El fin de Hong Kong como un símbolo de libertad

La represión de China sobre Hong Kong refleja el giro problemático del Partido Comunista hacia el nacionalismo y el fortalecimiento del autoritarismo durante la presidencia de Xi Jinping.

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Juan Antonio, aqui en el estadio Santiago Bernabéu, a donde llegó por su talento como futbolista de Fundamadrid. Actualmente estaba jugando con el Vendabal de Apopa. Foto EDH / Cortesía

Por Ian Vásquez

2020-07-01 5:59:09

Con su imposición de una ley de seguridad nacional sobre Hong Kong, Pekín viola la autonomía del territorio a un grado que fundamentalmente subvierte el sistema liberal que hizo de Hong Kong una de las historias de éxito más destacadas del mundo. El sistema de Hong Kong —basado en un Estado de Derecho sólido y un alto grado de libertades económicas, personales y civiles tales como la libertad de expresión y de asociación— permitió a sus ciudadanos surgir de una pobreza generalizada hacia un nivel de prosperidad que excede incluso aquel de su otrora colonizadora, Gran Bretaña. Este es el sistema que también ayudó a inspirar las reformas de mercado en la China Continental, conduciendo a que durante las últimas cuatro décadas se hayan logrado extraordinarios avances en el bienestar humano allí también.
La represión de China sobre Hong Kong refleja el giro problemático del Partido Comunista hacia el nacionalismo y el fortalecimiento del autoritarismo durante la presidencia de Xi Jinping. Como bastión de la libertad humana, el sistema de Hong Kong se volvió cada vez más incompatible, e incluso amenazante, para una China cada vez más agresiva. La nueva ley de seguridad nacional disminuirá todos los aspectos de la libertad en Hong Kong. Debilitará el Estado de Derecho, aumentará la auto-censura por parte de la prensa y otros, restringirá a la sociedad civil, aumentará la arbitrariedad en la gobernanza local y politizará las decisiones empresariales, incluso aquellas acerca de dónde y con quién invertir y a qué caridades o causas respaldar. En pocas palabras, la nueva medida reducirá las libertades económicas, personales y civiles en Hong Kong y pone un fin definitivo a la ciudad como un símbolo de libertad humana.
Beijing no es popular entre los hongkoneses, quienes por generaciones han gozado de los más altos niveles de libertades personales y económicas del mundo. Pero las restricciones impuestas a raíz de la pandemia no permiten que salgan en masa a las calles a protestar la peor amenaza a sus libertades desde que se unieron a China en 1997 e implementaron el concepto legal de “un país, dos sistemas”. De hecho, el otro día el ya sumiso gobierno de Hong Kong extendió la prohibición de grupos de más de ocho personas hasta el 4 de junio—por casualidad, el aniversario de la masacre de la plaza de Tiananmen cuando se suelen realizar manifestaciones públicas.
Siempre fue un milagro que una jurisdicción tan libre como Hong Kong pudiera coexistir con un régimen autoritario comunista por tanto tiempo. El mero hecho de que exista un territorio capitalista y próspero con un Estado de derecho fuerte y donde se respetan derechos civiles constituye una amenaza para cualquier sistema de poder centralizado. Pero China al principio necesitaba de sobremanera a Hong Kong—su riqueza, sus conocimientos, sus servicios financieros y su sistema legal que facilitarían el comercio internacional y las inversiones desde el resto del mundo.
Mucho ha cambiado desde entonces. Después de varios años, el régimen chino dejó de liberalizar la economía y, bajo el liderazgo de Xi Jinping, se ha vuelto nacionalista y mucho más autoritario. La importancia relativa económica de Hong Kong también se redujo. Eswar Prasad observa que hoy menos del 12% del comercio chino pasa por Hong Kong, mientras que en 1997 representaba alrededor de la mitad; en 1997, la economía de Hong Kong representaba una quinta parte de la de China, mientras que ahora la de China es 30 veces más grande; el valor de los mercados bursátiles de China eran la mitad de los de Hong Kong, pero hoy los duplican.
Al mismo tiempo, los hongkoneses, que nunca gozaron de libertad política, vieron con mayor urgencia la necesidad de un sistema democrático que gobernara su territorio en lugar del actual que lo limita severamente. La transición a una mayor democracia también fue parte del acuerdo con China, pero no ha sido respetado. Permitir la libertad política sería otra incoherencia con el sistema chino comunista y una amenaza más.
En la medida en que China no ha respetado la autonomía de Hong Kong han surgido movimientos que protestan la presencia de Beijing, pidiendo hasta la independencia de China. A su vez, China ha tomado represalias. Ha presionado a las empresas, muchas de las cuales hacen negocio en China, a no poner publicidad en medios críticos a Beijing; ha logrado desautorizar a partidarios de la democracia de la participación política; ha secuestrado a críticos de Beijing en Hong Kong; ha intentado que Hong Kong apruebe un acuerdo de extradición con China y la criminalización de insultos al himno nacional chino.
La dictadura china aparentemente perdió la paciencia y ahora que los países del mundo están sumidos en crisis desatadas por la pandemia, impondrá lo que quiera a la fuerza.

Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute y coautor del Human Freedom Index.