que reflejaban su etnia autóctona, complexión delgado, estatura aproximada de 1.60 mts. Respetuoso, reservado y callado

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Vigilante privado de agencia contratada para cuidar empresa. Foto EDH / Archivo

Por Rodolfo Chang Peña

2021-09-10 10:15:31

El Hospital Rosales de las primeras décadas del siglo pasado tenía una organización y un funcionamiento propios de la época y naturalmente carecía de dependencias que ahora vemos en los centros asistenciales. No había niveles de atención, tampoco un sistema nacional de referencia; de ahí que los enfermos llegaban por mutuo propio, porque los llevaba la Cruz Roja o porque los traían sus familiares desde el interior de la República. Para colmo de males, por ignorancia u otra razón, casi siempre con problemas de salud en etapa avanzada y hasta moribundos.
Así las cosas, desde mucho antes de la Segunda Guerra Mundial desempeñó el cargo de portero del hospital el Sr. Cubías, más conocido por Cubías a secas; consistía su trabajo en estar de pie junto al portón principal y recibir los enfermos tal como llegaban de la calle, les hacía algunas preguntas si estaban conscientes y en su defecto al acompañante casi siempre un familiar, los escudriñaba y en un ejercicio mental de minutos diagnosticaba y con el auxilio de un enfermero los remitía a la especialidad correspondiente. Al respecto nunca se tuvo noticias de una equivocación, es decir que enviara a medicina un paciente de cirugía, que confundiera una neumonía con una tuberculosis o una insuficiencia cardiaca congestiva con una cirrosis hepática. Se calcula al respecto que a lo largo de sus años de trabajo tuvo que ver al menos con unos 100,000 ingresos, lo que habla de su ojo clínico fuera de serie.
De 1920 a 1948 se formaron muchas tandas de médicos que practicaban precisamente en los pacientes que les enviaba el Sr. Cubías y por ello lo respetaban y apreciaban. Los jóvenes estudiantes nunca conocieron su nombre completo, tampoco se supo quién lo contrató y quién le asignó el trabajo de portero y ocuparse de la recepción de pacientes. El Sr. Cubías era un hombre humilde y sencillo que residía en las afueras de la vecina población de San Marcos. Puntual para iniciar y finalizar sus labores. No tuvo formación escolar, nunca leyó un libro de Biología, mucho menos un texto de Medicina. De tez morena y rasgos que reflejaban su etnia autóctona, complexión delgado, estatura aproximada de 1.60 mts. Respetuoso, reservado y callado, “hablaba” más con los silencios que con las palabras. Vestía uniforme gris o azul y usaba kepis en forma permanente. Tenía a su favor su experiencia, capacidad de observación, captar el lenguaje corporal, conocer algunos síntomas y signos cardinales de muchas enfermedades y su intuición natural para formular un diagnóstico médico.
En 1948, como parte de las actividades de modernización del Hospital hubo muchos cambios en la organización y funcionamiento y el antiguo sistema de recepción de enfermos se modificó al grado que el Sr. Cubías tuvo que dejar el puesto de trabajo y retirarse. Antes que abandonara el caserón un pequeño grupo de estudiantes de Medicina que estaban por graduarse, formado por Mario Romero Alvergue, Salvador Infante Díaz, José Kuri Asprides y Juan Hasbún, decidieron buscarlo para agradecerle su trabajo desempeñado a lo largo de tantos años y a la vez conversar sobre sus planes futuros, además tenían curiosidad por saber cómo se las ingeniaba para atinar en los diagnósticos en una forma tan rápida.
Ante las interrogantes de los jóvenes estudiantes el Sr. Cubías los sorprendió con respuestas razonables y fundamentadas a su manera, y con su acostumbrada sencillez, les dijo: “Si viene con una semana de diarrea y... tiene amibas”, “Si está flaco, los ojos se le ven grandes, tose mucho y mancha la toalla que le cuelga del cuello tiene tuberculosis pulmonar”, “Si lo traen de la costa, está sudoroso, con escalofríos y cubierto con frazada tiene paludismo”, “Mujer joven con dolor intenso en el vientre y se desmaya tiene embarazo fuera de la matriz (embarazo ectópico roto)”, “Si tiene calentura fuerte, tose mucho y le cuesta respirar, tiene neumonía”, “Mucho dolor abdominal, con la mano en la cintura, medio encorvado y se mueve constantemente, tiene piedras en los riñones”, “Si tiene calentura y diarrea por varios días, tiene tifoidea, y si de repente tiene dolor de estómago, vomita y se está quieto, porque le duele más si se mueve, tiene perforado el intestino”, “Si viene ahogándose y la esposa le da aire con un periódico y casi no puede hablar porque le falta el aire, con las piernas hinchadas, está mal del corazón”, “Amarillo de la piel, cólicos y vómitos, tiene piedras en el hígado”, “Mujer joven que la llevan sin sentido, labios pintados, vestido llamativo y con tacones se quiso suicidar con Nembutal o algo parecido” y “Lo traen con los ojos cerrados, no contesta, la mente ida y con mucho dolor de cabeza tiene inflamado el cerebro”.

Médico.