¿Vivir sólo para trabajar?

En muchos países, incluyendo El Salvador, no hemos logrado evolucionar del “vivir para trabajar”. Y esto se refleja en la poca eficiencia y efectividad con la que valoramos el tiempo fuera del empleo.

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Foto de referencia / Pixabay

Por Eleonora Escalante

2021-12-16 5:45:23

La faena laboral que nos faculta para recibir un pago con el fin de honrar nuestros gastos de subsistencia es parte de la vida, pero no es la vida misma. Levantarse temprano, cumplir con la eterna responsabilidad de prepararse y salir corriendo para conducirse a la oficina o al negocio, pareciera ser toda la vida… pero no lo es. Durante estos años de covid-19, muchos de nosotros pudimos comprender que la vida no es solo trabajar, sino también cuidar nuestra salud, consentirnos y llenarnos de amor, fuentes de bienestar que hemos perdido.
Si tuvimos que esperar a una pandemia para abrir los ojos al hecho de que la mayoría de nosotros tenemos un estilo de vida con la premisa de “vivir para trabajar”, pareciera que estamos lejos de cambiar. De allí que muchas personas, ya sea que trabajen en una oficina o que atareen desde su casa, siempre están llenos de agotamiento o cansancio. Aún nos queda un largo camino para aprender a valorar la vida porque no podemos seguir viviendo bajo la sombrilla única de “vivir para trabajar”.
Hay mucha tela que cortar en cuanto al bienestar humano de los trabajadores en todo el mundo. Aunque se superaron los tiempos en los cuales no había fines de semana para cumplir con la cultura del ocio y entretenimiento, aún en pleno siglo XXI seguimos aturdidos porque la gente se está muriendo de tanto trabajar, más allá de las horas laborales preestablecidas. No solo el desfallecimiento o extenuación laboral nos aturde, sino que la causa de todas las enfermedades que nos matan radica en el exceso de trabajo y por no haber logrado la condición de “vivir para amar y ser felices”.
En muchos países, incluyendo El Salvador, no hemos logrado evolucionar del “vivir para trabajar”. Y esto se refleja en la poca eficiencia y efectividad con la que valoramos el tiempo fuera del empleo. A lo anterior agregar que vivimos con el problema cotidiano de congestionamiento de las calles a las horas de alto tráfico. Esencialmente se nos va la vida en la labor y/o esperando a que el autobús se mueva, o evitando que nos choquen el auto. Por Dios que el ritmo de conducir a vuelta de rueda nos roba las horas preciosas que podrían invertirse en otras cosas.
En nuestra sociedad, el tiempo necesario de una persona para cumplir sus roles laborales, familiares y sociales es mutualmente excluyente. Es decir, los que trabajamos hasta las 6 de la tarde, simplemente tenemos un período de 2 a 4 horas al día para intentar hacer deporte, estudiar, ser padres, reunirse con amigos, practicar hobbies, leer, hablar con Dios o meditar. Es tan poco el lapso que nos queda para vivir la vida, que muy pocos pueden hacerlo todo. Algunos sacrifican el tiempo personal, en función de un deporte. Otros sacrifican a la familia, porque continúan trabajando hasta las 10 de la noche. Y hay otros que, al estudiar después del trabajo, descuidan todo lo demás. Al final el cansancio nos aturde tanto, que los fines de semana, no hay vida más que para dormir, ir al mercado, acordarse de las mascotas o hacer los oficios del hogar acumulados por varios días. Si acaso, aquellos con más virtudes y recursos, se dedican a sus hijos, tratan de salir a comer, ir al cine, al campo o a la playa.
Sin saber queriendo, somos una sociedad que vive para trabajar. Y hemos perdido la humanidad de utilizar nuestro tiempo para vivir y ser felices.

CEO-Founder
Eleonora Escalante Strategy Studio
Corporate Strategy Reflections, Arts & Publishing